Por: MarÃa Teresa Adalid — 7 de agosto, 2007
 Hablar de la tragedia naturalista es remitirnos a La señorita Julia de August Strindberg (1888). En ella encontramos el tema base que trata la diferencia de clases sociales, cuando una aristócrata seduce a su criado, este caos no tiene otro deceso más que la muerte. Strindberg se refiere a esta obra como “He elegido un tema –o quizá me haya dejado seducir por él– que puede decirse que está al margen de las luchas partidistas actuales, ya que el problema del ascenso o la caÃda social, del conflicto entre superior e inferior, mejor y peor, hombre y mujer, es, ha sido y será de permanente interésâ€. La señorita Julia personaje de veinticinco años, Juan, el criado de treinta, Cristina, la cocinera de treinta y cinco años, todos se ubican en la cocina del Conde, en el ambiente festivo de la noche de San Juan.
En el siglo XX, el dramaturgo inglés Patrick Marber (1964) sigue la lÃnea de acción, de acenso y descenso hacia la burguesÃa retomando a los tres personajes de Strindberg, Julia, Juan y Cristina para reubicarlos en una casa de campo inglesa en julio de 1945, acompañado de las repercusiones sociales del momento, del triunfo electoral del Partido Laborista y la ruptura de una prometida revolución social, el resultado es Después de ti, señorita Julia.
La directora Sandra Félix selecciona este texto para su escenificación, la cual se lleva a cabo los martes en la Sala Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, convocando a los actores Marina de Tavira, Antonio Rojas y Milleth Gómez, y de nueva cuenta haciendo la mancuerna con su esposo Philippe Amand en la producción ejecutiva.
 El texto de Marber presenta un argumento cargado de acontecimientos, retrata a una Julia que ha padecido tanto la ausencia de una madre como la del padre. Debido a esa orfandad, su camino solitario le ha merecido ser una persona con poca certeza de juicio ante la vida. Su madre ha muerto, y el padre ha descuidado su educación, por consiguiente su cerebro se degenera, y el poco interés que manifiesta, se plasma en la excitación por el baile y en el cuidado de su pájara. 
El alma de los tres personajes es compleja y desgarrada, los unen retazos religiosos, morales y sociales. Su posición se alterna simultáneamente en determinado momento, lo que permite a los tres individuos jugar con los mismos diálogos hirientes uno sobre otro de manera indistinta. Algo sumamente punzante y con momentos altamente climáticos y sexuales que actoralmente no se alcanzan a concretar. Toda la relación que oscila entre Julia y Juan es pasión-odio-frustración-deseo-exitación y transmisión de la miseria humana. Todo este cúmulo de emociones se queda mayormente en rasgos dibujados pero no vividos desde su interior. Sólo se percibe de manera reiterativa con los congelamientos de los cambios de escena de los que se vale la directora para hacer énfasis en la emoción y acción, acompañado de una música sutil de los años 40, que también se repite constantemente y que recuerda las cortinillas de las pelÃculas antiguas. Algo que interrumpe la capacidad de reflexión del espectador y que es un pequeño distractor ante los estÃmulos alcanzados por la historia.
La señorita Julia es un personaje que se debate entre la hipocresÃa, degeneración, instinto y frustración, toda esta carga de emociones corre por sus venas, –en mucho se apunta a la herencia materna– lo que vuelve a una lectura más profunda, se habla de la transmisión de toda la miseria heredada a la siguiente generación, lo cual, si bien es difÃcil de alcanzar en una serie de matices, la protagonista naufraga en el intento por lograrlo como lo hace su personaje cuando sucumbe. La técnica vocal se quiebra en la impostación, y el manejo del timbre (agudo) no es controlado.
 Por otro lado la importancia de Juan, es la evolución de la clase oprimida en un nuevo contexto social, el criado anhela ser un futuro caballero, es altamente observador y desarrolla un sentido estético al servir al padre de Julia (a quien le limpia los zapatos como un esclavo), esa ambición y su desagrado de convivir con sus iguales es el impulso para lograr su propósito sin el menor remordimiento, algo que tampoco se alcanza a percibir por completo, sobre todo cuando se trata de vulgarizar la condición del criado que tiene el control sobre la dueña de la casa, el siervo se impone al noble, la superioridad que este poder representa en un ser sin escrúpulos y ambicioso es fatal, aunado a la fuerza masculina y viril que debe desencadenar la violencia y agresión, esa mezquindad sórdida, no es del todo transmitida. 
Cristina, personaje secundario, es el servilismo, se escuda en la moral y la religión, donde adquiere el respectivo perdón para sus pecados, personaje que con su sola presencia y sin necesidad de palabra, con una imagen enfatiza, engloba y encauza la acción que sucede en escena, asimismo el padre de Julia nunca aparece en imagen, le conocemos a través de los diálogos que nos esbozan un perfil, sabemos que está ahÃ, es una especie de fantasma que ronda la razón de todos los personajes, un dato más que otorga el autor para el espectador.
Esta puesta se acompaña de un concepto de diseño de escenografÃa e iluminación cuidado, sencillo y eficaz, encerrado en una caja negra, donde sobresalen los detalles escuetos que orillan a la imaginación para completar la imagen del escenario. El vestuario luce coordinado y finamente elaborado acorde con la época, diseñado por Tolita y MarÃa Figueroa.
Después de ti, señorita Julia, una mezcla de lo nuevo y lo viejo, un retrato de la naturaleza humana y una reflexión acerca de las batallas de la vida. Fotos: Phillippe Amand
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