
Por: Colaborador Invitado — 20 de noviembre, 2013
Sueño de una noche de verano, una de las comedias románticas más célebres, vuelve a cobrar vida de la mano de la compañÃa La Rendija la cual realiza una adaptación del clásico de William Shakespeare como un juego visual que en su contexto desarrolla ambigüedad y ocultamiento, imaÌgenes simultaÌneas que se multiplican y provocan la sensacioÌn de un sueño.
En el Teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque, de jueves a domingo y hasta el 1 de diciembre, los espectadores son convidados a las bodas de Teseo e Hipólita, se trata de una fábula isabelina que con sus elementos sobrenaturales nos adentra en un bosque donde hadas y duendes forman un cortejo que influye en la vida y el amor entre los humanos.
Si bien esta adaptación es fiel al texto del Bardo de Avon, con toda su complejidad y belleza, esta propuesta de La Rendija es una visión arriesgada de Raquel Araujo, que incluso ha llegado a ser calificada por algunos crÃticos como “posmodernaâ€.
Aun cuando la trama se desarrolla en la antigua ciudad-estado de Atenas, la ambientación escenográfica de esta adaptación es completamente diferente a los formatos tradicionales, que suscribe un lugar mÃtico en un bosque de grandes cortinas plásticas, transparencias y ocultamientos que lo mismo sugieren el sueño que el misterio. Sin duda, es un interesante trabajo escenográfico que a la vez sigue la costumbre de las obras shakespearianas ambientadas en la antigüedad clásica.
Sueño de una noche de verano inicia en el palacio del duque Teseo, donde este héroe legendario conversa con su prometida Hipólita (una amazona raptada) sobre su inminente boda. El público es testigo, desde el propio escenario y como un invitado más en palacio, de la trágica suerte de Hermia, cuyo padre Egeo y el propio duque quieren que se case con Demetrio, desafortunadamente la joven esté enamorada de Lisandro.
AsÃ, los espectadores una vez conducidos a las butacas, escuchan la conspiración de los dos jóvenes enamorados que planean casarse en secreto y para ello se dan cita al dÃa siguiente en el bosque. De todo ello se entera Elena, otro de los personajes femeninos, quien a su vez sufre por el desprecio de Demetrio.
Sueño de una noche de verano forma parte de la tradición del teatro clásico, en la que la comedia de enredos sirve como excusa para recrear (y criticar) todo un contexto social. Lo anterior se logra a partir de la representación de una obra teatral de que se vive dentro de la propia obra: en este caso, para celebrar la boda de Hipólita y Teseo, la propuesta que se presenta es PÃramo y Tisbe, leyenda grecolatina narrada por Ovidio e inspiración para Romeo y Julieta. La nota más bufonesca son los ciudadanos atenienses, reflejo de las clases medias incultas que formarán parte de la burguesÃa.
El bosque es el escenario en el que todos estos personajes confluyen, y sus habitantes sobrenaturales, Oberon y Titania, jugarán un papel determinante le sucederá a todos ellos durante esta noche. Decidido a vengarse de Titania, Oberon manda a su vasallo Puc, un “pÃcaro y bellaco duendecillo†a verter el néctar de una flor que hará que ésta se enamore de lo primero que vea (aunque se trate de Nick Bottom, el tejedor, a quien Puc le ha puesto una cabeza de asno). El duende acabará hechizando a las dos parejas de jóvenes que verán intercambiados sus amores, lo que dará pie a numerosos enredos. Finalmente, Oberon restituirá todo a la normalidad y los improvisados actores interpretarán de forma cómica la triste historia de Tisbe y PÃramo.
Óscar Urrutia, artista visual –miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte– es el productor y creador escénico de esta adaptación que lleva un elenco conformado por Eglé Mendiburu, Roberto Franco, Juan Ramón Góngora, Ramón Barragán, Raquel Araujo, Tomás Gómez, Elidé Uc, Mariano Olivera, Paola Peniche y Zizinete Maravé.
Quizá el único detalle adverso en esta propuesta sea el amplio despliegue de sucesos e imágenes simultáneas que buscan provocar la sensación de ese sueño que sugiere la apreciación del texto de Shakespeare –revisado a consciencia por Raquel Araujo en colectivo con La Rendija–, pues entre los juegos visuales, el lenguaje isabelino y los múltiples movimientos a través del teatro, se corre el riesgo de que el espectador pueda llegar a desorientarse.
Recordemos que Sueño de una noche de verano es una obra que exige una profunda atención, no sólo porque es, a su manera, meta-teatro (obra dentro de la obra) sino que como fruto de la mezcla entre elementos de la mitologÃa clásica y la magia de la naturaleza, unidos en torno a la ensoñación producto del amor, implica la presentación de la gran variedad de acciones, algunas sin duda absurdas, que tenemos los humanos ante este sentimiento.
Finalmente, no puede pasarse por alto que La Rendija cumple este año un cuarto de siglo desde su fundación en la Facultad de FilosofÃa y Letras de la UNAM, y poco más de una década de haberse establecido en Mérida y con esta adaptación de Sueño de una noche de verano reitera su apuesta por la experimentación, el riesgo y la reflexión sobre las prácticas escénicas.
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