Peter Brook no ha muerto…

Por: Enrique R. Mirabal — 2 de abril, 2007

Sizwe Banzi está muerto en el Festival de México en el Centro Histórico 2007

…Y para confirmar tal aserto, el XXIII Festival de México en el Centro Histórico tuvo a bien invitar la reciente producción del Theátre des Bouffes du Nord, Sizwe Banzi está muerto. El texto de Athol Fugard, John Kani y Winston Nsthona, en su original en inglés fue adaptado al francés por Marie-Hélène Estienne para su gira mundial que va por su segundo año. La última vez que pudo verse en México una puesta de Peter Brook (Londres 1925-) fue precisamente en una edición del FMCH a principios de esta década. En esa ocasión, se trató de Le costume de Can Themba, un concepto escénico con varios vasos comunicantes con Sizwe: texto y actores africanos, economía de recursos y simplificación de todos los accesorios teatrales y un máximo de explotación del potencial creativo de los actores.

A quienes hemos seguido, aunque sea de lejos o a través del cine y el video, la trayectoria de Brook, sus trabajos no dejan de sorprendernos incluidos sus rasgos estilísticos de fácil identificación. Lo más importante es que siempre nos deja un buen sabor de boca y la recuperación del entusisamo por el teatro que algunos hacedores de acá y acullá se esmeran en echarnos a perder. El británico universal que habita en Brook lo ha llevado a moverse en varias coordenadas y a visitar diversos géneros y medios entre los que destaca la ópera.

Desde producciones de gran presupuesto para importantes casas de ópera hasta otras de mayor simplicidad (quizás las que mejor se acoplan con su idea del arte) Impressions de Pellèas a partir de la ópera de Debussy fue un ejercicio escénico en el que la música pasa a un segundo plano, quedando lo esencial de su continua línea melódica y lo importante es la exploración del espacio y el movimiento que atrapa fragmentos del tiempo que, como la melodía de Debussy, se diluye en la memoria.

La búsqueda de otras culturas como fuente renovadora ha llevado a Brook en un periplo sin desperdicio: India (Mahabharata), Turquía, derviches y sufis (Encuentros con hombres notables). Japón (una Melisenda geisha ) y las obras de tema africano a que nos hemos referido sin obviar su revisión de los clásicos. ¿Qué escarba un artista en otras latitudes? El génesis y la semilla del arte en cuestión, la ancestral necesidad del hombre por contar y/o representar sus vivencias, una especie de decodificación del ADN para retomar el camino desde la encrucijada de la modernidad.

Tal vez la búsqueda lo traiga de vuelta al origen del teatro occidental y eso es lo que vimos precisamente en Sizwe Banzi ha muerto, el sentido ritual de la representación teatral, la comunión/comunicación directa e inmediata con el auditorio, la empatía y conmiseración con el héroe victimizado y un estado de conciencia ante los problemas eternos de la humanidad.

Se plasman en Sizwe, la situación política y social de la Sudáfrica de los sesenta, el apartheid y el sentirse extranjero en su propia casa y necesitar de tarjetas de identificación para moverse de un sitio a otro; sin embargo, más allá de la descripción anecdótica están las interrogantes que han acosado al hombre desde siempre: la identidad, el otro yo… Sizwe adopta el nombre y la condición laboral de un muerto porque la suya no le permite sobrevivir en un mundo adverso: Nada más cercano al universo de los griegos, de Shakespeare, de Calderón.

Los dos actores que nos narran y representan sus vidas lo hacen en un tono coloquial, desparpajado y laxo que remite a la narrativa oral africana, a los encantadores de feria y a los espontáneos artistas de la calle que nos pueden envolver en sus historias con mezcla de realidad-ficción con tal de sacarnos unos centavos que les ayuden a subsistir. Genética, atavismos y remanentes que el hombre atesora en su inconsciente y que de pronto identifica como suyos cuando, en realidad, le han pertenecido toda su vida.

Sizwe Banzi agotó el boletaje del Jiménez Rueda y arrancó eufóricos bravos entre noveles y experimentados espectadores. La lección de natural desenfado y el aprovechamiento al máximo del potencial actoral de los africanos pueden y deben quedar como clase magistral para nuestros azotados actores y para los ampulosos y megalómanos directores , huéspedes indeseados del presupuesto oficial. Fotos: Mario-Del-Curto, Pascal Gelly y Pascal-Victor.