
Por: Enrique R. Mirabal — 11 de agosto, 2010
La Retirada se presenta de viernes a domingo con dos funciones cada dÃa en el Teatro Libanés…
Que el teatro inglés sigue gozando de muy buena salud, podrÃa decirse envidiable vigor, da muestra el par de obras que en la pasada semana se presentaron en esta ciudad.
Una, de reciente factura, en el Teatro Libanés de Barranca del Muerto y la otra, una pieza recuperada del siglo XIX, London Assurance presentada en el Lunario del Auditorio Nacional y de la que nos encargaremos en otro artÃculo.
La retirada (en el original en inglés, The Retreat from Moscow) es una obra en un acto de William Nicholson, un dramaturgo y guionista cinematográfico con varios aciertos en televisión, cine y, por supuesto, teatro.
La obra, a la que en México se le simplificó su tÃtulo a La retirada, estuvo también en cartelera en Nueva York como casi siempre sucede con los trabajos de buena aceptación en Londres.
La joven empresa teatral que nos presentó Buenas noches, mamá continúa su entusiasmo con esta nueva aventura. Para dirigir, se invitó a Jorge Arturo Vargas, director de probada efectividad en el teatro universitario y de búsqueda.
Ahora, pisando en otros terrenos, aplica sus experiencias en aras de sacar adelante un proyecto pensado para un público más amplio, con un gusto y exigencias bien definidas, ajeno a tiempos alentados y a escenas morosas.
En otras palabras, a cargo de una puesta que demanda un ritmo y una cadencia cronometrados y efectistas. De tal empresa, el director sale bien librado con este texto que no pretende romper preceptos ni cambiar perspectivas en el teatro contemporáneo, simplemente, decir las cosas con claridad y sin perder el sentido del humor, por muy lacerante que puedan ser las situaciones.
La retirada se centra en un matrimonio de edad madura con treinta y tres años de vida en común y un hijo joven que, en aparente objetividad, examina las situaciones sin tomar partido, una especie de voyeur con licencia para la intrusión.
La rutina, la inercia y el desencanto rigen sus destinos y las circunstancias que lo alimentan. Hasta aquÃ, podrÃa pensarse en una obra desgarradora, asfixiante y patética en el correcto sentido de esta palabra.
Sin embargo, el tono elegido por el autor (confiamos en que asà sea la concepción original) y por el director, descansa más en lo agridulce, en la ironÃa matizada y un toque de sarcasmo de vez en cuando. Ninguno de estos preceptos podrÃa funcionar sin buenos actores.
Por fortuna, Vargas reúne profesionalismo, idoneidad y carisma en su elenco para sacar el mayor provecho. A la cabeza del reparto, Nuria Bages, una soberbia actriz a la que no veÃamos hace algún tiempo sobre la escena teatral, lo cual habla de la estrechez de miras de muchos productores y directores. El complejo personaje de Alicia al que da vida Nuria se enriquece con la interpretación que la actriz hace de éste.
Con un potente arsenal de recursos escénicos, rica en matices e inflexiones, la actriz explaya una neurosis que parece salirse de control, manipula, siempre a punto de anular voluntades, para dominar y apresar con su fuerza gravitacional a Rogelio Guerra, el marido, y a José MarÃa de Tavira, el hijo.
Los dos actores, en perfecto casting, contrapuntean con sus pausas y reflexiones la vertiginosa impronta de la esposa-madre. Guerra es un actor de larga carrera en el que puede descansar cualquier director sabiendo que saldrá airoso de la encomienda además de contar con un público fiel que no lo decepciona.
De Tavira debuta en teatro con este papel y se muestra seguro y confiado, tal y como un hijo pudiera ver a sus padres como el reflejo de una vida futura.
La retirada, de igual manera que Napoleón abandona un Moscú en llamas que jamás se le rindió, parafrasea la historia y la adapta al interior de una familia (no hay que ser sicoanalista para inferir pasajes autobiográficos del autor). Muchos se verán reflejados sobre el escenario. Ojalá lo tomen con el mismo sentido del humor de William Nicholson.
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