Maxim Vengerov regresa al escenario del Palacio de Bellas Artes

Por: Enrique R. Mirabal — 1 de junio, 2017

Maxim Vengerov se presenta en el Palacio de Bellas Artes, junio 2017 Dichosos aquellos tiempos en los que los virtuosos del violín emergían en cada cosecha musical con fuerza singular y se convertían en leyenda viviente cuando aún no alcanzaban la mayoría de edad. Sobran, por suerte para atestiguarlo, las grabaciones de Jascha Heifetz, Zino Francescatti, Yehudi Menuhin, Isaac Stern, Dinu Lipati, Arthur Grumiaux y David Oistraj en la primera mitad del siglo XX.

Además, de una lista nada exigua de la segunda mitad a la que se suman algunos de los anteriores que disfrutaron de las bondades del sonido estereofónico y la alta fidelidad, con los judíos y los rusos (en muchos casos, coincidiendo ambas denominaciones) a la cabeza.

Esta bonanza se puede encontrar, de igual manera, entre pianistas, cellistas, cantantes y directores de orquesta que han reforzado la mitología de la genialidad como atributo del hombre o la mujer surgidos en condiciones si no adversas, al menos difíciles para lograr la fama y el reconocimiento merecidos.

Maxim Vengerov se presenta en el Palacio de Bellas Artes, junio 2017 foto Liliana Morsia El auge de los concursos musicales, convertidos en verdaderas lides por el estrellato más la evolución obvia de la pedagogía musical, enfocada hoy en día al despliegue casi sobrehumano de virtuosismo técnico mas no siempre acompañado de su equivalente artístico, han forjado intérpretes con movimientos de polichinela y un público que se comporta en la sala de concierto con efusividad erizada de silbidos y gritos como nunca se pudieron imaginar ni Liszt ni Paganini pero sí las estrellas actuales del pop o rock.

Véanse los resultados en taquilla en los conciertos de Lang Lang o Joshua Bell, estrategia publicitaria que ha forzado a los actuales virtuosos a incluir música popular, aires no gitanos pero sí de rock, jazz y folklores varios en sus programas. La mercadotecnia define el éxito y los decibeles del griterío, la aceptación.

Maxim Vengerov se presenta en el Palacio de Bellas Artes, junio 2017 Ahora nos sentimos afortunados en México porque uno de los pocos violinistas que se toman muy en serio su instrumento, nos visita. Maxim Vengerov, el representante más conspicuo de la escuela rusa, estará en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México con un programa estudiado y diseñado con un loable equilibrio entre las exigencias técnicas y artísticas. Nada mejor que un comienzo con Brahms para seguir en la línea del tiempo con César Franck y terminar con el vibrante Tzigane de Maurice Ravel, un puente entre el siglo XIX y el XX, una transición sin estridencias.

Es un artista joven (nació en 1974 en la Siberia soviética) y, sin embargo, muy maduro en el rumbo que ha dado a su carrera. Versátil sin coquetear demasiado con las vanguardias del siglo XX, actualizado con las modas al incluir los mencionados aires de rock/pop (el mercado impone sus normas) pero fiel a su formación rusa y a la tradición del gran repertorio para violín de la que sus antecesores dejaron grandes retos en el camino.

Maxim Vengerov se presenta en el Palacio de Bellas Artes, junio 2017 Vengerov es vigoroso, extrae de su Stradivarius toda la sonoridad posible (parece obvio pero no todos lo logran), tiene la fuerza indispensable para no arredrarse ante ninguna dificultad de cuerdas dobles o triples o un demandante spiccato.

Maxim Vengerov ha ampliado su campo musical al acometer la dirección orquestal con buenos resultados. Dedica parte de su tiempo a la docencia y también a actividades altruistas. Su agenda de conciertos, recitales, grabaciones y giras internacionales lo llevan constantemente de un continente a otro. Su visita anterior a nuestro país fue en 2014. No está mal la frecuencia, siempre y cuando no llegue a ralentarse.

El programa del próximo domingo 11 en el Palacio de Bellas Artes en el que Vengerov estará acompañado por el pianista (connotado director además) Vag Papian comienza con un refrescante aperitivo, el Scherzo para piano, opus 4 que el joven Brahms escribió como ejercicio de brillantes resultados para continuar la Sonata para violín y piano número 3 de Brahms: el clasicismo alemán tamizado con los ritmos que marcaron su época y nobles melodías para conquistar auditorios.

Maxim Vengerov se presenta en el Palacio de Bellas Artes, junio 2017 La Sonara para violín y piano de César Franck es una de las obras más conocidas del compositor por su impecable estructura en la que sobresalen sus mayores virtudes (rigor académico más inspiración melódica) arropadas por el buen gusto francés que el músico imprimió a sus obras al igual que sus seguidores y antecesores.

Franck nació en Lieja que es parte del territorio belga hoy en día pero desarrolló su carrera en París donde destacó, además de compositor, como un gran organista (Iglesia de Santa Clotilde, su feudo) y pianista de renombre.

Concluye el programa con Tzigane de Maurice Ravel, la pieza de mayor exigencia técnica del programa que ya es mucho decir. Tzigane es parte habitual de los conciertos sinfónicos en México y el mundo. Ahora escucharemos la versión primigenia de la partitura, para violín y piano en una muy esperada interpretación de Maxim Vengerov.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.