Javier Camarena regresa al Palacio de Bellas Artes con I Puritani de Vincenzo Bellini

Por: Enrique R. Mirabal — 22 de mayo, 2016

¡Al’erta! I Puritani regresa al Palacio de Bellas Artes y se cantará el 29 de mayo… y otras fechas. Una puesta ad hoc para el tenor Javier Camarena…

Una programación atractiva debe incluir novedades para el público y éste es el caso del mes de mayo en la Ópera de Bellas Artes del INBA. I Puritani, para los amantes del bel canto, no es ninguna novedad pero, en México, no se presenta desde hace unos treinta y tantos años; tampoco es un título recurrente en los grandes teatros pero en número de excelentes grabaciones a través de los años, no se le puede quitar el mérito.

Una de esas grabaciones, icónica por más señas, se realizó, en vivo, en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México el 29 de mayo de 1952, en los gloriosos tiempos en que La Diva nos visitaba. Más adelante retomaremos los elencos famosos.

En esta presentación de I Puritani en el Palacio de Bellas Artes (los domingos 22 y 29 de mayo a las 17:00 y los martes 24 y 31, y el jueves 26), el elenco es conformado por Javier Camarena, quien alterna el papel de Lord Arturo con el italiano Alessandro Luciano; Leticia de Altamirano, como Elvira; Armando Piña, en el rol de Sir Riccardo Forth, y Rosendo Flores, quien encarnará a Sir Giorgio Valton entre otras voces, que serán enmarcadas por la música de la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes. La dirección concertadora de Srba Dinic y escénica de Ragnar Conde, además de Christian Gohmer como director huésped del Coro.

El siciliano Vincenzo Bellini, nacido en 1801 y fallecido cerca de París en 1835, alcanzó a conocer el éxito de su última ópera, I Puritani, estrenada en el Théâtre Italien de París en 1835, poco tiempo antes de su muerte.

Curiosamente, el anterior título que la Ópera de Bellas Artes programó este año, Il Viaggio a Reims de Rossini, también tuvo su estreno mundial en este teatro cuyo nombre describe su principal propósito: puestas en escena de obras escritas y/o compuestas por italianos, muy al gusto de la época que se ha extendido hasta nuestros días.

Con sólo 34 años de existencia, Bellini pudo demostrar su talento a través de diez títulos que, con fortuna diversa pero no adversa dio a conocer en Italia y Francia. Cierto es que, para estrenar en París, contó con el apoyo de Rossini quien ya estaba en su etapa final, por decisión propia, como creador.

Entre las óperas más representadas de Bellini, Norma se mantiene, irrebatible, a la cabeza y sigue siendo un objetivo a alcanzar por las grandes sopranos aunque no todas pueden con el reto. La sonnambula le sigue en popularidad, I Puritani sería la tercera en esta lista a la que habría que agregar con mayor distancia a I Capuleti e i Montecchi.

Otra de sus óperas, Il pirata, estrenada en La Scala en 1825, contiene momentos espectaculares para los belcantistas y, gracias a La Callas fue rescatada del olvido en los años 50 del pasado siglo. Beatrice di Tenda, su penúltima ópera fue recibida con tibieza pero Bellini recuperó el favor del público y empresarios con la siguiente y última, I Puritani.

El argumento de ésta sigue una tendencia que, para los románticos fue ideal en la primera mitad del siglo XIX, la búsqueda por lugares exóticos, casi siempre remotos. Escocia, nada remota en el espacio para los europeos continentales y menos para los ingleses, sí tenía un halo de misterio por sus leyendas y por su turbulenta historia. Suspendida en el tiempo y alienada del contexto europeo, Escocia era la región de sílfides y hadas. Baste recordar, dos obras de gran éxito en este período, la ópera Lucia de Lammermoor de Donizetti y el ballet La Sylphide (y el escocés, como también se le conoce) de Schneitzhöffer, en su primera versión.

En el siglo XX, un musical de Broadway de gran éxito en su momento, Brigadoon de Lerner & Loewe, los también creadores de My Fair Lady, fue perpetuado en el cine por el director Vincente Minelli en 1954 con los bailables de Gene Kelly y Cyd Charisse.

Nos sorprende el buen tino del Ópera del INBA (que imaginamos intencional) de programar I Puritani a 64 años de su estreno en el Palacio de Bellas Artes. De esta temporada memorable, encabezan la lista los nombres de Maria Callas como Elvira y Giuseppe de Stefano como Arturo, acompañados, entre otros, por Rosa Rimoch y la Orquesta y los coros de Bellas Artes dirigidos por Guido Picco.

Una grabación, como mencionamos al inicio el artículo, en vivo, realizada el 29 de mayo de 1952, es atesorada por los melómanos de todo el mundo y, en especial, por los mexicanos. Sabemos que La Callas causó furor (qué novedad) en nuestro país y donde quiera que se presentaba por sus dotes vocales y escénicas pero, sobre todo, por sus hazañas/ atrevimientos belcantistas y por sus desplantes a la prensa y a los directivos de las casa de ópera.

Se conservan otras grabaciones míticas de Callas de esta ópera y otras, tanto en Bellas Artes como en teatros y estudios de grabación. La suerte que Malibrán hubiera deseado o, tal vez, según fuera la realidad, la suerte de no haber grabaciones que deshicieran el mito.

Javier Camarena, el tenor mexicano consentido de hoy, ha tenido la merecida oportunidad de emular las hazañas vocales de sus colegas en todas las óperas que presumen de dificilísimas arias (dúos y concertantes además) para tenores lírico ligeros como es su caso. Con toda seguridad, el repertorio romántico italiano y, en segundo lugar, el francés, exhiben los mejores momentos para esta tesitura.

Imposible evitar las comparaciones con el lugar común, Pavarotti, con el más cercano contendiente actual, Juan Diego Flórez, y los ya lejanos Alfredo Kraus, el mencionado Stefano o Nicolai Gedda. Todos esperamos el desafío de las notas altas, tan excitantes por la delgada línea que separa el sobreagudo bien emitido del traicionero gallo que no espera el amanecer para cantar.

Javier Camarena, seguro, por conocer muy bien sus posibilidades, espera seguir sorprendiendo a su público con su Arturo y otros roles que, confiamos, nuestra Ópera programe para aprovechar el auge de nuestro tenor.