Por: Enrique R. Mirabal — 8 de marzo, 2017
Durante más de cuarenta años, el principal ensamble de ballet clásico en México, la CompañÃa Nacional de Danza (CND), habÃa carecido de una producción completa de El lago de los cisnes. En varias ocasiones, desde este medio y anteriores colaboraciones, quien esto escribe, señaló la necesidad de contar con la coreografÃa completa de El lago… en sus cuatro actos, según el trabajo conjunto de Marius Petipa y Lev Ivanov en 1895, puesta en escena del ballet de Piotr Illich Tchaikovski a partir de la que han surgido las posteriores versiones en Rusia y el resto del mundo, obviando los ejercicios de estilo y especulaciones dancÃsticas que proliferaron en la segunda mitad del siglo XX y hasta la fecha.
Pensar en El lago de los cisnes como pieza obligada en el repertorio de la CompañÃa Nacional de Danza tiene como fundamento la asimilación de los cánones del ballet clásico a través de esta coreografÃa icónica y la indisoluble relación entre una partitura de gran vuelo artÃstico y poderosa orquestación como inspiración del coreógrafo. En otras palabras, es un ballet que define el calibre de una compañÃa y le da sustento para crecer.
Este mes de marzo, la esperada coreografÃa se materializó en el Palacio de Bellas Artes en una versión del director artÃstico de la CompañÃa, Mario Galizzi. Concebida en dos actos en los que se condensan los cuatro originales, era inevitable, por razones obvias, la omisión de algunos números en aras de agilizar la puesta y aligerar, para el público no habituado a los ballets de larga duración, una función que podrÃa ser de más de tres horas.
Curiosa solución que no se aplica a las óperas de repertorio, generalmente de mayor duración y a las que ningún director orquestal ni cantantes se atreven a mutilar… pero el ballet, tanto el romántico como el clásico, nació con el estigma del menosprecio al compositor, visto como una factorÃa de compases y melodÃas para lucimiento de las bailarinas.
Fragmentos completos se desprendÃan de un ballet y se agregaban a otros, del mismo compositor o de cualesquiera, sin pensar en la unidad de estilo ni en la coherencia en la dramaturgia. El propio Tchaikovski no pudo librarse de este vicio. Para el estreno de la producción de 1895, ya muerto el compositor, los Ballets Imperiales de Rusia asignaron a Riccardo Drigo la reorquestación de la partitura original y la inclusión de nuevos números, lo que dificulta, al dÃa de hoy, deslindar el original de lo consuetudinario.
Por lo visto en la función vespertina del pasado sábado 4 de marzo, el punto de partida de la versión de Galizzi para la CND es la mencionada coreografÃa de Petipa/Ivanov con algunos cambios que fluyen y otros que se sienten forzados o innecesarios. En la primera escena del primer acto, se eliminó el vals pero también se prescindió en el pas de trois de su entrée que no dura más de tres o cuatro minutos ¿? La figura del prÃncipe Sigfrido, señalado en las notas al programa como el eje de la trama y, en realidad, lo es, aparece como figura decorativa sin intención alguna de mostrar su protagonismo, mientras hay una sobreexposición del Bufón.
El PrÃncipe podrÃa hacerse cargo del pas de trois o bailar el moderato que casi siempre se excluye y que ha sido escogido por algunos bailarines como Nureyev, para acentuar la melancolÃa y la soledad que van de la mano con su personaje. El PrÃncipe sale de escena, al finalizar la primera parte, ballesta en mano y solo. Aparece en la segunda escena, junto al lago, con varios acompañantes. Error de continuidad, se dice en el cine o el manejo de luces nos impidió notar al cortejo de salida.
En la mencionada segunda escena que corresponde al segundo acto original, la entrada del corps de ballet lució por vibrante y por un logrado cruce entre las filas del conjunto y las formaciones que van de cÃrculos a desplazamientos en V como ya se ha establecido en varias versiones.
Sabemos que cada coreógrafo quiere imprimir su sello con detalles que destaquen sobre lo tradicional pero no todos los cambios funcionan con la misma efectividad. El movimiento de los cisnes obstaculizando la visión de Odette y Sigfrido en su esperado adagio asà como el desplazamiento de las bailarinas mientras Odette termina una diagonal en la última escena deslucen el desempeño de los bailarines. Von Rothbart pasa una innecesaria revista a sus filas de cisnes, empañando la imagen.
SerÃa conveniente continuar este análisis después de revisitar esta producción de El lago de los cisnes. Detalles del vestuario (las largas alas blancas del tocado de la Reina madre), mÃnimos es cierto, podrÃan mejorarse asà como las luces. La escenografÃa cumple en atmósfera pero se siente inacabada. En la tercera escena, Baile en el castillo, el grueso de bailarines en escenas de conjunto con los ires y venires de Rothbart y Odile (Bourmeister fecit) se sienten aglomerados más que coordinados.
La asignación de los roles de Odette y Odile a diferentes bailarinas en la misma función puede prestarse a suspicacias en cuanto a solvencia técnica de las intérpretes. Recordemos que dos grandes bailarinas como Galina Ulanova y Margot Fonteyn, exquisitas en su presencia y de suaves maneras y porte estelar, evitaban el reto de hacer Odile por sus evidentes carencias técnicas. No creemos que sea el caso de las primeras bailarinas de la CND.
En la última escena o acto cuarto, sabemos que éste no presume un adagio digno de los protagonistas. Se ha tratado de subsanar esta ausencia interpolando números no originales como Un poco di Chopin de Tchaikovski orquestado por Minkus en el Mariinsky y en el Royal Ballet de UK.
Asaf Messerer en la versión que junto a Gorski hizo para el Bolshoi, traslada una escena del original acto tercero y lo convierte en una emotiva y lucidora escena entre Odette y Sigfrido en el acto cuarto. El mismo fragmento de la partitura aparece en esta versión de Galizzi pero no para ser bailado por el dueto protagónico sino por Rothbart en una escena que no aporta mucho a la trama. Ya entrados en minutos más o menos, podrÃa convertirse en el dueto de amor que no existe en esta puesta.
La CompañÃa Nacional de Danza ha pasado por varias etapas en su ya larga existencia y sabemos que puede recobrar el brillo que alguna vez tuvo con un espÃritu más ambicioso que lastimero.
El lago de los cisnes puede ser la piedra angular para encaminarse a nuevos retos. Pulir, afinar y desbrozar lo que entorpece es trabajo menor si ya se llevó a cabo un proyecto tan ambicioso como éste. El público se lo merece pero la propia CompañÃa, más. Fotos: Jorge Vargas.
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