
Por: Susana Fernández — 8 de julio, 2010
He de confesar que cuando me interesé por ver Todos somos Roger, lo hice básicamente por la curiosidad de ver un trabajo de la compañÃa Cirko de Mente, a la que el sentido de lo lúdico y el malabarismo inteligente se le da con bastante gracia. Para terminar de convencerme basto con descubrir que la autorÃa de este espectáculo correspondÃa a Juan RamÃrez, director del grupo de danza contemporánea OnÃrico, lo que de entrada auguraba calidad y talento al montaje.
Después del gran éxito que les significó el Proyecto Fibonacci, realizado en colaboracion con The 7 Fingers y ArtCirq de Canadá, Cirko de Mente retomó el proyecto de Todos Roger, estrenado el año pasado en una de esas breves temporadas de fin de semana en el Teatro de la Danza –una de esas que no permiten la recomendación de boca a boca o una difusion plena para cuando ya se fueron– y, para gran benéplacito de quienes gustan de la propuesta de este grupo circense la obra regresó en junio a la Gruta del Centro Cultural Helénico, donde se presenta todos los martes –hasta el 31 de agosto– con gran aceptación.
Bajo la dirección Andrea Peláez y el propio Juan RamÃrez, Todos somos Roger es una divertida pieza que delinea cuatro personajes o un individuo cualquiera que puede tener cuatro personalidades distintas.
Confinadas a un espacio reducido donde distintos objetos como la música, pelotas o simples almohadas, les permiten desconectarse de la realidad o conectarse a un universo propio donde lo que reina es la imaginación y la fantasÃa generada lo mismo al ritmo del acordeón que debajo de la cama de donde surgen múltiples situaciones.
Con un estupendo trabajo actoral donde los cuatro locos logran con gran disciplina y técnica transitar por la tristeza, la alegrÃa, la ilusión, el desconcierto o el miedo, el público se ve arrastrado –sin ningun reparo– a una serie de situaciones donde la carcajada se suelta sin dificultad ni miramientos.
Se trata de una historia que puede tener dos lecturas, ser un buen ejercicio de genial demencia que divierte llanamente por la destreza, ingenio y sincronia que lucen en cada movimiento sus protagonistas o, en terminos más serios y profundos, una metáfora de los encierros y huÃdas que la propia mente fabrica para evadir una realidad cuando el hombre se encuentra en situaciones difÃciles, nuevas o inclusive extremas.
En ambos casos, lo que prevalece es el excelente desarrollo histriónico de los intérpretes Ramón Solano, Leonardo Constantini, Nicolas Ormazabal y Sergio Langarica, quienes sin un texto formal realizan un excelente ejericio gestual que guÃa sin complicaciones al espectador. A esta actuación se suman una serie de inventivos elementos escénicos y una multimedia que aun cuando no es fastuosa, sà es muy ingeniosa y acertadamente utilizada, concebida por David Camargo y Ricardo Peláez.
Todos somos Roger reúne las técnicas de clown, mima corporal, malabarismo, música y video presentando una historia llena de genialidad, que habla sobre los encierros de la mente, del corazón, de la genialidad, la hipersensibilidad y demás rarezas de los seres humanos, llevándonos por un universo incoherentemente elocuente.
En una escena nacional donde abundan los rebuscamientos y –en ocasiones– sobrevalorados textos, Todos somos Roger es una buena oportunidad para reÃr, para disfrutar el acto mágico del hecho escénico, para pasar un buen rato sin pretensiones pero con talento en demasia… porque eso también es el teatro.
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