Por: Enrique R. Mirabal — 2 de mayo, 2013
En teatro, la memoria de los hechos y las obras es parte del seguimiento de autores, tendencias, escuelas y modas. Recuperar un texto de los años universitarios de un dramaturgo, le hace justicia al escritor y aporta material de estudio a los especialistas.
Tal es el caso de la nueva puesta en escena de El Edipo imaginario o Embarázame y vete de Alberto Castillo Pérez, dirigida por Rodolfo Portal de la Cruz quien, mano a mano con el autor, ponen al dÃa algunas situaciones en aras de focalizar anécdotas y caracterÃsticas de los personajes originales a los ojos del espectador contemporáneo. Nada que le reste la esencia al texto ni mucho menos.
Alberto Castillo es un escritor prolÃfico, inquieto, dedicado y, sobre todo, amante del teatro aunque la narrativa también se inserta en su esfera de intereses: la novela El tutor (2010) es un ejemplo. Varias obras de Castillo se han estrenado en los teatros del D.F. en los últimos años con gran aceptación de público y resonancia de la crÃtica.
Otras, de las que sólo se ha ofrecido una lectura dramatizada, esperan por su estreno. 10 historias de infidelidad, estrenada en La Capilla y repuesta en el Teatro Helénico ha coincidido en la cartelera junto a este reciente estreno. Antes, Luna desmembrada pasarÃa por La Gruta del Helénico y Toda un hombre por el Teatro El Milagro; sin embargo, la llamada de atención inicial hacia el autor vendrÃa con Fatwa, un acercamiento al desgarrador universo de una mujer musulmana que pasó del horror de su infancia africana hasta el vilipendio de la sociedad occidental en una Holanda que conoce muy bien Castillo y en la que fundamentalistas asesinaron a Theo van Gogh.
La dramatización de los hechos por Alberto Castillo no demanda compasión ni empatÃa hacia su personaje sino despertar una reacción más cercana a lo irascible en contra del atropello y un llamado a la solidaridad para con los millones de mujeres, en Ãfrica o en cualquier lugar, que son violadas, castradas y discriminadas hasta declarar su no existencia en el mapa social. Una valiente denuncia hecha teatro con sabidurÃa, mesura y objetividad… comme il faut.
El Edipo imaginario, descubre sus intenciones por la simple nominación. Primero los sabios griegos y, después, el sicoanálisis se han encargado de desvelar todo misterio en las relaciones familiares: Electra y Edipo a la cabeza de los pecaminosos personajes, estigmatizados desde la Grecia clásica y rematados por el judeo-cristianismo, son sinónimo de deseos insatisfechos, ocultos y culpabilizados.
Castillo va más allá de un simplista análisis sico-sociológico y juega con las circunstancias, con los arquetipos y con el implacable reloj biológico que aterra a las mujeres en edad fértil a partir de cierta década de sus vidas. Ser o no ser madre. La fertilización in vitro, el donante anónimo o ni tan anónimo, la adopción… Permeado de un humor fársico, descripción aportada por el mismo autor, el camino escogido por la madre potencial, interpretado sin asomo de sordina por Yolanda Ventura, va desde los detalles ingenuamente ridÃculos del enternecedor peluche hasta el coito inducido.
El modo de relacionarse entre mujer y semental (Beto Torres), seducido con múltiples ardides, no tarda en cruzar los lÃmites de la nefasta corrección polÃtica de nuestros dÃas y se nos regresa a manera de carcajadas, nada sutiles, con estridencia tal vez pero siempre como un guiño al espectador, sin provocación, salvo que en el auditorio se encontrara algún representante del Opus Dei.
Este juego escénico en el que los roles se subvierten, se inscribe en una tendencia que podemos constatar, en el teatro del siglo XX, desde Genet y Cocteau (criadas y padres) hasta La noche de los asesinos de José Triana hasta llegar, en México, al teatro de Carlos Olmos con sus Juegos profanos: querrás tanto a tus padres hasta querer matarlos. El sexo, el incesto, convertir al padre en hijo y tratarlo como tal.
Usar tretas varias y hechizos dignos de Medea, en clave de sainete según Lupita Sandoval, son sólo algunos ejemplos de la puesta al dÃa de los griegos. Hace muy bien Alberto Castillo en mostrarnos sin falsos pudores su Edipo imaginario, en jugar con su propia creación y cometer incesto con ella. La obra ganó el premio Punto de partida de la UNAM en 1992, se estrenó un año después y ahora regresa a escena en el Teatro Julio Prieto, para los despistados, antes Xola. Cada martes a las 20:30 horas en breve temporada. ReÃrse de los deseos reprimidos es muy sano.
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