
Por: Oswaldo Valdovinos — 5 de noviembre, 2008
Los recuerdos son la puerta al pasado, a una existencia que ha sido y no es posible modificarla ya; a esos pasos que han dejado huella y que son, al fin y al cabo, parte esencial de una existencia, que puede o no tener sentido, pero que sin duda ha conformado la historia individual de cada individuo.
Por supuesto los recuerdos son fragmentarios y en ocasiones pueden jugar una mala pasada: se olvida aquellos que se supone no tiene importancia, pero también eso que ha de recordarse inevitablemente por haber sido parte fundamental del proceso de identidad.
De naturaleza frágil, la memoria es caprichosa y selectiva, pero también traicionera al momento de poner en duda los lÃmites entre la realidad y la ficción. ¿Qué hacer entonces cuando es, precisamente, esta última frontera la que rige el destino? ¿Cómo diferenciar claramente una de otra sin caer en el desvarÃo?
En este sentido es que puede inscribirse Will y Sue, suite shakesperiana (para actores, objetos y ensamble musical), de Luis Rivera López, estrenada en junio en el Salón Dorado del Teatro Nacional Cervantes, en Argentina, y actualmente en temporada en el Teatro Orientación en el Centro Cultural del Bosque, es una puesta en escena que aborda, basado textos shakesperianos y desde una óptica que va de la realidad a la ficción, uno de los pasajes del retiro Shakespeare tomado como referencia y como punto de partida para esta imaginarÃa una carta de su hija Susana.
“Poco o nada sabemos de la vida de William Shakespeare. Solamente algunos datos surgidos de registros formales, entre los que se pueden consignar un matrimonio de extrema juventud, una hija mayor, un hijo muerto a temprana edad, y un extraño silencio luego de concluir La tempestad, sumado a un regreso definitivo a su ciudad natal… Una de las obvias certezas mayores que tenemos es que ha muerto. Y si algo podemos afirmar de Hamlet, Falstaff o Puck, es que están vivosâ€, apunta Luis Rivera.
De esta manera, en escena se ve a un Shakespeare desencantado, enterrado prácticamente en un montón de papeles como una forma de permanecer atrapado en un laberinto que parece conducir a una trampa llena de palabras, a un espacio donde el tiempo no fluye y en cambio permanece como un fiero carcelero empeñado en no dejar escapar al prisionero. Will y Sue es, pues, la representación del vacÃo que precede a la desesperanza y el desencanto.
No obstante, de entre esa maraña desesperanzadora surge la posibilidad de escapar de esos dÃas aciagos a través de las palabras escritas de Sue, su hija enterrada hasta ese momento en ese legajo que parece devorarlo todo.
Y es a partir de ese instante que las criaturas a las que ha dado vida, y confinadas a un sueño obligado, se hacen presentes en su morada para dialogar con su creador, pues al fin y al cabo lo han trascendido al grado de ser criaturas con vida propia.
En este confluir asisten el demonio Calibán, Puck, Hamlet, Enrique III, todos ellos en forma de tÃteres, lo cual le da, visualmente hablando, esa calidad de seres mágicos surgidos de la imaginación shakesperiana. Criaturas que lo confrontan, lo cuestionan, incluso lo amenazan y están dispuestos a atacarlo, y no por alguna razón es especÃfico sino porque la propia naturaleza con que fueron creados los obliga a hacerlo; pero también lo consuelan y lo reaniman, todo ello logrado a través del trabajo actoral y la destreza en el manejo de los tÃteres de Haydeé Boetto y el propio Luis Rivera.
Will y Sue, suite shakesperiana (para actores, objetos y ensamble musical), de Luis Rivera, cuenta con la dirección y las actuaciones de Hayddé Boetto y el propio Luis Rivera López, la escenografÃa de Alejandro Mateo, la música en vivo de Sergio Bátiz y Jacobo Lieberman, los tÃteres de Araceli Pszemiarower y la iluminación de MatÃas Gorlero, y se presenta los lunes y martes a las 20:00 horas en el Teatro Orientación hasta el 9 de diciembre.
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