
Por: Claudia Magun — 1 de diciembre, 2013
“Este BergamÃn teólogo barroco, a lo Calderón y a lo Sor Juana, es un poeta dramático que espera ser redescubierto en épocas como las actuales que ya rompen con esos dogmas de construcción teatral que paralizaron la escena durante buena parte del siglo pasadoâ€, José Ramón EnrÃquez, poeta, director y dramaturgo.
Desde aquella propuesta de Felipe Ãngeles (1999), Luis de Tavira nos enseñó que el teatro además de ser un instrumento para mostrarnos aquello que sucede en nuestro entorno debe ser un medio de esparcimiento, porque como dirÃa el maestro “el teatro en si es un espectáculo, un espectáculo de la vidaâ€.
Porque hay obras de teatro, pero –sin que esto se tome en un sentido peyorativo–, también hay de producciones a producciones. Están aquellas que quieren ser tan complejas que caen en el absurdo o en el aburrimiento y hay aquellas que además de decirnos algo, concentran una perfecta sÃntesis (texto, dirección, actuación, escenografÃa, iluminación, vestuario y demás elementos) que hace que el público al salir del recinto no pueda decidir qué fue aquello que más le gustó porque en su contexto la obra fue un todo. Porque –de nueva cuenta parafraseando– a de Tavira, “El teatro es el arte de la vida y la vida es un invento de la memoriaâ€.
Esto nos sucedió con La sangre de AntÃgona, una propuesta más de la CompañÃa Nacional de Teatro, que en su estrenó en el pasado Festival Internacional Cervantino, nos dejó totalmente convencidos de que el buen teatro si existe en México.
Se trata de una propuesta redonda, llevada a escena por el joven madrileño, Ignacio GarcÃa, quien actualmente también tiene en cartelera Arizona, en la Sala Villaurrutia, una obra, muy recomendable, sobre un texto de Juan Carlos Rubio, que aun cuando en su formato no lleva ninguna ostentación, igual nos deja ese buen sabor del teatro realizado con pasión y compromiso.
La sangre de AntÃgona es un texto de José BergamÃn (1895- 1983), poeta del exilio y uno de los grandes intelectuales españoles de la primera mitad del siglo XX –en versión de su hijo Fernando BergamÃn Arniches– que plantea con crudeza el mito del personaje del ciclo Tebano, como un grito descarnado contra el terror de la guerra, la injusticia y la tiranÃa de los vencedores.
Una obra que para el director de escena es –además–, un profundo y trágico retrato de un ser humano arrinconado y humillado hasta los lÃmites de lo soportable. ¿Hasta dónde se puede tolerar la humillación, el agravio, la vejación y la anulación de un ser humano que solamente reclama, ya no justicia, sino clemencia? Esa es la pregunta que AntÃgona y BergamÃn lanzan al unÃsono.
Luego entonces si nuestro inconsciente está suscrito a nuestra historia, de lo colectivo a lo individual, ¿será que La sangre de AntÃgona es un acto de desahogo sobre la guerra?, una batalla cualquiera, sin nacionalidades, que no es exclusiva de ningún pueblo, prueba fehaciente de la brutalidad del ser humano, pero también la constancia de la entereza de las mujeres que como dicen en la obra: “arrastran la guerra y enfrentan al tirano, sumisas o heroicas pierden al padre al hijo o al hermanoâ€.
Como menciona la protagonista: “Sólo el amor puede sorprender…†eso es La sangre de AntÃgona un entramado tejido de sueños y sombras donde la heroÃna reta a la muerte, donde se rebela ante el destino de ver a los dos hermanos enfrentados y muertos, vÃctimas de un mismo destino.
La sangre de AntÃgona, es un proyecto del quinto ciclo del repertorio de la CNT en la categorÃa de Patrimonio Universal del Teatro que después del éxito –y por qué no, controversia– en el Cervantino, actualmente realiza temporada en el Teatro Jiménez Rueda con un maravilloso elenco encabezado por Arturo Beristáin, Rosenda Monteros y Érika de la Llave en el papel de AntÃgona, un personaje tan triste que como el autor describe: “no la quiere el cielo y la rechaza el infiernoâ€.
También participan Teresa Rábago, Ana Isabel Esqueira, RocÃo Leal, Ãlvaro Zúñiga, Tony MarcÃn, Laura Padilla, Abril Mayett, y el actor invitado Israel Islas. Un elenco que nos hace vivir y vibrar con personajes reales, complejos como somos los seres humanos.
Al trabajo actoral es necesario sumar los elementos escénicos, porque al hablar de esta producción, se puede discutir sobre el tema, sobre las actuaciones o sobre la dirección, pero lo que no se puede argumentar es el soberbio trabajo escenográfico de Jesús Hernández y el diseño de iluminación de MatÃas Gorlero.
¡Qué trabajo!, ¡qué manera de brindarle a la historia, tiempo, espacio y, sobre todo, dramatismo a una concepción escénica!, cómo se puede llegar a ser tan cómplice de esta visión de Ignacio GarcÃa y del texto de Bergamin, y lograr ese perfecto concepto que sin estos elementos perderÃa toda su emotividad y patetismo, porque AntÃgona puede ser la tragedia de los griegos o bien el terrible suceso en la España de 1936, pero se trata de un conflicto atemporal que en su esencia retrata a las vÃctimas de cualquier guerra, asà que también nos atañe a nosotros los ciudadanos de este México convulsivo y violento donde actualmente se libra una guerra intermitente.
También nos congratula al resto de los elementos que conforman esta producción. El vestuario de Jerildy Bosch, la caracterización de Amanda Schmelz y el trabajo corporal de Lorena Glinz, asà como el montaje coral y la participación de Alberto Rosas en el acordeón, además de Juan Luis Gutiérrez en la trompeta y en el desarrollo sonoro que se transforma en otro de los matices dramáticos tan bien utilizados en esta obra.
En paralelo como en la vida misma, mientras a uno se le premia y se le otorgan honores, al otro, al vencido, se le castiga y humilla negándole un funeral digno… Como en toda conquista del fuerte sobre el débil esto y más es esta propuesta de GarcÃa la cual como dice Tavira “nos confirma que el teatro exige ilusión para expresar la desilusiónâ€. Fotos: CNT/Sergio Carreón Irreta
Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.
Deja un comentario