Danza

Condors… un divertimento que rompe con el estereotipo de la danza

Por: Claudia Magun — 24 de febrero, 2017

Condors, dirigido por Ryohei Kondo, presenta Grandslam, Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, febrero 2017 Un filósofo, un experto en animación, un músico, un actor, un experto en caligrafía, un maestro de arte marciales, uno guapo, otro que se dice comelón, un barman, un burócrata… en total diez personajes masculinos, muy distintos, pero todos con una característica muy propia y una sola definición: la danza como divertimento del cuerpo y el espíritu.

Ellos son Condors, un grupo de japoneses que llegan desde aquel lejano país para presentarnos su arte y éste se llama Grandslam, un espectáculo que apela a la felicidad a través de la visión de Ryohei Kondo, director de esta agrupación que se descubre como todo un referente de la danza contemporánea sin ser el típico estereotipo de los bailarines ya que cada uno de ellos, además del gusto por bailar, ostenta una formación no necesariamente dancística, más allá de eso se pueden calificar como una troupe que plática con su público a través de la gestualidad corporal.

Condors, dirigido por Ryohei Kondo, presenta Grandslam, Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, febrero 2017 Desde su fundación, allá por los noventas en el siglo pasado, Ryohei Kondo apostó por una danza más humana con la cual buscaba “recuperar la ligereza de nuestra realidad, la eterna inmadurez”. Un concepto que juega sin complejos y con mucha seguridad por aquello que más les gusta disfrutar, el baile, pero sin olvidarse de sus orígenes, aquello que viene de la honesta y disciplinada idiosincrasia japonesa.

Ahora, ese desparpajo nos lo muestran en su Grandslam, una danza con la disciplina escénica necesaria pero aderezada con esa chispa que ofrece el placer de actuar sin tanta seriedad, más bien con esa filosofía de pasarla bien, ese don que da el vivir el día con día sin complejos, pero sin olvidar que ante todo son unos profesionales del arte coreográfico, ese lenguaje que habla a través del cuerpo.

En esta propuesta el arte del movimiento es aquel que transmite la esencia de cada escena, pero también hay un paralelo con la cultura pop, un poco de las películas de animación, otro tanto de teatro y que decir del arte de las marionetas que sin estar presentes si otorgan ese sentido de madera e hilitos que parece tan planeado pero que ofrece la libertad de ser quien no eres.

Condors, dirigido por Ryohei Kondo, presenta Grandslam, Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, febrero 2017 Grandslam es un poco de todas las artes pero el protagonista es un grupo de diez hombres que expresan su muy particular filosofía con aquella facilidad que tienen para contar historias en el escenario.

Así, se las gastan estos Condors, son la sonrisa de la vida y la carcajada de la escena formal. Para ellos, las más o menos veinte escenas son el reflejo de un comportamiento insólito, al principio no siguen una narrativa lineal pero al final como dice Ryohei Kondo, son “como el truco de un mago, que nos permite sentir ese efecto de unión que libera y desata un sentimiento de nostalgia que nos recuerda las cosas que son importantes en la vida”.

“El detonador de esta pieza fue la cultura de masas y su mitología, el vértigo y el atractivo de la fantasía. Es una obra que cuenta con una serie vertiginosa de escenas bajo el estilo narrativo ómnibus. Hay virtuosismo, pero por encima de todo hay alma”, Ryohei Kondo.

Condors, dirigido por Ryohei Kondo, presenta Grandslam, Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, febrero 2017 Condors, presenta Grandslam en dos únicas funciones mañana sábado 25 y el domingo 26 de febrero en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, un espectáculo para todos aquellos que además de tener el gusto por la danza, disfrutan de una informalidad que relaja y descubre en el espectador un arte completo que desata una electrizante sensación de libertad.

Un engranaje perfecto que en cada escena arma escándalo y pone de cabeza la escena contemporánea japonesa echando abajo las fronteras de aquello que se considera un espectáculo corográfico. Como bien dice Ryohei Kondo: “esta coreografía representa la eterna juventud y la inmadurez, que es uno de los grandes temas o símbolos de Condors.”

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.