Por: Amanda GarcÃa L. — 16 de febrero, 2019
Cuando la palabra es todo lo que se tiene, una hoja de papel puede significar la escapatoria hacia mundos ideales. Pedazos de árbol que se desprenden de las ramas para encarnar en objetos inmutables o pasajeros; ya sea como medio de registro estricto de los dÃas, en forma de calendario, o como cuaderno de apuntes de aquello que no puede ser dicho a viva voz por miedo a ser callado hasta la muerte.
Un diario fue todo lo que Ana Frank necesitó para romper con las paredes en las que vivió encerrada durante más de dos años, en la versión coreográfica de Jessica Sandoval son apuntes de un calvario releÃdo a través del cuerpo de Andrea Rivas quien como intérprete descubre una de las múltiples historias trágicas nacidas a raÃz de la Segunda Guerra Mundial.
Ana Frank es aquella primera relectura que detonó el coreodrama de la maestra Gladiola Orozco, bailarina pionera de la danza moderna en México y directora del Ballet Teatro del Espacio, que se estrenó en 1995 en la interpretación de la misma Jessica Sandoval.
Hoy, es la misma Jessica quien retoma esta pieza para hacer de la vida de Ana Frank un relato dancÃstico que despierta las memorias de una niña con los sueños despedazados por la barbarie nazi.
El escenario es la caja negra en la que transcurren tres años de la vida de Ana Frank, quien pese a su encierro encuentra en las letras, en el baile y en su familia la esperanza de construir una historia fuera de las cuatro paredes que le significan ese forzado aislamiento. El miedo, la ilusión y la desesperación son las emociones que dan a conocer la intimidad de este personaje hasta llegar a la catarsis.
La gestualidad de la intérprete es el elemento escénico que marca el ritmo de la obra. La gran ventana es el espejo donde se descubre su dentadura, la erupción de los ojos en señal de asombro y, las mejillas infladas con juguetona intencionalidad son los rasgos que definen la personalidad de una mujer en el germen de la adolescencia. Ella es Ana, la mujer que desde la danza nos cuenta la historia de Ana Frank.
El segundo soliloquio que integra el programa de Lo inmutable de la memoria es la representación de Ella (s), original de Jessica Sandoval, una pieza interpretada por la misma Andrea Rivas, quien a través de la dramaturgia de Bárbara Colio encarna el universo femenino.
Es el inconsciente y las voces guardadas en su interior que escapan de ella para generar un discurso de fuerza y valentÃa. Metáforas de la feminidad que representan estados anÃmicos acumulados, incluso en el inconsciente. Es el peso de la mirada sobre nosotros mismas.
La acumulación de estados anÃmicos llevan a la bailarina al borde del abismo como un desafÃo al vértigo capaz de colocar al espectador en la misma posición sin sentir el tiempo. Ocho sillas blancas posadas en una alfombra de arena marcan la trayectoria de la historia, simbologÃa corporal como distintivo del poder, de la opresión social, capaz de inmutar negativamente en la memoria.
La iluminación acompaña la escena, aquella atmósfera de incertidumbre y fastidio albergada en el cuerpo como si se tratara de miradas ajenas que emiten juicios a cada pestañeo. Cada pedazo de madera es un lugar para habitarse de manera distinta, una manifestación interna donde la feminidad es llevada hasta el punto de quiebre.
Ana Frank y Ella (s), dos visiones coreográficas de Jessica Sandoval, quien como directora y creativa de la compañÃa Realizando Ideas Artes Escénicas, nos invita los sábados y domingos de febrero y marzo a la intimidad de Un Teatro Alternativa Escénica para ser partÃcipes de Lo inmutable de la memoria, un universo donde la corporalidad frenética y explosiva predomina en la narrativa de dos historias que versan sobre las mujeres y sus circunstancias de vida.
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