Anna Netrebko en Bellas Artes… Una diva de nuestro tiempo

Por: Enrique R. Mirabal — 21 de febrero, 2015

Predilecta de las temporadas de ópera en el MET de Nueva York y de los más importantes teatros de ópera en Europa y otras latitudes, la Netrebko regresa al Palacio de Bellas Artes tras casi diez años de ausencia y una cancelación de hace unos dos años.

Gran expectación ha despertado entre los melómanos de siempre, los neófitos que descubrieron la ópera en pantalla gigante y de la socialité urgida de eventos. Todo esto es lo de menos, lo de más es que hay que aprovechar que se nos acerque una cantante en el mejor momento de su carrera en lugar de esas figuras en declive que, en sus momentos de gloria, no les interesó venir a México más que en su decadencia urgida de dólares.

¿Por qué una diva de nuestro tiempo como reza en el encabezado? Porque la rivalidad entre Callas y Tebaldi en primera plana de los periódicos es cosa de un pasado muy lejano y La Netrebko es una gran artífice en manejar una imagen con su correspondiente publicidad mediática acorde al gusto de los fans de hoy.

Carismática, desinhibida, orgullosa de su pasado de cendrillon friega pisos en el Teatro Kirov de Leningrado, descubierta por el príncipe-nada charmant- Valery Gergiev alimenta la leyenda con una historia que a todos nos encanta escuchar una y otra vez. Los cuentos de hadas siempre funcionan aunque, a veces, el patito feo metamorfoseado en cisne no implica, precisamente, que su plumaje sea de un blanco inmaculado.

La mejor carta de presentación de Anna Netrebko, junto a su flexible y de largo alcance espectro vocal capaz de llegar desde bajos profundos a sobreagudos, es el timbre oscuro de su voz, ideal para Lady Macbeth y también para ser vocera ViP de Vladimir Putin.

Segura de encantar a todos los públicos, desde Rusia hasta Ciudad de México, pasando por Salzburgo y el MET, Netrebko proyecta con igual entusiasmo y con las manos en la cintura, una cabaletta de exquisita perfección como su solidaridad con las leyes homofóbicas de Putin o alardeando de su donación de miles de dólares para inyectar fondos a la Ópera de Donetsk, ciudad ucraniana copada por los separatistas pro-rusos. Muy responsable en lo cantabile mas no en el parlando.

¿Qué tiene que ver la postura política de un artista o intérprete con lo que hace en su disciplina correspondiente? Nada y mucho. Ser de izquierdas o de derechas no garantiza ni un cuadro o novela geniales ni tampoco la condena al fracaso. La Rusia expansionista que hoy pretende recuperar el esplendor de la era soviética en curioso remix con la gloria zarista nos obliga a recordar los triunfos y fracasos de ambas etapas.

Los zares impulsaron la cultura a la europea con grandes casas de ópera y ballet así como conservatorios de primer nivel mientras las tropas del zar incursionaban en los pogrom y, dicen que, Tchaikovski se suicidó por la homofobia oficial. Los soviets de Stalin y sucesores acurrucaron a escritores mediocres como Shólojov y censuraron las partituras de Shostakóvitch pero contaban con grandes cineastas y excelentes músicos.

Como sea, hay que ver y oír a la Netrebko, estará muy simpática y cercana a su público que la vitoreará merecidamente, eso es seguro. Cantará como no oiremos a nadie en un buen tiempo en Bellas Artes. Conoceremos al nuevo dueño de su corazoncito –Yusif Eyvazov– y que ojalá valga la pena su importación. Otros y otras lamentarán que ya no sea el barítono uruguayo el que insufle pasión a la soprano.

El programa anunciado con Verdi y Puccini a la cabeza vaticina una velada encantadora y deleitable. Anna brillará como de costumbre: el éxito lo tiene bien merecido por su trabajo y su arrojo. Una mujer que se propuso llegar y llegó a la cima con talento de sobra. Disfrutemos a Netrebko y olvidémonos de Ucrania y los gays rusos, están muy lejos de México.