
Por: Colaborador Invitado — 31 de octubre, 2013
La mudanza de una mujer, con su vida empaquetada en un sinfÃn de cajas de cartón, y lo que parece ocurrir dentro de un edificio a punto de derruirse, convirtió (los dÃas 27 y 28 de octubre) al Teatro Julio Castillo en un universo extraño y fascinante en el que se mezclaron tradiciones clásicas, maestrÃa artesana y una imaginación desbocada.
Esta es una propuesta escénica multidisciplinaria que juega con la imaginación del público y usa recursos escénicos tan simples y a la vez llenos de vida gracias al baile y las acrobacias de los actores.
Eso es tan sólo una parte de lo que fue Murmurs, el espectáculo que previamente se presentó con gran éxito en la ciudad de Guanajuato en el marco del 41 Festival Internacional Cervantino (FIC). Lo protagoniza la talentosa Aurélia Thierrée (bailarina, ilusionista, actriz y acróbata), y lo dirige la autora de este viaje surrealista, su madre, Victoria Thierrée Chaplin, hija a su vez del afamado creador de Charlot, el inmortal Charles Chaplin.
Dos generaciones de uno de los linajes de artistas teatrales más aclamados en el mundo nos llevaron a este despliegue de ilusiones y virtuosismo durante poco más de una hora, en un espectáculo indefinible, acaso un hÃbrido de estilos y de géneros.
Aurelia Thierrée representa a una mujer que huye de la realidad a través de imágenes onÃricas que son narradas por la mÃmica y las tradiciones circenses. De esta manera, la obra se va entretejiendo con pequeñas escenas que llevan un ritmo parecido al de las pelÃculas mudas, muy al estilo de Chaplin.
Las paredes, que de entrada consideramos silenciosas, murmuran su memoria, de la que nosotros formamos parte ya que son testigos de nuestra vida y de otras que ocultan y protegen desde su construcción hasta su demolición. En Murmurs estas paredes cobran vida, respondiendo a la pregunta: ¿pueden intervenir en la vida de sus habitantes y visitantes?
La respuesta depende del espectador, que como una especie de detective, tiene que intentar descifrar un gran rompecabezas en el que, en palabras de su protagonista, “queda pendiente encontrar si es un viaje por lo imaginario o si está dentro un poco de la locura, en una lÃnea no delimitadaâ€.
Y ello sin ayuda de la razón o la palabra, porque Murmurs es, ante todo, un espectáculo visual, sin más diálogos que los que se formen en la imaginación del espectador, donde la historia seguramente cobra más de un sentido. Estos murmullos de los muros se vuelven 70 minutos de sorpresas, de hacer visible lo oculto y lo evidente a través de la magia prestidigitadora de Thierrée y el resto de los intérpretes.
Nada de lo cotidiano aquà es digno de confianza, ni siquiera los objetos más triviales como las cajas y los materiales para embalar. La transformación es la norma: vemos una escalera envuelta en plástico de burbujas convertida en un monstruo espacial; a uno de los intérpretes convertido en una tortuga con sólo una bufanda y unos broches.
Otro de los personaje nos recuerda a los personajes de Remedios Varo, con cabeza de pájaro, con la ayuda de un simple fuelle antiguo para avivar el fuego. Una pieza de terciopelo se convierte de pronto en un bravo mar con animales fantásticos, una mesa de cocina se convierte en un tablao de flamenco, donde las tazas son zapatillas y Thierrée baila en el aire, levitando.
A Aurélia Thierrée, que comenzó su carrera en el teatro siendo una niña de 4 años en la compañÃa de sus padres, grandes impulsores del llamado “circo nuevoâ€: primero Le Cirque Imaginaire y luego Le Cirque Invisible, la acompañan en este viaje el bailarÃn puertorriqueño Jaime MartÃnez, galardonado en 1998 con el Bessie, premio de teatro y danza de Nueva York, y Magnus Jakobsson, acróbata sueco formado en las artes circenses en la Escuela de Circo de Gavle que en Murmurs fascinó al público con su intrépida torpeza persiguiendo a la protagonista mujer en busca de una firma y trata de rescatarla de los fantasmas grises y sin rostro que pululan por el escenario.
Un especial mérito corresponde a la construcción de la escenografÃa de (Etienne Bousquet y Gerd Walter, dos excelentes artistas que hicieron realidad los diseños de Victoria Thierrée Chaplin).
En una época donde los efectos especiales producto de las computadoras son los encargados de desdibujar la frontera entre la realidad y la ficción, resulta sorprendente que igual o mayor fascinación siga siendo posible con los recursos de materiales tradicionales usados con creatividad, del talento histriónico, y de la imaginación.
Como bien dice Walter Ego: “los actores son verdaderos histriones (bailarines en etrusco) y de Murmurs hacen un viaje hipnótico en la que impera la ritualización un tanto forjadora de sÃmbolos, una obra para la contemplación y entendido, esto último tanto en su acepción teatral como mÃsticaâ€.
Por ello, decimos que Murmurs, es poesÃa visual, es una propuesta totalizante, hÃbrida, que abandona, por estéril, la búsqueda de una racionalidad en su discurso. Incluso quien esto escribe, obstinado como es Salvador O. Shepp, dejó para el final la indagación de los significados de lo que vio. Sigue sin encontrarlos y, francamente, es lo de menos.
Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.
Deja un comentario