La bala, un ejercicio que escudriña en la subjetividad de los personajes

Por: Josué Romero — 20 de julio, 2018

Una de las enseñanzas que me dejó mi abuelo, aparte de la máxima que dice: “hay que desconfiar de las mujeres que besan con los ojos abiertos”, recuerdo esta otra sentencia: “cuando dos miradas se cruzan, generalmente la de una mujer y un hombre, es porque algo se tiene que decir o algo hay que hacer”.

Esta anécdota la recordé después de ver La bala, una puesta en escena escrita y dirigida por Sergio Felipe López Vigueras -egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM- quien por unanimidad resultó ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2017.

La bala es un texto ingenioso que muestra un universo ignorado por la mayoría de la gente. Y, sin embargo, un sitio por demás común, donde deambulan cientos de habitantes de la gran capital mexicana que aburridos del tan necesario transporte van y vienen todos los días sin mirarse a la cara.

Eso mismo les sucede a Lauro (Gerardo del Razo) y Valeria (Marisol Osegueda), dos pasajeros que -como otros tantos- se encuentran esperando subir al tan fallido transporte capitalino para llegar a su destino. Una vez dentro se sientan, cruzan las miradas y como sucede diariamente, no pasa nada. Viven sumidos en sus pensamientos. La costumbre y la monotonía es el pan de todos los días.

En un ir y venir de silencios y reflexiones sobre la cotidianidad de las cosas, el espectador desde su butaca da cuenta de que Lauro da clases de redacción en una escuela “patito” y que vive sumido en una coreografía patética e insignificante que se repite todos los días sin que el destino le ofrezca una puerta de salida. Por otro lado, Valeria es una oficinista que sólo piensa en lo aburrido que su vida.

Ella no sale de esa rutina que le asfixia al sentirse prisionera ante esa tan humillante y aburrida relación que tiene como amante de segunda con ese compañero de trabajo derrotado por la calvicie y otras singularidades del oficinista mediocre. Sin embargo, desdeña a su eterno enamorado que de sólo verla queda petrificado. Dos situaciones paralelas que significan el aburrimiento continúo. El infortunio amoroso se la come.

En esta historia, hay un tercer personaje, Jonathan (Ismael Sangal) quien esa mañana toma por primera vez el mismo camión. No es un pasajero cualquiera. A él no le importa el destino. Le interesa el camino. Él va a asaltar el camión, pues a esas horas de la mañana, piensa para sus adentros, los pasajeros van todos amodorrados y no esperan lo que se les viene.

En un trepidante ritmo narrativo, los personajes de La bala se encuentran y hablan desde una realidad que les niega un futuro. Balazos y una inesperada muerte desatan las palabras justas, como en la canción de Silvio Rodríguez, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, voces que han callado y que desencadenan las acciones que nunca se han realizado. ¿Una oportunidad para crear todo de nuevo?

“En realidad, el asalto es un detonador de sus trayectorias vitales, sí les cambia la vida, siento que sobre todo los pone en una situación en la que ellos se ven obligados a decidir cosas, a decidir sobre su vida, que es algo a lo que específicamente Lauro no está muy acostumbrado”, Sergio Felipe López Vigueras.

Así, con la profundidad de la dramaturgia, el teatro descubre las emociones y, en La bala, de manera casi cinematográfica, las escenas brotan a partir de un singular lenguaje, que más allá de los diálogos se dan como monólogos cruzados, proyectando situaciones que entretejen figuras retóricas y un texto casi poético para narrar esa tan terrible lectura teatral que devela aquellos incidentes casi cotidianos que le suceden a los pasajeros, aquellos que llegan a cambiar la inercia de los tres protagonistas.

Muchas veces he escuchado decir que el futuro es nuestro. No sé, si el de todos, pero el de los protagonistas de esta historia contada a través de la pluma y visión escénica de Sergio López Vigueras si se adivina un tanto incierto. Eso se puede averiguar en La bala, ese ejercicio que se adentra en una de las tantas situaciones habituales que acontecen en las calles de esta Ciudad, momentos que se viven como el pan de todos los días.

Más allá de la caótica situación que impera es el darse cuenta que sucede dentro y fuera de la cabeza de estos personajes. Así que atrévete a viajar en este microbús con destino a la nada, donde no se sabe si Lauro, Valeria y Jonathan le hablan al espectador o sólo hablan entre ellos mismos.

“Lo que hacen los personajes es poner su pensamiento en palabras sobre el escenario, en realidad es un recurso eminentemente teatral. Ellos están pensando cosas y las van diciendo en voz alta, así sube el pensamiento al escenario”, Felipe López Vigueras.

La ruta de este micro, autobus o metrobus, o como lo quieran llamar, sale los viernes en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico, ubicado en ese barrio vecino de San Ángel, la Guadalupe Inn. Quizá el destino de La bala es incierto, pero te aseguramos que harás del viernes un día excepcional al ser parte de una propuesta que expone la valentía y la decisión de actuar, para no aceptar una realidad que nos ha sido impuesta con violencia.

“Más que la idea de la presentación de una realidad objetiva o de una versión unilateral de la realidad, a mí lo que me interesaba era contrastar tres posibilidades de visiones del mundo”, Sergio López Vigueras.