Por: Amanda GarcÃa L. — 20 de abril, 2019
La muerte es tan sólo una de las múltiples consecuencias que puede traer consigo una pasión desmedida. El amor, el odio y la vehemencia son sentimientos que al surgir, son capaces de llevar al ser humano a un punto de quiebre, momento en el que la conciencia se desdibuja entre los lÃmites de la realidad.
Cuando este estado emocional se apropia del cuerpo el resultado puede conllevar a un acto sublime, tal y como lo plantea la propuesta dancÃstica de Rising Art A.C., La pasión, la cual tomó el Alcázar del Castillo de Chapultepec –del 18 al 21 de abril– para escenificar el Viacrucis de Jesús de Nazareth, más allá de la significación universal que este pasaje ha tenido a lo largo de la historia.
La composición musical de Johann Sebastian Bach, La pasión según San Mateo, se compaginó con el lenguaje dancÃstico de principio a fin. La pieza sacramental creada en 1727 por el compositor alemán, hizo posible la construcción de diálogos entre los personajes; conversaciones en las que se aprecia a una sociedad quebrantada ante la falta de decisión por parte de un tercero.
El dominio de la técnica dancÃstica de los bailarines fue el medio para apreciar la personalidad de cada uno de ellos. Jesús, representado por Javier Moreno, manifiesta la divinidad que habita en su ser mediante calidades de movimiento suaves y continuas, mientras que lo terrenal se hace presente en la gestualidad pronunciada y el arraigo de sus extremidades en el piso de marmol.
La visceralidad y cautela con la que Lucifer (Espartaco MartÃnez) transita en el espacio es una aproximación a la ambivalencia que yace en el ser humano; el sÃmbolo de la malicia que lo acompaña en el camino, se descubre como una sombra sigilosa y al mismo tiempo incidente en las problemáticas del entorno.
La presencia femenina es fundamental en la emocionalidad de la puesta en escena. Cinthia Paris, en el papel de MarÃa, y Karla Falcón como MarÃa Magdalena, rompen con la sumisión y fragilidad que caracterizaban a la mujer hace más de 500 años.
Las cadenas y postes de metal que impiden el tránsito de Jesús en la vida son usadas por las bailarinas en el transcurso de la pieza, en representación de la fortaleza interna que hay en cada unas de ellas.
La pasión, bajo la dirección y coreografÃa de Rodrigo González, es un acercamiento hacia los estados afectivos que dominan la corporalidad humana, detonantes de múltiples acontecimientos históricos cargados de tragedia y esperanza.
AsÃ, la transcripción de esta pasaje religioso a la danza contemporánea es muestra de que el cuerpo cuenta con la capacidad de apropiarse de un sentimiento sin importar la temporalidad y el lugar en el que se ubique.
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