
Por: Aracely Cortés — 22 de septiembre, 2012
Cuando un texto tiene como antecedente la respuesta que lo ha llevado a convertirse en un referente, es un reto recuperarlo y lograr un buen trabajo TÃo Vania es una obra escrita en el siglo antepasado (1897) por el dramaturgo ruso Antón Chéjov, quien la hizo y rehÃzo, quitó e incluyó nuevos personajes, asà como escenas; tomó pasajes de otras obras y finalmente dejó a los personajes vitales que en torno al TÃo Vania tienÃan una presencia relevante.
En la versión que hace David OlguÃn sobre la traducción de Ludwik Margules, para llevarla a la escena universitaria, este texto cuenta una historia extraordinaria que exige de los actores un alto compromiso emocional y una minuciosa artesanÃa escénica.
David OlguÃn en su papel de director merece una mención especial, en esta su versión cumplió a carta cabal, porque sustentado en una historia de esta naturaleza y con la calidad actoral de su elenco, digno del aplauso, llevó de una manera extraordinaria un trabajo redondo que logra darle al TÃo Vania un tonalidad muy actual, otorgándole una carga humana relevante que busca enfatizar los conflictos interiores más que la narrativa de la anécdota.
El elenco invitado para desarrollar este conflicto que retrata, a fin de cuentas, un apocalipsis interior, es integrado por la siempre espléndida actuación de Arturo RÃos que representa el papel de Iván Petrovich Voinitzki, conocido como Vania; la actriz Laura Almela personifica a Elena Adreevna; el personaje de Sonia Alexandreevna cobra vida gracias a Esmirna Barrios; David Hevia caracteriza al doctor Mijail Lvovich Astrov; Tina French desarrolla al personaje de Marina Timofeevna; mientras que Mauricio Davison nos da conocer con su brillante trabajo a Alexander Vladimirovich Serebriakov; por último Rubén Cristiani es Ilia Ilich Teleguin y Raúl Espinosa es Efin.
También destaca la escenografÃa, que aun cuando es sencilla, es la adecuada, con las pretensiones que la obra misma requiere, dicho trabajo a cargo de Gabriel Pascal, pretende ser un paisaje mental, sintetizando al máximo la metáfora de un universo devastado.
Se trata de un espacio aséptico, relativamente abstracto, donde el minucioso realismo de actuaciones apasionadas destaca ante un mundo donde la naturaleza es una plancha de cemento o una pared de metal propia de un mundo industrializado y frÃo.
Recordemos que en esta historia el tÃo Vania es la cabeza de una familia de campo en la Rusia de finales del siglo XIX. Vania es el microcosmos de la derrota humana, de la pérdida de expectativas en el futuro del hombre, es el universo de la frustración y el absurdo de los emprendimientos humanos llevados al tuétano de los personajes. Su camino lo ha guiado el deber y ha vivido para los demás postergando sus propios anhelos.
En plena crisis vital por su sentimiento de fracaso individual, por la frustración que lo asfixia en una edad donde ya no puede dar golpes de timón, Vania administra, en compañÃa de Sonia, su joven sobrina, una propiedad en decadencia.
En esta visión escénica que David OlguÃn presenta en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, la hacienda heredada por la primera esposa del profesor Alexander Vladimirovich Serebriakov, es donde se combina la ira, la frustración, los deseos y el talento de los personajes.
Ahà han transcurrido los años de Sonia, también han pasado algunos veranos desde que la segunda esposa de Serebriakov ha llegado a la casa; despertando un intenso y profundo amor tanto por Vania como por el médico del señor de la casa; que llama al galeno a cada instante y por cualquier razón.
Sin saber que las visitas de éste despertarÃan un triángulo amoroso singular donde los involucrados quedan sin respuesta; cada quien en su intimidad, ama y quiere estar con la persona deseada, pero las condiciones no logran que ninguna relación se concrete.
Como casi en todas las familias, cuando se trata de tocar intereses, en este caso materiales, surgen reproches, guardados de antaño, que no necesariamente están ligados a los bienes materiales; es asà que justo cuando se anuncia la venta de la hacienda, aquellos que pretenden sacar partido de esta operación, resaltan que cada quien, en su papel, han aportado a la formación de esa familia y lo injusto que resulta que se queden prácticamente sin casa y algunos de ellos, sin futuro.
El TÃo Vania es profunda, porque exhibe las fortalezas y las debilidades humanas, lo complejo que son los entramados de las relaciones familiares y la lealtad que hay en torno a ellas. Los amores frustrados también son una fuente inagotable para mostrar a cada individuo en una total indefensión; y justo eso es lo que le ocurre al personaje central, que en interpretación de Arturo RÃos, se convierte en un protagonista entrañable.
Para quienes conocemos la trayectoria de RÃos, sabemos que su participación en cada proyecto en que se involucra, es garantÃa de una actuación profunda, entendida desde el origen del texto, trabajada desde los sentimientos del guión, y en este caso no fue la excepción.
Una aristocracia en decadencia, que tiene la necesidad de salir del confort no es algo ajeno a los tiempos que corren; la necesidad de vincularnos con lo humano y sus expresiones, es algo atemporal, por eso esta propuesta de David OlguÃn sobre el la obra de TÃo Vania de Chéjov –que fue estrenada 100 años antes– sigue vigente, porque alude la esencia de la vida, porque refleja el apocalipsis interior de un puñado de destinos humanos, la manera peculiar en que el tiempo se instala en el interior y el transcurrir de los dÃas que minuciosamente derrumba esperanzas y hasta justificaciones de vida. Fotos: Andrea López.
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