
Por: Oswaldo Valdovinos — 1 de junio, 2006
Se dice que el don de los alquimistas radica en hacer palpable lo fantástico, o si no, al menos, en lograr un acercamiento a las fronteras de lo extraordinario. La piedra filosofal o la fórmula para convertir el hierro en oro son quizás las hazañas más reconocidas de estos hombres, parte cientÃficos, parte prestidigitadores, que han sobrevivido al paso de los siglos y les han valido el reconocimiento o la condenación y la injuria.
Sin embargo, en la medida en que el tiempo transcurre y el hombre crea sociedades más complejas, lo sorprendente deja de ser tal conforme los cambios tecnológicos y el avance de la ciencia se hace más evidente. AsÃ, lo que por mucho tiempo perteneció a lo sobrenatural, hoy en dÃa son cuestiones que tienen su razón de ser en fenómenos electromagnéticos, reacciones quÃmicas o leyes fÃsicas.
Si bien ese tipo de alquimistas han desaparecido prácticamente, subsisten aquéllos que tienen el don que sólo el hombre posee sobre el resto de las especies del planeta, pero que únicamente algunos son capaces de desentrañar y dominar como todo un taxidermista, el don de la risa.
Para estos verdaderos nigromantes, el absurdo, lo ridÃculo, la chanza, lo simple, el guiño, lo carnavalesco, la burla, el desorden, lo caótico, pero sobre todo la inteligencia y la intuición, son los principales ingredientes para crear fórmulas que hasta el más eminente cientÃfico serÃa incapaz de hacer.
Y qué mejor ejemplo de esto que el reciente espectáculo SlavaSnowshow, que Slava Polunin presenta en el Teatro San Rafael. Con varios premios en su haber, Olivier Award de Londres por “mejor espectáculoâ€, el Stanislavski de Moscú, el Sir Robert Helpmann de Australia por mejor teatro visual y fÃsico, al Logro del triunfo de tiempo de vida de Moscú, al mejor acto de comedia, Ostapt de oro, de San Petersburgo, a la Mejor producción itinerante de Liverpool, Echo, el Ãngel Heraldo de Glasgow, y Nariz de oro del festival internacional de payasos de Barcelona, por mencionar los más representativos, SlavaSnowshow comprende una serie de cuadros escénicos donde lo más importante radica en la integración de sonido, imagen visual y expresión corporal como los medios para adentrar al espectador a esa “oda a la belleza del invierno, a la plasticidad y al capricho absurdo del clima y sus estacionesâ€, la cual se mantiene por cerca de dos horas.
De esta manera es posible asistir a un suicidio frustrado, una aventura en alta mar, un cuadro sobresaliente de ángeles caÃdos, o una telaraña (que literalmente envuelve al espectador), que a una absurda conversación telefónica o un caos muy divertido que cinco payasos-mimos son capaces de crear cuando rompen la frontera del escenario y se abisman a las butacas para confrontarse con el espectador y establecer una verdadera pelea campal, donde el agua embotellada, nieve de papel y más que nada situaciones ridÃculas y absurdas son las principales armas que este quinteto utiliza para mantener una ofensiva hilarante. Por supuesto la propia naturaleza del sketch dificulta un poco la continuidad. Sin embargo el objetivo de divertir se cumple a cabalidad.
SlavaSnowshow, una buena oportunidad para descubrir que los alquimista también pueden vestir de amarillo y verde.
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