Por: Enrique R. Mirabal — 1 de abril, 2014
La CompañÃa Nacional de Ópera del INBA amplÃa su repertorio mexicano: Atzimba de Ricardo Castro se presenta en el Palacio Bellas Artes en el marco del 150 Aniversario del nacimiento de este compositor considerado como el “uÌltimo romaÌntico del porfiriatoâ€.
Ya lo hemos puntualizado en anteriores entregas pero ahora lo reafirmamos: toda compañÃa de ópera que ostente el calificativo de nacional debe ser representativa del patrimonio del paÃs en cuestión aunque el catálogo no sea ni abundante ni singular.
Asà como en México se catalogan edificios o las fachadas que de ellos se conserven, cartas y crónicas de próceres y personajes de la vida nacional, muestras de las artes visuales de grande o mediana repercusión, las partituras operÃsticas merecen idéntica atención y una curadurÃa confiable ¡Ojo! De ahÃ, la relevancia de reponer, reestrenar o como se quiera ver, dada la tortuosa trayectoria de la partitura, la ópera Atzimba de Ricardo Castro en el Palacio de Bellas Artes, los próximos jueves 10 y domingo 13 de abril.
Castro (1864-1907) fue un músico nacido en Durango y educado, musicalmente hablando, primero, en México y en los últimos años de su corta vida, en Europa. Destacó como pianista y dio conciertos dentro y fuera de México, escribió muchas obras para el piano y algunas que incluÃan la orquesta como es el caso de la ópera Atzimba, estrenada en 1900 y repuesta en años posteriores hasta la última vez que se cantó Ãntegramente en 1952.
Posteriormente, la partitura se desarticuló y sólo se conservaron el primer y tercer actos de un total de tres, por lo que, en esta ocasión, se echa mano a una reconstrucción del segundo acto, a cargo del compositor sonorense Arturo Márquez que no sabemos si abarca sólo la orquestación o también la inclusión de melodÃas y ritmos ¿danzones tarascos?
La Atzimba de Castro inició el programa 2014 de la OÌpera de Bellas Artes en el interior de la RepuÌblica, en febrero pasado se presentó en la ciudad de Durango y en marzo fue puesta en el Teatro Ocampo de Cuernavaca. Este proyecto de la CNO lleva la direccioÌn concertadora de Enrique PatroÌn de Rueda al frente de la Coro y Orquesta del Teatro de Bellas Artes; en la parte escénica, la dirección es de Antonio Salinas y la concepcioÌn del montaje lleva la visión del maestro Luis de Tavira. El trabajo escenográfico e iluminación está a cargo de Jesús Hernández y el diseño de vestuario es una creación de Estela Fagoaga.
El elenco para esta presentación en Bellas Artes es integrado por Olivia Gorra y Violeta DaÌvalos en el papel de Atzimba; JoseÌ Luis Duval y Carlos Arturo GalvaÌn alternaraÌn tambieÌn en el rol de Jorge de Villadiego; Ana Caridad Acosta interpreta a Sirunda; Rufino Montero y Guillermo Ruiz compartiraÌn la actuacioÌn del sacerdote HueÌpac; Armando Gama cantaraÌ a Hirepan y Carlos SaÌnchez al rey Tzimzitcha.
Para los más ortodoxos melómanos, el hecho de la recuperación o reconstrucción del segundo acto de la ópera no deberÃa ser motivo de perder el sueño o el interés en escucharla, más bien, todo lo contrario. Ya podemos contar con una Turandot o un Boris Godunov a la mexicana. Los casos de obras inconclusas o fragmentadas, reconstruidas a la muerte del compositor original no son tan raros como se podrÃa suponer. Entre los rusos, además del Boris de Mussorgsky, también se cuenta El prÃncipe Igor de Borodin, ambas obras con pasajes reconstruidos por Rimsky Korsakov.
A la muerte de Giacomo Puccini, la última escena de Turandot fue orquestada por Franco Alfano, a partir de los bosquejos de Puccini. Varias décadas más tarde, otro italiano, Luciano Berio, retomó el material de Puccini y lo reelaboró en su muy contemporáneo sentido de la música para la escena, quizás mucho más cercano al momento creativo por el que pasaba Puccini antes de morir que la incoherente aproximación de Alfano.
Como quiera que sea, se ha traÃdo de vuelta una ópera mexicana que dábamos por perdida. El hecho es de celebrarse. El libreto original, escrito por Alberto Michel y Alejandro Cuevas, esperemos que se haya respetado, gústele o no a los encargados del montaje su contenido historicista y folklorizante, tan al uso en el siglo XIX y principios del XX (en algunos paÃses, hasta el dÃa de hoy).
El argumento recoge momentos de la llegada de lo españoles a tierras michoacanas y explota los amores imposibles y condenados a su disolución por las costumbres y la religión de las culturas en cuestión. La princesa Atzimba, de nombre y belleza tan exóticos (para los europeos) como Atala o Pocahontas en sus respectivas representaciones, se alza desafiante ante La mulata de Córdoba y otras leyendas nacionales y, pensamos, puede ganarles la partida, si la música compuesta por Ricardo Castro resulta a nuestros oÃdos tan agradable, melodiosa y, por supuesto, cantabile como sus valses para piano.
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