Teatro

Un judío común y corriente… todos somos tan diferentes como iguales

Por: Susana Fernández — 24 de noviembre, 2019

Alberto Lomnitz actua en Un judio comun y corriente. Teatro Lucerna, noviembre 2019 ¿Qué sucede cuando uno se sumerge dentro de su más íntima esencia y destapa recuerdos, vivencias y experiencias de vida…?

En tiempos donde existe una tendencia internacional a acentuar aquello que nos separa, desde el color de nuestra piel, posición política, preferencia sexual, cultura y origen, pareciera que el ser humano tiene una imperiosa necesidad por alejarse de los otros, más allá de encontrar rasgos y situaciones que generen una empatía con nuestros semejantes.

Escrita por el dramaturgo suizo Charles Lewinsky en una adaptación de Daniel Goldin y Alberto Lomnitz, Un judío común y corriente es un monólogo que nos lleva a encontrarnos con la disertación de un actor judío no practicante ante la última encomienda de un amigo muerto: llevar a la escena teatral una obra que él escribió. Así, esta producción de Arón Margolis y Andrea Salmerón explora la esencia de la cultura, la religión, las tradiciones y sobre todo las perdidas que ha llevado el milenario emplazamiento del pueblo judío que sin pedirlo ha sufrido como eternos errantes.

Alberto Lomnitz actua en Un judio comun y corriente. Teatro Lucerna, noviembre 2019 Concebida como un ejercicio en solitario actuado y dirigido por Alberto Lomnitz en mancuerna con Enrique Singer, Un judío común y corriente es una puesta en escena donde se intercambian ambos roles.

Cuando uno es el que actúa, el otro dirige y viceversa, lo que añade un interesante plus por ver a dos experimentados hombres de teatro en el escenario en este ejercicio donde más allá de ver la diferencias que puede haber entre las diversas culturas lo valioso radica en encontrar aquello que nos une como pueblos.

Es una perfecta disertación escénica donde el protagonista –de origen mexicano– hace una revisión sobre las diversas razones que existen para no querer aceptar el reto de llevar al teatro una obra escrita por uno de sus más queridos amigos. Una excusa que utiliza el dramaturgo para compartir un diálogo con el público sobre la problemática que significa para un judío vivir, en nuestro tiempo, dentro de las costumbres, consideraciones y reservas de una sociedad tan distante como puede ser la judía.

Alberto Lomnitz actua en Un judio comun y corriente. Teatro Lucerna, noviembre 2019 Conforme se desarrolla la trama, el actor comparte el significado de las tradiciones y normas que conforman su identidad como miembro de una comunidad religiosa, aunque él no se considere un judío ortodoxo.

Así, poco a poco este ejercicio teje un discurso que nos habla de la falta de universalidad que sostiene al ser humano, la urgencia de sentirnos parte de algo, de sentir orgullo de nuestro origen y aceptar nuestro mestizaje como una característica más de nuestra identidad.

Con finos toques de humor donde el poder del texto se mantiene gracias a la fuerza del actor, la trama de Un judío común y corriente se desarrolla en la intimidad de un pequeño departamento –diseño de espacio e iluminación del maestro Matías Gorlero–, a partir de un monólogo que propone la reflexión de “ser tan diferentes o iguales como punto en común”.

Alberto Lomnitz actua en Un judio comun y corriente. Teatro Lucerna, noviembre 2019 Con la actuación (en video) de Daniel Goldin y la antes mencionada mancuerna de Alberto Lomnitz y Enrique Singer alternando el papel protagonista, Un judío común y corriente ofrece funciones de viernes a domingo hasta el 1 de diciembre, en el Foro Lucerna del Teatro Milán, un homenaje in memoriam al actor Abraham Stavans (1933-2019) que no sólo discursa sobre una única cultura, religión o sociedad, habla del hombre y su entender y actuar ante la vida.

Al final, todos somos parte de una humanidad que, a pesar de sus creencias religiosas, habitamos el mismo planeta y supuestamente como dicen todas los credos y doctrinas o como se quieran llamar, debemos regirnos por las mismas leyes, por que, aunque nuestro Dios sea diferente, los principios son los mismos, el amor hacía nuestro prójimo o como bien se dice respetar es la base de todas creencias.

“Un viaje al interior de uno mismo, donde se plantea que pese a ser tan diferentes somos casi iguales, o al revés: que pese a ser casi iguales somos tan diferentes”.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.