
Por: Amanda GarcÃa L. — 4 de abril, 2019
“Te invocamos, tres veces tres. El aquelarre conmemora las historias de tres brujas con tres conjuros, entra al cÃrculo de sal y escucha con atención…”
La sociedad las condena por su comportamiento anormal comparado al del resto de la humanidad; maullidos que se reproducen sin pausa en el transcurso de la noche; fuego que alumbra los campos sin indicios de su origen y, cantos que seducen al oÃdo para actuar de manera inexplicable.
Brujas o seres con dones sobrenaturales. Ellos las nombran asà al no comprender el origen de acontecimientos intraducibles a su lenguaje. Pero más allá de las historias de cuento y leyendas de lugares en los que algún dÃa habitaron, estas criaturas muchas de las veces duermen en las habitaciones de nuestros apartamentos, preparan la cena antes de ir a la cama y planchan la ropa del dÃa siguiente…
Son aquellos personajes que emergen de No todas viven en Salem –a presentarse los domingos, hasta el 12 de mayo, en el Teatro la Capilla– una de las creaciones más recientes de Caracola Producciones que estimula la imaginación del espectador para trasladarlo a una atmósfera con negros profundos y escenas protagonizadas por mujeres que cocinan sus secretos en las calderas abismales del inconsciente.
El elenco –conformado por Rebeca Oliva, Elvira Cervantes, Daniela RodrÃguez y Jimena Montes de Oca– da vida al testimonio de brujas que tienen condiciones, problemáticas y posiciones sociales diversas, mujeres que, pese a los dones conferidos desde su nacimiento, les resulta inevitable romper con el machismo, la injusticia e inequidad que viven dÃa con dÃa dentro de su entorno.
El teatro con perspectiva de género es el enfoque que alimenta las creaciones de Caracola Producciones, un ensamble teatral, dirigido por Gina Botello, que tiene como objetivo acercar al público a las problemáticas en torno al universo femenino. Su peculiaridad: la utilización de pequeños objetos con carga simbólica que rebasa su tamaño más allá de los lÃmites del lugar en el que se desarrolla la pieza escénica.
Televisiones que invitan a comprar realidades fabricadas; muñecas mutiladas con voces que escupen sangre y zapatos rojos diminutos que caminan zigzagueantes ante la incertidumbre de matrimonios fallidos. Cada detalle en escena es la huella de un problema no resuelto, lejos de Salem, pero muy cerca de la realidad de los expectantes.
La dramaturgia a cargo de Jimena Eme Vázquez, se podrÃa definir como un alfiler que sujeta con precisión las hebras de una sociedad fallida, incapaz de zurcir los hilos descosidos desde el origen de los tiempos.
La sonoridad, acompañada de las proyecciones visuales, reproduce con fidelidad la esencia de los objetos representados. Se puede decir que es el elemento que configura el ambiente en el que vive cada una de las brujas, para enfatizar sus miedos, obsesiones y sueños. En conjunto, los recursos escénicos son parte de la personalidad de cada personaje de No todas viven en Salem, aquella que llaman a los sentidos a romper con los estigmas acumulados en el transcurso de la historia.
Es asÃ, que la unión femenina resulta un peligro para aquellos que buscan obtener algún beneficio de su condición. La intuición ante las amenazas, la sensibilidad ante la barbarie y la resiliencia ante la tragedia, son cualidades que encarnan en el cuerpo de mujer por naturaleza y se rehúsan a ser comprendidas por el sexo opuesto. Sin embargo, ni el conjuro más poderoso ha sido capaz de romper con la dominación ejercida por el hombre.
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Un tema difÃcil pero apasionante sobre inclusión !!
Con tal descripción a detalle, no dudaré en asistir a la puesta.