Por: Antonio Riestra — 29 de enero, 2019
Resultaba fácil acongojarme al escuchar la palabra Ãtaca, tener preocupaciones acerca de CÃclopes cuando aún no conocÃa mi feliz destino, o lo miraba percutir los pianos que sus tres abuelas, de regalo de Reyes, le dieron. Supongo que diversos monstruos mitológicos y reales vivÃan en mi alma. El amor, ley universal.
Cuatro horas de distancia entre Ciudad de México y Xalapa, caricias, meses donde las noches nos desvelaron porque supimos, dice un amigo, circular la misma sangre en dos cuerpos distintos y, finalmente, la migración, encendieron el deseo de muchas mañanas estivales.
Nada de lo que un periplo asà significa para, gracias, dioses, en las galeras del silencio: Homero, Cavafis, nuestro escénico maestro Arreola, un verdadero poema propio, pero también (he aquà otro mar que apenas descubro, y navego) la metáfora bien construida, redactada y dirigida por Saúl EnrÃquez, Ãtaca, bitácora de viaje, puesta en escena que, hasta el 10 de febrero, recibe el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque.
Luego, avanzo. Sabe qué ocurra ahora mismo bajo los tilos preciosos de Moscú -la sombra milagrosa que ofrecen, ¿tiene que ser recordada desde el extranjero camellón mexicano, embellecido con jacarandas? La respuesta, acaso menos que boyante, esclarecedora sin embargo, nos la ofrecen las divinas actuaciones de Patricia Estrada, Ana LucÃa RamÃrez, Karina Meneses, Karina Eguia y Daniela Abella, Odiseos de la posguerra alemana, ochenteros oklahomenses.
Nada de lo que un periplo asà significa para, gracias, dioses, en las galeras del silencio, platico de nuevo acabada la función.
Y es que las combinaciones propuestas, verbigracia el excelente trabajo realizado, se entreveran al más puro estilo del hedonista poeta alejandrino, y al más puro estilo del gran vate griego que aquÃ, aparecen como una tabla de salvación: cierto, desconocemos la paciencia de nuestra tierra, Penélope a pausas postergada; postergada a fuerza de un futuro extraordinario, casi mÃstico y delicioso.
Cabe pues añadir que la obra aludida, todo su crew, viene hasta el antiguo Defectuoso cruzando las fronteras de la Atenas veracruzana, lugar en que imagino ser Ulises, quien, no reconocido todavÃa, debe encordar el arco que le nombrará –Ãtaca, bitácora de viaje, mapa; tienen que verla– rey al menos esta noche, mañana, aquel dÃa, queridÃsimos lectores, cuando comprenda lo que las Ãtacas significan.
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