
Por: MarÃa Teresa Adalid — 2 de septiembre, 2007
La interpretación divina de los Dioses se conoce a través de los oráculos. Delfos, al pie del Parnaso, anunció desde el trÃpode, con respuesta ambigua y enigmática la suerte de Edipo, que sin saberlo mató a su padre (Rey de Tebas) y desposó a su madre (Yocasta).
Sófocles nos hizo herederos de 7 tragedias. Una de ellas, AntÃgona es traÃda a los escenarios abordando los diálogos de Ismene y AntÃgona a través de las reflexiones de la compañÃa El laboratorio de la máscara.
La propuesta inicia con un juego escénico de improvisación muy lento. Se trata de integrar al espectador a la historia como parte de la voz de la humanidad, por lo tanto depende de la participación del público (que escuetamente se atreve a participar) para desarrollar la secuencia de los diálogos conduciendo a fuerza el texto al lugar común de la tragedia de unos hermanos que desataron una guerra. El origen de los mitos, simbólicas leyendas, evocaciones ambiguas es descrito para conducir todo a la pregunta esperada: ¿Alguno tiene hermanos? y a partir de este momento soltar los ecos fantasmales que persiguen a los herederos de Edipo y Yocasta: Ismene, Eteocles, Polinices y AntÃgona. Un preludio extenso con dos viejas en un ambiente rústico que son el coro.
De la tradición proviene que el actor encarne a diversos personajes mediante el cambio de indumentaria. Indira Pesado es la vieja BacurimÃ, Ismene y Creonte; por su parte Jessica Gámez es la vieja Fátima y AntÃgona. Ambas mujeres representando papeles ayudado por máscaras que exageran las lÃneas de expresión, con abertura en la parte inferior de la boca y barbilla para liberar la voz. Las viejas visten ropa de tejido color pardo, sÃmbolos distintivos que las asocian al pastoreo y vida campesina. Las intérpretes se despojan de las vestiduras para lucir dos vestidos sencillos de tela rectangular blanca de costado abierto prescindiendo de calzado para encarnar a Ismene y AntÃgona.
La escenografÃa evoca el ambiente rústico de zonas agrÃcolas; ramas, sencilla cerámica en cántaros para llevar agua y semillas. Objetos minimalistas que son explorados y adquieren nuevos significados sobre la escena, una fusión entre el intérprete y la materia de manera creativa logrando ilusiones visuales.
Nacido en Colono, Sófocles (495-406 a.C) llevó a la cumbre a la tragedia griega, añadió un tercer actor a la propuesta de Esquilo (Tespis introdujo el primer actor) y 15 coristas (Esquilo propuso12), rivalizó en todo concurso dramático con EurÃpides y a los ochenta y cinco años se consagró con AntÃgona.
Esta heroÃna demostró que en su manchada estirpe existió sangre bondadosa y con certeza humana, acompañó al destierro a su padre Edipo -tras haberse sacado los ojos con los broches de Yocasta- y trató de dar sepultura a su hermano Polineces, pese a las leyes del Estado.
La propuesta es a partir de la muerte de los hermanos Eteocles y Polineces y la afectación en el entorno social y emotivo de quienes acompañan el dolor de esta tragedia. La inspección dramática se vierte pues en el personaje clave de AntÃgona que por encima de su hermana Ismene se atreve, guiada por el amor filial y de sangre a desafiar las imperantes leyes del Estado. La comparación con El péndulo del mundo, tÃtulo de esta propuesta, es a raÃz –según explica su equipo creativo– del movimiento oscilatorio constante, contradicción permanente y péndulo del mundo.
Eteocles y Polinices militaban en filas contrarias. Por augurios de Edipo se enfrentaron en una sanguinaria guerra y los hermanos se dieron muerte entre sà con espadas. Creonte (hermano de Yocasta) aprovechando esta debilidad se proclama Rey de Tebas. En su juicio ordenó no sepultar el cuerpo de Polinices debido a que le consideró traidor a Tebas. Advirtió que aquél que osara ayudar a darle sepultura, quedarÃa también sepultado vivo.
Al negarse ese hecho –que era fatÃdico–, el espÃritu era condenado a vagar por la tierra eternamente. El cadáver de Eteocles fue rendido en honores fúnebres. AntÃgona, por piedad decide sepultar a su hermano pese a las órdenes del Rey, y al cumplir los ritos funerarios es sorprendida y encerrada en el sepulcro de los muertos. Creonte se niega a construir una tumba para el muerto y AntÃgona es castigada por los hombres al ejecutar un acto de piedad. El destino conduce a que AntÃgona se ahorque.
Se logran cuadros estéticos y poéticos con materiales naturales mÃnimos que ayudan a la dramaturgia. Por el contrario, las lamentaciones, sin duda arduas y difÃciles ejecutadas por la hija y hermana de Edipo, tienen déficit en el desempeño. Se nota esfuerzo, y que cuesta trabajo alcanzar al personaje, porque en momentos se desborda y no fluye de manera natural; es un estira y afloja. Los sollozos y voz de la angustia por momentos se destempla y no de manera intencional, el sonido y la vibración de las cuerdas vocales falla por el aire expelido a los pulmones.
Creonte en túnica oscura, máscara y calzado militar, utiliza un recurso vocal acorde a la destrucción, su expresión es energética y nÃtida, suelta frases fuertes que nos recuerda que el mal engreda mal, una primicia de lo que más tarde le sucederá, una agonÃa en el trance de la supuesta victoria. Ismene con control de la escena y medida.
Con esta propuesta se atestigua que los dramas atenienses trascienden en el tiempo, que son el dolor puro y la forma de transmitir mitos y leyendas. El péndulo del mundo con la dirección de Alicia MartÃnez Alvarez y la interpretación de Indira Pesado y Jessica Gámez se presenta en la Sala Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque.
Queda la reflexión a los augurios de los Dioses, al destino y el Hado. A toda la voluntad que subyuga a los humanos y a una época antes de las instituciones religiosas que se atrevÃa a más de veinte siglos a explorar la sexualidad, la corrupción y desentrañar los misterios inconsciente de los seres humanos.
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