Tom en la granja, un juego de las apariencias que se mantiene hasta que irrumpe la realidad

Por: Roberto Sosa — 1 de mayo, 2012

“Antes de aprender a amar, los homosexuales aprenden a mentir. Somos unos mitómanos valientes”, Michel Marc Bouchard.

Un piso de madera, una mesa y tres sillas conforman el espacio; Tom cavila con la mirada fija en la madera, su presencia obedece a un impulso, a una necesidad por conocer a la familia de su amante. A Tom le arrebató la muerte lo que más amaba. El reeencuentro es en la granja de la familia, con la madre y el hermano, con la presencia de quien ya murió, un muerto que toma el papel protagónico y se hace presente en todo el desarrollo de la historia.

Para Agathe, la muerte de su hijo, es el dolor más grande que ha tenido que enfrentar, Tom representa un paliativo. Francis desahoga todo su dolor de forma violenta con el visitante, el fallecimiento de su hermano lo tiene con el ánimo exaltado, intolerante.

La madre lo recibe con gusto, le ofrece su casa, lo acoge con alegría; el hermano homofóbico lo somete, golpea y amenaza, sabe de la relación que hubo entre ellos. En el ambiente campirano, el citadino no es bien recibido…

Tom en la granja del dramaturgo canadiense Michel Marc Bouchard se presenta por primera vez en México en el Teatro Santa Catarina, un excelente montaje llevado a la escena por Boris Schoemann, que aborda la historia de Tom, un joven que después de la muerte de su amado decide viajar al campo para su funeral y conocer a su familia política. Sin embargo la dinámica familiar le obligará a sostener una serie de mentiras que poco a poco se saldrán de control, al darse cuenta que desconocían la relación amorosa que tenía con el difunto.

En un medio completamente rural, Tom encuentra un sitio totalmente lejano de su mundo sofisticado, es un universo ajeno al suyo. Cuatro personalidades diferentes y disfuncionales en torno a un acontecimiento que les cambió el rumbo a sus vidas. Una madre que cierra los ojos ante una verdad que no quiere aceptar; dos hombres que tienen en común a un hermano y a un amante y una supuesta novia que “descompone” la escena: Sara quien aparecerá como la novia del desaparecido, para llevar más lejos la mentira, se presentará como una extranjera que no entiende el idioma.

“Más que una obra sobre la homofobia, Tom en la granja es una obra sobre la mentira. Desde muy joven Bouchard ha escrito sobre temáticas homosexuales, sin que sea teatro gay en donde se exhiben hombres desnudos. Más allá de esto se trata de texto sutil que toca fibras muy sensibles”, Boris Schoemann

Tom en la granja que cuenta con la participación de Verónica Langer, Pedro de Tavira Egurrola, Leonardo Ortizgris y Alaciel Molas, nos ofrece una cruda realidad sobre el significado de la ley del silencio o el ocultar una identidad, el tratar de ser una persona distinta… el porqué de las mentiras que se construyen una tras otra hasta derrumbarse.

En la interpretación de Tom, Pedro de Tavira Egurrola realmente nos presenta a un personaje que convence sobre lo peligrosos que puede ser este juego de las apariencias que se mantiene hasta que irrumpe la realidad: “Cuando Tom llega a esta granja y se entera que es un extraño, lo lógico sería irse, pero de repente surge la curiosidad de saber quién era su pareja y surge también una necesidad de no estar solo ante su muerte”. Por su parte Leonardo Ortizgris dice: “Los valores establecidos ponen en problemas a una familia y la idea de Francis es proteger a su madre con la que mantiene una relación a partir de los silencios y las mentiras”.

El texto de Bouchard es sólido, con personajes bien estructurados y bien interpretados. Desde su perspectiva y con la visión de quien entiende el idioma, la cultura y el pensamiento de estos autores, Boris Schoemann traslada al escenario la fuerza dramática de la obra, la transpone y la traduce al quehacer teatral con acierto; se nota la afinidad entre el director francés y la dramaturgia canadiense, misma que se hace patente en este montaje.

La escenografía está diseñada por Jorge Ballina (para muchos, el mejor escenógrafo de México y quizá uno de los mejores del mundo). Frente al espectador se presenta un simple piso inclinado y una pared de madera, alrededor hay paja; sobre el entablado está una mesa y tres sillas, y a partir de esto, Ballina transforma el escenario, un ámbito rural de manera sorprendente; la iluminación de Fernando Flores Trejo complementa la creación escénica.

La mentira compasiva, la mentira verdadera, la mentira absoluta, la mentira amistosa, entre otras formas de mentira, es el punto central de Tom en la granja. Fotos: Andrea López.