Teatro

La seducción por el poder

Por: Claudia Magun — 1 de octubre, 2005

A partir de la puesta en escena de Lascurain o la brevedad del poder, Flavio González Mello reflexiona sobre como la figura omnipotente que la Presidencia de la República ha tenido durante casi un siglo en México, nos ha llevado hasta nuestros tiempos a ver a los personajes políticos como seres estoicos que se dicen leales, hasta transformarse en arrogantes degustadores del poder.

En esta interesante obra el joven dramaturgo hace una acertada disertación sobre la clase política mexicana tomando como anécdota la presidencia relámpago de Pedro Lascurain, la cual dio paso al, menos breve, pero igual de absurdo, periodo presidencial de Victoriano Huerta… Lascurain o la brevedad del poder puede ser como un espejo que nos permite ver qué tanto hemos cambiado y qué tanto seguimos siendo los mismos, viviendo supeditados a caprichosas decisiones del poder.

A lo largo de su historia, México ha experimentado diversas crisis políticas, pero quizá ninguna como la Decena Trágica, que es precisamente el entorno inmediato de la obra, cuando capturados por quienes durante días habían fingido defenderlos de los militares amotinados en La Ciudadela, el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente Pino Suárez renuncian a sus cargos, dejando libre el camino para que Victoriano Huerta asuma el poder. El autor parte de este caso real de Pedro Lascurain, titular de la Cancillería mexicana, quien el 19 de febrero de 1913 ocupó el Poder Ejecutivo durante 45 minutos. Los únicos actos de gobierno que el llamado “Presidente Relámpago” llevó a cabo en su fugaz interinato fueron nombrar a Victoriano Huerta como su único Ministro y renunciar para que éste asumiera automática y legalmente el poder.

“Creo que toda obra histórica habla en primera instancia del presente como un espejo que nos permite ver qué tanto hemos cambiado y qué tanto seguimos siendo los mismos, con los mismos problemas y vicios de la clase política. En este caso estamos hablando de un pasado relativamente reciente en términos históricos, han pasado menos de 100 años de los acontecimientos que aquí retratamos. Aunque ahora nos parezcan tan remotos los sucesos de la Revolución Mexicana en realidad están muy cercanos todavía, provenimos directamente de ahí, por eso la idea es hablar de los presidencialismos después de Lascurain utilizando a este personaje como un arquetipo o una síntesis que permite retratar este fenómeno” Flavio González Mello.

Por supuesto, el humor es un elemento presente en Lascurain o la brevedad del poder, en esta propuesta el actor Carlos Cobos se presenta –como siempre convenciendo al espectador sobre su caracterización- como un audaz fotógrafo encargado de la imagen presidencial que pretende tomar la fotografía oficial, y ante la negativa de Lascurain, haciendo uso de la situación, lleva a favor de sus intereses a la figura política del momento al convencimiento de tener una actitud poderosa que deriva en cómo un hombre – en este caso Lascurain, interpretado por Héctor Bonilla, quien nos deja ver un trabajo versátil que cruza tres etapas de un mismo personaje- puede transformar en tan sólo unos minutos la lealtad en traición y la humildad en exaltación, para inmediatamente después de su apresurada caída pretender ser el mismo leal subordinado.

Lascurain o la brevedad del poder fue estrenada dentro del marco del XXI Festival de México en el Centro Histórico, el sábado 16 de abril, en el Salón del Recinto de Homenaje a don Benito Juárez del Palacio Nacional, y se presenta Teatro Julio Prieto con funciones viernes a las 20:30, sábados a las 18:00 y 20:30 y domingos a las 18:00 horas. Complementa el elenco Fabiana Perzabal y Moisés Arizmendi. El diseño de escenografía e iluminación es de Arturo Nava, el vestuario de Cristina Sauza, el maquillaje y peluquería de Carlos Guizar y la música original y diseño sonoro de Eduardo Gamboa.

Si recapitularamos en las consecuencias que pudo llevar a nuestro país escenas como las de Lascurain o la brevedad del poder, qué podemos decir de los actuales periodos de seis años, donde la figura presidencial, más allá de tan sólo ser un servidor del pueblo, es un rey omnipotente de la democracia sustentada en una estructura basada en cotidianas declaraciones –casi heroicas– de los logros a lo largo de su caprichoso mandato.

“Si nos ponemos a pensar en una presidencia que dura 45 minutos podemos decir que es trágica, patética o agudamente ridícula. Creo que un poco del interés de Lascurain o la brevedad del poder está entre estas tres situaciones, me parece que muchos de los eventos de nuestra historia tienen esa doble faceta, la tragicomedia nacional, cosas absurdas cuyas consecuencias son funestas o hechos muy solemnes con consecuencias ridículas, por eso creo que la historia no puede ser pura caricatura ni pura solemnidad, está entre ambas” Flavio González Mello.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.