Laila es esa mujer que nos descubre lo mejor y lo peor de nuestra persona

Por: Josué Romero — 25 de septiembre, 2014

Con cada llamada telefónica Laila se reinventa. Es por ello que me gusta esta mujer en el escenario, porque durante ese momento esa mujer de pensamiento ágil, que ama a los colores y tiene un excelente sentido del humor, nos cuestiona e incluso, nos confronta…

Laila, no es la mujer con la que me gustaría compartir mis sueños. Laila es un espectáculo teatral escrito por Renato Guillén que retoma los elementos base del cabaret y las formas narrativas del stand-up comedy para exponer algunos aspectos sobre la liberación, la sexualidad y metaforizar sobre nuestra identidad, y que lo que hacemos no define quienes somos.

Laila, es una mujer de hoy que tiene un trabajo de oficina como cualquier otro, un jefe detestable, una madre castrante, y un ex novio que no la deja en paz, pero todo cambia por las noches, cuando su voz da placer a aquellos desconocidos vía telefónica. Lo que sucede es que esta mujer de voz sensual tiene otra profesión, por la noches atiende sex lines.

Lo que pareciera ser una comedia ligera, superficial y banal, se convierte en todo lo contrario cuando Laila (Adriana Burgos) hace su aparición en el escenario del Espacio urgente 2 del Foro Shakespeare y empieza a “contarnos” cómo pasa las engorrosas ocho horas en la oficina lidiando con el cretino de su jefe.

Sin embargo, en su trabajo nocturno, Laila es una mujer que nunca juzga y que cuenta con varias reglas básicas para sobrevivir. Ama para complacer pero también ama cuando recibe. En suma, es una mujer en toda la extensión de la palabra.

También es una persona normal, también es hija, y como cualquiera tiene que lidiar con una madre, de quien sólo escucha las interminables quejas, reclamos y chantajes de siempre. Sin embargo, su trabajo nocturno la conecta con su otro yo: ese al que le dice: “yo sólo sé que contigo llego más tranquila a fin de mes”.

Es este planteamiento el que le otorga sustancia, peso y dramatismo a esta propuesta que dirige Omar Quintana, quien transforma a una Laila “del chiste fácil”, a una Laila real, dura, pero profunda, y hasta un poco oscura, aquella con la que nos podemos llegar a identificar e, incluso hasta podemos llegar a compartir sus reglas. Además, adentrarnos en su mundo, descubrir su humanidad con condiciones y temores, como cualquier otra persona, valiente, capaz de ser diferente en cada instante. Reinventarse en cada llamada.

Es en este trabajo, donde Laila tiene el control. Será porque no habla, sólo escucha, o porque no cuelga antes que lo haga su cliente, o simplemente porque ella no juzga. Como sea, ella tiene el control. Entonces nos preguntamos ¿quién es esa mujer que se alquila sin llegar a ser una prostituta? ¿quiénes son sus clientes? ¿por qué le llaman a ella? ¿qué quieren, o queremos encontrar en ella? ¿somos pervertidos o sólo queremos encontrar una oreja para ser escuchados? ¿Quiénes somos para juzgar?

Laila, es diferente, no juzga. Sólo escucha. Así lo establece el texto –redondo por cierto– de Renato Guillén. Por lo tanto es capaz de oír la misma cantaleta de su madre, que lidiar con el calenturiento puberto de la secundaria; o con el imbécil que puede llegar a hablar por horas; o con el hombre transtornado y de apetitos exóticos que expresa sus deseos mientras afila sus cuchillos; o con la inocente jovencita que explorará los placeres con una paleta tutsi pop.

¿Quieres ver un espectáculo diferente y hasta inteligente –cosa que se agradece– dónde lo burdo y el chantaje no tienen cabida? No lo dudes, acércate al Foro Shakespeare (cualquier viernes, hasta el 17 de octubre) y descubre a Laila, esa mujer que al parecer nada le molesta. Nada le afecta. Salvo que a ella nadie la escuche, pero es no tiene importancia. Ella cobra por cada minuto que esté al teléfono.

Laila nos descubre nuestras fantasías, secretos y perversiones que no siempre confesamos con facilidad. Igual y tienes suerte de que tu llamada entre y le cuentes tus más oscuros secretos. Total, ella sólo escuchará y al final colgará el teléfono sin juzgarte. ¿Acaso no todos queremos eso de una mujer, un acto de simple libertad?