Por: Enrique R. Mirabal — 30 de mayo, 2019
Con el estreno de Pequeña voz en el Teatro Milán, la dramaturgia británica contemporánea se expone de nuevo en México. Jim Cartwright (1958), el autor de la obra, es más conocido entre nosotros por el distante éxito de la pelÃcula Little Voice (1998) basada en su obra de teatro The Rise and Fall of Little Voice, estrenada en Londres en 1992 y con una inevitable extensión a Broadway donde también triunfó.
Cartwright se identifica como un exponente de la vida y el lenguaje de los marginales que habitan en suburbios industriales a la deriva de los cÃclicos vaivenes económicos que sacuden a Gran Bretaña desde siempre. A ellos, les da voz en Little Voice, sin que la premisa se interprete como tesis de antropologÃa social ni como arenga polÃtica al uso.
El teatro británico cuenta con una cauda de obras que retratan a las frustradas generaciones que vivieron la incesante industrialización del paÃs, las secuelas de la Segunda Guerra Mundial y el desencanto de las generaciones de los 50 y 60 del pasado siglo. Desde las peripecias para sobrevivir de una joven pareja en This happy breed de Nöel Coward hasta las obras de John Osborne, los jóvenes marginales (angry young men) no pudieron menos que mirar con rencor al pasado.
De todos ellos, Cartwright es deudor en su elección de personajes y en la forma lacerante de mostrarlos con todas sus miserias y un uso del habla dialectal llena de modismos con frecuentes alusiones al sexo (que se pierden in translation).
Sin embargo, en el caso de Little Voice, hay un claro antecedente que corresponde a la temprana y definitoria obra de una joven irlandesa en 1958: A Taste of Honey (en México, Una gota de miel) de Shelagh Delaney. La relación madre-hija y la singular conducta de ambas se adelantan a la obra de Cartwright.
Representar Little Voice en un paÃs hispanoparlante es una empresa difÃcil. No se trata solamente de traducir los giros lingüÃsticos de una Inglaterra de los años 90 del siglo XX sino en plasmar la esencia de una clase social y un estilo de vida que podrÃan encontrar semejanzas en cualquier latitud, pero, con una apropiación indebida, puede hacer naufragar la obra.
La puesta de Pequeña voz en el Teatro Milán (con funciones de viernes a domingo hasta el mes de julio) está dirigida por Alonso Ãñiguez y, en su elenco, encontramos a Karina Gidi, la madre de Pequeña voz (LV), MarÃa Penella y a Odiseo Bichir en el papel de Ray Say, un representante de artistas.
Complementa el elenco, Amanda Farah como la silente y siempre sumisa Sadie; Sebastián Lavaniegos como el introvertido e inocente Billy, Alejandro Morales como el codicioso y un tanto decadente Señor Boo y, la pianista Marisol Sánchez Neri.
Una desvencijada casa en los suburbios de una ciudad inglesa en la que todo hace corto-circuito, literal y metafóricamente hablando. En ella, viven una viuda infeliz a la caza de marido y su única hija, una joven de veintitantos, quizás autista, siempre encerrada en su cuarto escuchando los discos que heredó de su padre.
En esta deprimente realidad hace irrupción un desesperado agente de artistas a la búsqueda de un talento que lo redima. Este es el eje de una trama que echa a andar cuando el talento oculto de la hija de apagada voz se revela como una cantante de potenciales recursos que le permiten imitar a sus cantantes favoritas, las únicas que conoce gracias a los discos de vinil de su padre ¿muerte por suicidio? Los hits de Ethel Merman, Judy Graland, Shirley Bassey, Liza Minelli, Edith Piaf, Marylin Monroe… conforman el repertorio de la joven de atiplada voz (y de muchos de los impersonators al uso, también).
Karina Gidi es una actriz que se distingue por la elección de personajes difÃciles en obras que le representan un reto evidente. Precisamente, de la dramaturgia inglesa contemporánea, la vimos en Rock’n’roll de Tom Stoppard. Cuando el canadiense-libanés Wajdi Mawad era un desconocido del gran público, se atrevió con su estrujante obra Incendios…
Un largo etcétera de obras independientes y arriesgadas cubren su repertorio (Actualmente, también podemos ver a Karina en El feo, en el Teatro Milán).
En Pequeña voz, no encarna a un personaje fácil y, mucho menos, cuando esquiva el estereotipo, lo enfrenta y lo asimila a su manera, ajena a la estridencia, sin acentuar lo trash que serÃa el imperioso cliché, interiorizando y apartándose de las ruidosas madres que explotan el talento de sus hijas como ocurre en la celebérrima Gypsy con todo y los vasos comunicantes con Little Voice. Es su respetable aproximación a Mary Hoff.
Odiseo Bichir se siente cómodo y efectivo en su papel de cazatalentos sin escrúpulos. Tanto en lo gestual como en su impronta del personaje logra convencer.
Punto y aparte, MarÃa Penella es la gran voz que exige LV. Una actriz que sale a devorar el escenario y canta con conocimiento de causa, incorporando las cualidades que debe imprimir a sus diosas del vinil para diferenciarlas y darles su lugar.
MarÃa es una actriz auténtica y una cantante con un registro tan amplio como su talento. No es un descubrimiento, hace años que la vemos crecer en escena. Sólo queda preguntarnos cómo es capaz de contener tanta energÃa y no desbordarse en sus personajes. Debemos estar atentos a todo lo que haga. Por cierto, A Taste of Honey tendrÃa en MarÃa Penella a la intérprete ideal de Jo, la protagonista. Alerta a productores.
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