
Por: Aracely Cortés — 1 de agosto, 2013
“En estos tiempos Dios se esconde, por eso ocurren tantas calamidades…†Herodes en Salomé de Oscar Wilde.
En una versión libre del texto original del poeta, escritor y dramaturgo irlandés, Mauricio GarcÃa Lozano se adentra en los caminos bÃblicos y nos presenta Salomé, interpretada con gran acierto y entrega por Irene Azuela.
La mujer seductora que se obsesiona con lo desconocido, con lo prohibido y con todo lo que representa un desafÃo es plasmada con gran tino en esta puesta que lleva la visión de GarcÃa Lozano, quien también es traductor y adaptador del texto.
En la historia vemos a una seductora joven que se desenvuelve en palacio en su calidad de princesa de Judea, hija de HerodÃas –interpretada por la actriz AÃda López–, sobre quien pesa el pecado de haber sido esposa de dos hermanos; uno de ellos, Herodes Antipas (José Sefami).
Este trÃo de personajes tienen como parte de su personalidad un pecado capital. Salomé sufre de avaricia y soberbia; Herodes de lujuria y en Herodias su pecado es la ira, en ellos se ejemplifica la decadencia de una sociedad que presa de sus propias necesidades, obedece y se conduce a partir de caprichos y deseos inmediatos sin que asome un resquicio de moral.
Sobre este punto, cabe resaltar el excelente trabajo y réplica que logran sobre el escenario tanto Azuela como Sefami, ella por aquella sensualidad y locura que orilla a la tragedia, mientras que él es la lascivia que lo consume todo, ambos conforman un diálogo en escena que se disfruta desde la butaca.
La contraparte de la puesta se centra en la voz del profeta, que en el texto de Wilde hace alusión a Jokanaán o Juan el Bautista, interpretado por Leonardo Ortizgris, “hombre santo†quien rechaza las insinuaciones amorosas y sexuales de la princesa de Judea, y con esto provoca en ella una acción-reacción inspirada por eros y thanatos.
Es aquà cuando se advierten los primeros tintes de tragedia, Salomé, movida por el amor, la pasión y el deseo, es presa de la venganza ante la negativa del profeta, el deseo por poseer aquello que le está negado la lleva al grado de pedir un crimen.
Su petición hace eco en los oÃdos de Herodes Antipa, él es otro que sucumbe ante el gusto sexual que siente por su hijastra. El trato se ha establecido, a cambio de un baile, el monarca le ofrece la mitad de su reino, joyas preciosas, oro, mirra, y todos los tesoros que él posee.
En medio del escenario, un estilo de baño romano –realzado con el estilo fino de Jorge Ballina– enmarca los diálogos y el drama de la historia de esta frÃa y apasionada princesa que es instigada por Herodes y su séquito para bailar y pedir la recompensa que ella considere necesaria.
En lo alto, la Luna roja advierte violentos sucesos, todos intuyen la presencia de la muerte rondando cerca del palacio, nadie se detiene, todos desbordan sus emociones, mismas que son resaltadas por cada matiz de iluminación –concebida por Ingrid Sac– que redondea la escena.
El erotismo fluye durante el baile que realiza la mujer convertida en deseo, los hombres que presencian su arte se deleitan con su belleza, mientras las profecÃas se van cumpliendo una a una.
Finalmente, la princesa solicita la cabeza de quien la ha despreciado, el intercambio le parece excesivo a Herodes y aunque trata de convencerla de retractarse no lo consigue, el cumplimiento de su palabra traerá para Salomé un funesto desenlace.
En una imagen entre locura, pasión, amor y dolor Salomé besa la cabeza del profeta que yace inerme entre sus manos, le profiere toda clase de elogios, aunque termina por comprender que nunca tendrá la respuesta que ella deseaba. El final se acerca la tensión permanece en el escenario, el espectador sabe que está ante un trabajo que lo ha hecho vivir la intensidad de cada personaje.
Salomé, es un relato breve donde hemos palpado toda la pasión de esta antiheroÃna inmortal, asà como el universo de emociones que la rodean, un universo consebido por Mauricio GarcÃa Lozano, quien una vez más se nos descubre como un director vigoroso que sabe como darle dinamismo, sensualidad y sobre todo el toque humano a la narrativa escénica, en un abrir y cerrar de ojos nos ha llevado a vivir desde el deseo carnal más animal hasta la convicción más pura del ser humano.
“Salomé, es una obra que tiene muchas obras dentro de ellas, pero fundamentalmente aborda el deseo, esa fuerza que mueve montañas y pone al mundo a girar. El montaje rinde tributo a ese espÃritu primitivo que guarda Salomé, porque todo lo que desea cada uno de los personajes es algo brutalmente prohibido, oscuro”, Mauricio GarcÃa Lozano
Esto y mucho más es Salomé, sino la Mejor –desde mi particular punto de vista– sà una de las más completas producciones escénicas de este 2013. Corta temporada de viernes a domingo en el Centro Cultural Helénico, ¡no puede dejarla de verla…!
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