
Por: Fritzi Mazari — 1 de febrero, 2012
“Esta es una obra sobre opresión, sobre las obsesiones de un artista y la necesidad de mirar el mundo de otra manera, a veces con gran dolor y otras con gran ironÃaâ€, Ignacio GarcÃa.
Con un texto por demás irreverente y divertido, el español Ignacio GarcÃa, se atreve a aventurar el secreto de Las Meninas, una obra que supone el proceso creativo que resultó de la mÃtica pintura homónima de Diego Velázquez, por ello, la intención del director no ha sido realizar un retrato naturalista de la época sino mostrar la frustración de una sociedad.
“Durante los últimos 20 años de su vida, Velázquez dejó de pintar, colgó los pinceles y abandonó todo trabajo artÃstico para dedicarse en cuerpo y alma al gran objetivo de su vida: La Cruz de Santiago, devenir noble habiendo nacido plebeyo. Año tras año no se le concede y empieza a perder las fuerzas; siente venir la hora final y retoma los pinceles por última vez para soltar sobre el lienzo esa obra maestraâ€, Ignacio GarcÃa.
Escrito por el mexicano Ernesto Anaya, este ingenioso y descarado texto inventa, a partir de una imagen estática, toda una génesis teatral sobre cómo se llega a este retrato, una profunda reflexión sobre el acto creativo y la opresión en el siglo XVII español. Un paÃs racista, clasista, con una monarquÃa absoluta ultracatólica e inquisitorial, y con una dinastÃa a punto de colapsarse por el incesto.
Es asà que el dramaturgo mexicano se pregunta y se contesta: ¿qué pasó y cómo el pintor llegó a pintar Las Meninas? Porque su texto no sólo trata sobre cómo se pintó el cuadro, ¡para nada!, es un descarado juego de personajes que como espejo de la irrealidad da un punto de vista esotérico que coloca al espectador en el lugar donde el rey y la reina no aparecen, sólo se mencionan y sin embargo sus decisiones son observadas por todos. Un juego de miradas profundamente barrocas que pretende descubrir el origen de los personajes de ese retrato lleno de sÃmbolos.
Pero, Las Meninas, es mas que las aventuras de la corte española, es una obra muy libre, posmoderna, que habla de cuando el hombre llegó a la luna, de Lewis Caroll, de Antón Chéjov, una propuesta diferente que emerge del Dramafest Bicentenario, y que, en palabras de Aurora Cano, “festeja nuestra independencia de España, pero paradójicamente también celebra a todos los que escribimos y hacemos teatro en españolâ€.
Una voz de la escena donde la intención del director no ha sido hacer un retrato naturalista de la época sino mostrar la frustración de la época. SÃ, voces de la escena que intenta leer todas las historias ocultas en ese cuadro riquÃsimo, profundamente revolucionario para su tiempo pero a través una perfecta estructura narrativa que por su heterogeneidad nos va conduciendo a una especie de thriller, donde no se busca a un asesino sino a un cuadro, que pretende servir como una perfecta salida hacia otro mundo, donde los personajes se salvan porque en su tiempo estuvieron condenados irremisiblemente.
Las Meninas también es todo un reto histriónico donde los actores son los encargados de que la historia sea cuerpo, alma, voz, sentimientos, emociones a partir de cinco personajes que pelean por sobrevivir sin renunciar a su identidad y a sus posiciones.
El elenco reúne actores de temperamento teatral muy distinto, lo cual es ideal para interpretar estos personajes tan contrastantes de esta propuesta que después de conquistar varios foros, ahora gira en el escenario del Teatro Shakespeare.
En esta nueva experiencia, se puede adorar u odiar a Aurora Cano quien caracteriza a una antipática Infanta (Margarita) que se infarta porque no llegará a ser reina; a un Javier DÃaz Dueñas que interpreta a un perfecto Velázquez, que no puede ser feliz porque no alcanza la nobleza; a Arturo Vences que en su calidad femenina es una enana llamada Maribárbola, que vino de Alemania y es una desgraciada en esa corte; finalmente aparecen Violeta Sarmiento e Ichi Balmori, quienes se pintan solas como dos Meninas sadomasoquistas que leen sentencias de la Inquisición mientras hacen perversiones sexuales. Todos, como dice Ignacio GarcÃa, son una serie de personajes desconocidos que gracias a esta pintura tienen un lugar en la historia y forman parte de una obra poética.
“Nos da absolutamente igual cómo es el dÃa de una princesa; nos interesa la angustia de los personajes de la corte de Felipe IV. El reto fue plasmar toda esa zozobra, la opresión del mundo de la España de entonces: ¿cuánto oprimÃa el siglo XVII?â€, Ignacio GarcÃa.
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