Por: Amanda GarcÃa L. — 16 de enero, 2019
“A su edad, la paz puede estar en cualquier lugar: en una siesta, al regar las plantas, tejer, bordar, coser, en un libro incluso… pero la alegrÃa no está en todas partes. Porque se ha enviudado, porque no queda más”, La vida después del agua, Sylvia Aguilar Zéleny
Cuerpos opacos. La densidad dentro del agua es un borrador que permite vislumbrar la figura humana en todas sus dimensiones; las piernas se engrandecen, el caminar es pesado y el pensar se profundiza hasta los lÃmites de la niñez. Debajo de un azul opaco se encuentra el silencio, la paz, mientras en la superficie se escuchan voces en busca de respuestas diluidas.
Asà es La vida después del agua, una historia contada por Sylvia Dávila quien, a partir de la voz narrativa de Sylvia Aguilar Zéleny, representa a una mujer en busca de sà misma, de la libertad hundida por el paso de los años, la cual adquiere claridad al estar en la profundidad de una alberca.
Éste es parte de uno de los trece monólogos que integran Nenitas, un ejercicio escénico de Josafat Aguilar Hernández que a partir de trece relatos unipersonales interpretados por mujeres de la tercera busca reflexionar sobre la vejez y la carga social que trae consigo.
Desde 2011, Josafat Aguilar, como director de la compañÃa teatral Soy Pájaro, busca generar puentes de comunicación entre la sociedad y las personas mayores con el objetivo de reconstruir el tejido social y reinsertar a esta parte de la población a través del teatro.
Es por esto, que Aguilar Hernández retoma esta antologÃa escrita por Sylvia Aguilar, ganadora del Premio Nacional de Cuento La Paz, Baja California Sur (2012), para –a partir de los relatos de mujeres de edades y contextos sociales diversos– plantear una introspección escénica que refleja hechos aparentemente cotidianos en los que se oculta y entremezcla la violencia con sutileza.
Nenitas, son aquellas mujeres que buscan su manera de aferrarse a la vida, de enfrentar, resistir, procesar, asumir y superar situaciones adversas… Una corredora que escapa de sus miedos en cada kilómetro; una niña que pone como escudo las cobijas para no ser tocada por su tÃo; una mujer que guarda sus sueños a través del lente de una Polaroid.
El dÃa en que murió papá, Hábitos del sueño, La vida después del agua, Morder la vida toda, Nenitas, Nunca rabia, Odio mi vida, Piporro es dios, Run for life, Sobreexpuestos, Sueño con la bahÃa, Total y Yo duelo, son los relatos unipersonales presentados de manera aleatoria en la construcción escénica de Nenitas. La historias se yuxtaponen al azar de manera que el espectador sea capaz de vivir una experiencia única a través de cada una de las mujeres.
Para construir los personajes, Josafat Aguilar, quien es gerontólogo y docente de la Unidad de Vinculación ArtÃstica del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, de la UNAM, recurre al uso de máscaras como una crÃtica irónica a los estereotipos que trae consigo la edad, tales como la fealdad y pérdida de habilidades fÃsicas y cognitivas. Manos diminutas y caras de muñecas de plástico son los materiales a través de los cuales se elaboraron los rostros tétricos que cobran vida en el cuerpo de las actrices.
En la parte escenográfica, un espacio vacÃo resalta las actuaciones realistas y el entorno abstracto que representa la vida. Sólo, el uso de luz blanca en diversas intensidades enfatiza un trabajo ficcional entre el actor y su capacidad de interpretar. La iluminación, como el elemento que subraya el presente y el pasado, los miedos o la carga que el paso de los años ha generado en cada una de las mujeres.
Nenitas se presenta de jueves a domingo –hasta el 27 de enero– en el Museo Universitario del Chopo, un discurso diferente donde se habla de sueños, mitos, y realidades. Donde se habla de la violencia escondida debajo de las cobijas, el pavimento o una fotografÃa.
También de aquello que vivimos todos los dÃas, pero no nos percatamos si viene de alguien con lÃneas tatuadas por el tiempo; esas lÃneas que se forman después de haber pasado mucho tiempo bajo el agua, aquellas que después de un par de años ya no se borran.
La visión de Josafat Aguilar Hernández sobre la lectura de Sylvia Aguilar Zéleny es fundamental para la construcción de Nenitas, un trabajo escénico que nos recuerda que la inocencia, inherente a la infancia, es un arma de doble filo capaz de generar heridas que amenazan con volverse cada vez más profundas.
“He aprendido que las mujeres son una especie de divinidad y que tienen una fortaleza muy particular distinta a los hombres, pero además entendà las enseñanzas que cada adulto mayor ofrece”, Josafat Aguilar RodrÃguez.
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