
Por: Roberto Sosa — 13 de julio, 2009
De Benjamin Britten, la ópera Muerte en Venecia, se estrena en México en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, con un elenco integrado por el tenor Ted Schmitz en el papel principal, el barÃtono Armando Gama, el contratenor Santiago Cumplido, Ignacio Pereda y Julio Landa en los roles principales, bajo la dirección escénica de Jorge Ballina y concertadora de Christopher Franklin.
Con esta puesta en escena, el reconocido escenógrafo Jorge Ballina debuta como director de escena. Para esta obra, Ballina demuestra una vez más, su talento y oficio en el diseño del escenario; la creatividad artÃstica de este talentoso arquitecto queda plasmada en la labor que desarrolla en el cumplimiento y compromiso cabal en el quehacer escénico.
Asà al presenciar Muerte en Venecia, la escenografÃa no es un complemento más en el desarrollo de la pieza, la escenografÃa es el elemento más relevante de la obra. El trabajo escénico narra la historia de un personaje más que se integra al desenvolvimiento del espectáculo. En cada acto y en cada escena, el panorama cumple y converge en función del trabajo artÃstico en favor de la ópera.
Con la presentación del Coro y Orquesta del Teatro de Bellas Artes, Muerte en Venecia (en 1971, Luchino Visconti llevo al cine este libreto), se estrena en México con la producción de la CompañÃa Nacional Opera; obra del músico inglés Benjamin Britten sobre el libreto de Myfanwy Piper, basado en el relato Der Tod in Venedig de Thomas Mann. El estreno mundial fue el 16 de junio de 1973 en Snape Maltings, Aldeburgh, Reino Unido.
Escenificada en dos actos, Muerte en Venecia cuenta la historia de Gustav von Aschenbach, un escritor venido a menos que busca en la ciudad de Venecia la inspiración pérdida. En esta ciudad conoce a Tadzio, un apuesto joven polaco que se encuentra con su familia de vacaciones y de quien se enamora. Los acontecimientos suceden durante una epidemia de cólera que azota la ciudad.
Elementos onÃricos llenan las noches de Ascehnbach; los dioses Apolo y Dionisio toman forma en la dialéctica en torno a la belleza y la razón; personajes delirantes aparecen en su sueño, la estética y la hermosura son los rasgos principales en la quimera que le consume, que le agota y lo seduce.
Con un espejo de agua, telones decorados que suben y bajan, partes del escenario en movimiento y complementada con una magnÃfica iluminación, la escena se transforma en la ciudad de Venecia, con sus canales, sus góndolas, la Plaza de San Marcos y las playas del Lido que se avistan desde la habitación de un hotel, sin duda un trabajo inteligente que pocas veces se verá en algún otro teatro en México.
Muerte en Venecia no es una ópera en donde se lucen los cantantes, no existen grandes momentos para aplaudir por la interpretación de una aria del tenor o la soprano. Tampoco lo es de una gran ejecución orquestal y hasta en momentos el teatro pareciera no tener el tamaño para la presentación de una ópera. Pero todo esto se queda en segundo término con el excelente trabajo escenográfico.
“No se trata como en las óperas decimonónicas que el lugar donde sucede la historia es un telón de fondo decorativo, Venecia se vuelve un personaje importante que se transforma, pasa de lo apolÃneo a lo dionisiaco. Venecia es la ciudad de lo ambiguo, el lugar donde la decadencia es bella, donde el agua representa la pureza, pero al mismo tiempo es la muerte, en donde se puede vivir apasionadamente y morirâ€, Jorge Ballina
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