Los colibríes: un montaje que rescata el lado humano de la cotidianidad y la opresión

Por: Arturo Carrasco — 24 de enero, 2014

Cada año mueren cientos de colibríes en este mundo, ¿dónde queda el ser humano en todo esto?

Para este artículo me permito iniciar con una anécdota y con una confesión. Por años he caminado por los rincones del Centro Histórico de la Ciudad de México, incluso en algún tiempo tuve oportunidad de vivir entre sus calles centenarias, lo que me permitió ser testigo del boom comercial que ha experimentado en los últimos años este tradicional barrio de la ciudad.

Durante este tiempo, como testigo que fui, me hice a la idea de que sería difícil encontrar dentro de este “renacimiento” un proyecto serio que apostará a una propuesta estética donde “lo artístico” no fuera sólo una excusa para vender y hacerse de clientes. Ahora ya no vivo en el Centro pero aún así sigo visitando con frecuencia sus calles y lugares, casi siempre con la seguridad de que no me había equivocado en mi idea, al menos así fue hasta hace unos días.

En la calle Isabel la Católica No. 13, a la vuelta de la estación del Metro Allende se encuentra un edificio cuya arquitectura data de los años 50 o más atrás aun. En este espacio, como varios de la zona, podemos encontrar oficinas, viviendas, bodegas, nada fuera de lo común, excepto hasta que llegamos al interior 505, un espacio donde, mezclado con recuerdos y olor a naftalina, se encuentra LABTrece, un centro artístico dedicado al arte y la expresión artística.

LABTrece es un proyecto de reciente creación que no debe desconcertarnos por la primera impresión pues dentro de ese pequeño lugar, que antes albergaba oficinas, se encuentra una propuesta novedosa que busca reinventar los espacios y momentos escénicos con el fin de hacer del público más que un espectador. Se trata de ir más allá y convertir al público en un cómplice que vibre y sienta todo lo que esta propuesta imaginativa busca despertar y dar a conocer en cada uno de los encuentros teatrales que presenta.

Los colibríes, es una obra de teatro escrita por el dramaturgo Garret Groenveld que forma parte de este interesante proyecto de intervención. La historia, que nos recuerda a las distopías de George Wells y Aldous Huxley, nos habla de un futuro no muy lejano donde el gobierno de un país se encuentra en guerra contra un grupo de terroristas (que no es identificado pero es visto como extraño y por lo tanto como peligroso).

En este enfrentamiento los que ostentan el poder han decidido que para conservarlo deben mantener un control totalitario que rija diversos aspectos de la vida de sus habitantes. Como se observa, es un proyecto transgresor que bajo la dirección de Alfonso Cárcamo alcanza un toque que va más allá de la protesta o denuncia, lo cual por supuesto está presente gracias al excelente apoyo multimedia con que cuenta.

En este mundo, que si lo pensamos no está tan lejos de la realidad, nos encontramos con la oficina 397, lugar donde se ubica el área de asignación de empleos, espacio en el que conocemos un poco de la vida cotidiana de las dos empleadas que ahí laboran. Esta rutina se ve interrumpida por una serie de ataques que, sin pensarlo, termina por afectar la vida de una de las dos protagonistas al dar a conocer su visión real del Estado en el que vive.

Se trata de una obra que logra, con ironía, una especie de acercamiento íntimo con los personajes, afinidad e intimidad que se da gracias a los temas que toca, los cuales van desde la problemática de la pareja con sus ventajas y desventajas, como puede ser el contar con ella al momento de hacer un sencillo emparedado, hasta el amor, la sexualidad y otros tópicos que van llenando la monotonía de los personajes poco antes de que, como con los colibríes, de repente todo se caiga.

En la construcción de la historia, el escenario juega un papel muy importante, aquí el director logró un espacio que con pocos elementos cumple a la perfección su papel de hacernos sentir parte de la trama, sobre todo gracias a una ventana, que al igual que la ventana indiscreta de Hitchcock, incentiva un voyerismo que va más allá de la simple observación de aquello que les sucede a las protagonistas de la historia y nos hace preguntarnos sobre –al menos esa fue mi experiencia- ¿quién se encuentra frente a la ventana?, ¿cómo se ven las protagonistas?, ¿qué sienten cuando les determinan su futuro?, ¿qué puede haber en sus vidas más allá de ese pequeño resumen que nos dejan saber sobre cada uno de ellas?

Mención aparte merecen las dos actrices que participan en la obra. Diana Lein y Guadalupe Damian quienes son las responsables de dar vida a las empleadas, una excelente actuación que logra un acercamiento con el público al punto de hacerlo parte de la trama, no sólo en un sentido de interacción, sino también profundizar (lo que entiendo como sentir, compartir y mezclar) sobre los sentimientos experimentados por los personajes, esto sin necesidad de irrumpir en el espacio del espectador obligándolo a interactuar o algo parecido, sino, simplemente, invitándolo a percibir, reconocer y dejarse llevar con lo que observa en escena.

Por si queda duda de la calidad de Los Colibríes (cuya única crítica personal que tengo es que el final debió haber sido antes de la entrevista final), vale la pena mencionar que en 2011 ganó el premio Internationalist Global Playwriting Competion, lo cual le permitió realizar una temporada el año pasado y retomarla este 2014 ahora contando con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Los colibríes se presenta hasta el próximo 10 de febrero, de jueves a domingo, además de los lunes, en este espacio de LABTrece (Isabel La Católica 13, Int. 505, Centro Histórico). Para más informes sobre las actividades de este laboratorio teatral puede consultar www.facebook.com/LABtrece

Personalmente, amable lector le extiendo una invitación para experimentar Los colibríes, una creación escénica que va más allá de los escenarios tradicionales y lo lleva a transportarse al futuro en un edificio construido hace más de medio siglo. No se arrepentirá. Fotos: ALR.