
Por: Claudia Magun — 6 de octubre, 2017
“Uno no es responsable del mundo en el que está, pero si es responsable de seguir ahÃ. No se puede construir sino se parte de quien soy…”, Gabriela Ochoa.
Edgar ChÃas escribe La semilla, una tragedia contemporánea que tiene que ver con el desastre, el destino, la realidad contemporánea y el sinsentido de la vida a través de un Edipo contemporáneo reinventado que plantea la historia de una chica a la que exilian, pero que regresa para descubrir su historia.
Un texto legendario que Gabriela Ochoa se encarga de transcribir en el escenario al plasmar esa dualidad que supera el pasado y el presente, esa atemporalidad que ChÃas como dramaturgo domina a la perfección con ese lenguaje impresionante que engolosina al espectador en una obra que “aborda muchos temas a nivel épico, pero el interés es hablar sobre la herencia del desastre de la humanidad y como lo seguimos perpetrando porque no hacemos nada al respecto”.
En el caso de La semilla, el dramaturgo lo ve desde la oscuridad y al mismo tiempo desde la luz en una historia que cimbra el escenario a partir de una propuesta que como dice Gabriela: “La estructura de la obra tiene muchos cortes de tiempo, es una tragedia contemporánea que solo pudo suceder en la época actual, algo que nos coloca en un lugar especÃfico al tono de la obra. Se respetan ciertas premisas de la tragedia y los personajes mueren bajo un desastre natural”, Gabriela Ochoa.
AsÃ, Gabriela Ochoa, nos descubre ese sentido del humor irónico y negro que ChÃas suscribe en la profundidad del texto a partir de una metáfora donde Olinda (SofÃa Sylwin), como personaje central de la historia, decide descubrir quién es y de dónde viene, pero también terminar con la maldición y su historia. Como dice SofÃa Sylwin, “Ella viene de un no saber, pero decide averiguar para entender que va a hacer consigo misma y con una bebé que viene en camino. Es la búsqueda de la identidad, asumir quien es, decir que viene del horror pero que se puede tomar la decisión de quedarse ahà o dar un paso adelante hacia la luz”.
“Los personajes hablan del abuso del ser humano hacia sà mismo y hacia la naturaleza y también reconocen el horror que nos han heredado y en el que nos hemos convertido como especie, para pensar en la posibilidad de cambiar el presente y aspirar a la dignificación del futuro, en vez de continuar perpetrando el desastre y la aberración”, Gabriela Ochoa.
En La semilla además del trabajo de la dirección de escena de Gabriela Ochoa, y el desarrollo histriónico de SofÃa Sylwin, quien comparte el escenario con Surya MacGrégor, Mahalat Sánchez y Raúl Briones, existen tres elementos primordiales para que la historia se aprecie como un suceso real, en esta producción el diseño de vestuario de Mario MarÃn del RÃo hace que los actores encuentren la empatÃa con la personalidad de los personajes; mientras la música acelera o frena la energÃa que preside la acción, el responsable de ese sonoridad que establece el momento escénico es Genaro Ochoa.
Por lo que respecta al diseño de escenografÃa e iluminación, son el sustento para que la historia determine el sentido épico y a la ves actual que requiere el texto de Edgar ChÃas. Ese diseño donde el espacio se encuentra con el tiempo es un trabajo de Jesús Hernández, quien describe la escenografÃa como parte de ese principio griego que al mismo tiempo permite jugar con diferentes niveles en la altura, basado en el desastre y la ruina: “En su parte alta se ve cierta esperanza o la luz con un cielo, además de que se recrea el inframundo que se plantea también en la obra”.
En una colaboración entre Teatro en la Margen y Conejillos de Indias, La semilla se presenta de jueves a domingo (hasta el 15 de octubre) en el Teatro El Granero, Xavier Rojas del Centro Cultural del Bosque, una obra que lleva al espectador a reflexionar sobre el por qué superar el presente es regresar hacia el pasado y reconocer en lo que nos hemos convertido ante el horror y la adversidad.
“La puesta en escena plantea la insensibilidad contemporánea que vivimos, la consecuencia de nuestros actos en la vida y la necesidad que tienen los seres humanos de chismear. AsÃ, el texto recalca, con un humor sagaz y negro, la necesidad que tenemos de estar espiando los problemas de los otros, de ahà el discurso de romper la cuarta pared y comunicarnos con el público de manera directa”, Raúl Briones.
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