Danza

Compañía Nacional de Danza en Bellas Artes, una primera vista a la Gala Contemporánea

Por: Enrique R. Mirabal — 29 de abril, 2019

Compania Nacional de Danza, Gala Contemporanea en el Palacio de Bellas Artes, abril 2019 El comienzo de la primera temporada del año por la Compañía Nacional de Danza viene acompañado por la puesta en funciones de los nuevos directores de la CND, al alimón, Elisa Carrillo y Cuauhtémoc Nájera. Los dos programas con los que abrió la nueva etapa fungieron como carta de presentación de lo que inferimos será la alternancia entre la tradición del ballet clásico con nuevas (y no tanto) tendencias en el panorama de la danza, un camino o transformación en la que esperamos tenga cabida el método prueba-error.

Cuatro ballets de diversa índole integraron el programa contemporáneo. Palladio de Stanislav Feco con música del británico Karl Jenkins no tuvo relación alguna con la estética del arquitecto italiano del título, identificado por las sólidas columnas de sus monumentos. Un inicio prometedor calcado de la Serenade de Balanchine deviene en un desplazamiento muy trillado de las bailarinas que se pretende contrastar con un toque más contemporáneo a cargo de los hombres.

Compania Nacional de Danza, Gala Contemporanea en el Palacio de Bellas Artes, abril 2019 La solista aparece por momentos para corroborar que no hay nada que hacer con la parte de la coreografía que se le ha encargado. Para finalizar, las cuatro bailarinas acompañantes y la solista, se sueltan el cabello ¡Qué original! ¿Homenaje o copia del ilustre Balanchivadze? Prueba No 1 y resultados: renovar los derechos de Serenade.

Ebony Concert de Stravinsky-Volpi es un pas de deux que fue estrenado el pasado 2018 con una iluminación muy diferente a la que vimos en este 2019.

La principal virtud de la coreografía es su ritmo imparable y una precisa concordancia de música y ejecución dancística, sin descanso ni respiro. El tiempo (10 minutos) debe pasar sin sentirlo. Esta vez, consulté varias veces mi reloj.

La bailarina Mónica Barragán, una solista cuyas cualidades merecían otro tipo de papeles más allá de los de carácter, se despidió de la escena con una coreografía, Casta diva, de su hermana Yazmín Barragán y de Alan Marín. La estética (de alguna forma políticamente correcta hay que nombrarla) de la danza callejera, de los espontáneos performances en el metro o en la calle Madero subieron al escenario de Bellas Artes.

Compania Nacional de Danza, Gala Contemporanea en el Palacio de Bellas Artes, abril 2019 Puede ser una manera de atraer a un público joven usando su mismo lenguaje. Quizás con una demostración, precisamente en su habitat natural, sería una loable iniciativa para acercar a los jóvenes al Palacio de Mármol.

En la segunda parte del programa, tras un intermedio a manera de línea divisoria, Por vos muero, coreografía de Nacho Duato, a partir de música española del Renacimiento y etapa subsiguiente, cambió la perspectiva de la tarde-noche. La integración de la música (grabada) a cargo del catalán Jordi Savall dio pie y caderas para los movimientos creados por el valenciano Duato.

Equilibrio, buen gusto, disfrute de la vista y el oído, celebración de una época de oro de las letras, las artes, la ciencia, entre ellas la cartografía y la navegación que les permitió a los españoles llegar a estas tierras. De los bailes que gozosamente disfrutaban los renacentistas, derivan muchos de nuestros bailes regionales y, aunque la intención de Duato es la de un sibarita más que la de un antropólogo social, he ahí nuestras raíces.

Compania Nacional de Danza, Gala Contemporanea en el Palacio de Bellas Artes, abril 2019 Los integrantes de la Compañía Nacional de Danza, en lo general, mostraron una disciplina y unas ganas de bailar que no manifiestan con frecuencia. Han de estar muy motivados y hay que aprovechar el entusiasmo para proyectar las restantes funciones del año.

De la función de Giselle vista el domingo 28, nos tomaremos más tiempo para pormenorizar detalles, comparar versiones de este ballet y precisar algunos elementos de la puesta en escena.

Adelantamos que la gran sorpresa no fue ver lo que ya conocíamos, la coreografía de Anton Dolin, sino haber disfrutado la interpretación de la bailarina que encarnó, valga la redundancia, en carne y en espíritu a Giselle.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.