Por: Roberto Sosa — 23 de octubre, 2012
“Con Diario de un loco pretendemos fluctuar escénicamente entre la realidad y la remembranza, entre el delirio y el erotismo, entre la sátira, el humor y la crÃtica social. En ese momento, único e irrepetible del acto teatral, quiero aventurarme de la mano de este hombre que avanza inexorablemente hacia la demenciaâ€, Mario Iván MartÃnez.
Aksenti Ivánovich es un burócrata de tercera categorÃa enamorado de la hija del director de la institución para la cual trabaja. Entre las múltiples cualidades que posee es “capaz†de leer la correspondencia que se escriben entre perros; además de ser el rey de España. Ivánovich es encerrado en un manicomio, sus patologÃas lo conducen a la locura, una demencia que dentro de su “cordura†nos hace reÃr, reflexionar y –en algunos espectadores–, hasta alcanzar el llanto.
Un personaje tragicómico que Mario Iván MartÃnez hace suyo con la dirección de Luly Rede, en Diario de un loco, al llevar al público a la historia de un burócrata quien a través de las diversas humillaciones que sufre, experimenta trastornos eróticos y demenciales.
Una adaptación que el mismo Mario Iván realizó al clásico texto de Nikolai Gogol, donde el actor alcanza grandes matices y se coloca dignamente en la memoria del espectador al lado del primer actor Carlos Ancira, quien hace años interpretó este mismo monólogo bajo la dirección del genial Alejandro Jodorowsky por casi dos décadas en distintos espacios escénicos.
La puesta en escena juega con los elementos escénicos, que serán transformados por la luz, la música y el trabajo actoral, en las múltiples y complejas imágenes de la mente delirante del protagonista. AquÃ, cabe destacar la iluminación de MatÃas Gorlero, quien con efectos de claroscuros bien utilizados logra trasladarnos a los distintos espacios donde el protagonista sufre cada episodio que lo va hundiendo en un abismo sin retorno.
Nikolai Gogol (1809-1852) escribió Diario de un loco en 1834, en medio de una enfermedad mental que hoy se conoce como esquizofrenia; en este texto plasmó todo el sentimiento y dolor de quien la padece, y logra que el personaje de Aksenti, penetre y se quede en el espectador, que lo haga suyo, lo entienda, lo comprenda en una enfermiza identificación con el insano personaje.
Al término de la función, nos tocó presenciar como el público le dio el más grande reconocimiento que se le otorga a un actor, el aplauso prolongado… de pie y agradecido, que según el que escribe, en algo tiene que ver con reconocerse a uno mismo.
AsÃ, durante el transcurso del Diario de un loco, la demencia de Ivánovich va in crescendo, empieza por enamorarse de la hija de su jefe, esto nada tiene de locura, lo grave esta en creer que las cartas que dos perros (uno de ellos es de su enamorada) se escriben lo tienen a él como protagonista. El desengaño viene al enterarse del matrimonio de su amada, ésto lo acaba, deprimido se encierra en su casa y deja de asistir al trabajo. En su encierro se descubre como el rey de España y espera la llegada de los diputados ibéricos para ir a gobernar.
Sólo que el supuesto “canciller†que lo traslada hasta España, lo transporta de forma “rápida†al manicomio, donde se encuentra con la “Corteâ€, el problema es que el séquito son los mismos internos con cabezas rapadas. Su estancia en este centro psiquiátrico lo lleva al extremo de su locura; al igual que a sus compañeros, al personaje de Gogol también le rapan el cráneo, pero él en su locura piensa que asà es el trato que les dan a los monarcas en España.
Al final de su delirio ve por la ventana hacia el horizonte, imagina su casa de niño, y fantasea con su madre, un personaje imaginario que el actor crea con un simple cobertor que tiene entre sus brazos. La recuerda con una canción de cuna vocalizada en ruso, finalmente se cubre con el cobertor y recuerda de forma lapidaria las palabras de su madre: “en este mundo no hay sitio para tiâ€â€¦
Diario de un loco es una pieza llena de matices interpretada de forma magistral por Mario Iván MartÃnez, es un trabajo que disecciona a una sociedad viciada donde el maltrato e incomprensión hacia aquellos afectados por trastornos mentales es cotidiano e indolente.
Una revelación histriónica donde Mario Iván MartÃnez, el cuentacuentos, se tranforma en un personaje inolvidable que nos descubre el oficio que durante décadas ha ejercido con dignidad creando un Aksenti Ivanovich que nos lleva de la carcajada hasta la conmoción del dolor. Fotos: Ramona Miranda / CONACULTA.
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