
Por: Susana Fernández — 23 de junio, 2009
La familia como piedra angular de nuestra sociedad está cambiando conforme a las nuevas reglas y tipos de relaciones entre los seres humanos. Cada vez más alejada de un estereotipo, la familia de nuestros dÃas puede tener tantas variantes como los propios integrantes de ésta, sin embargo mantiene una importancia relevante como factor determinante en la formación y desarrollo de los individuos.
En este sentido, La inocencia de las bestias es una aguda crÃtica a los estragos y disfunciones que puede generar la propia casta entre sus integrantes, con sus vicios y virtudes y como a la larga estos prevalecen e incluso pueden ser “corregidos y aumentadosâ€.
En este caso, Gelio y Helio DÃaz –hombres o bestias– representan una espera angustiosa sobre la llegada de un “encargoâ€. Tal y como serÃa la espera de un parto, estos dos personajes –a quienes nunca terminamos de identificar como él o ella–, esperan la llegada de su bestia con náuseas y antojos tal como si tratara de un hijo.
En un espacio escénico, con la escenografÃa, vestuario e iluminación de VÃctor Padilla, quien con un trabajo bien logrado logra transmitir en los momentos adecuados una sensación de encierro como podrÃa experimentarla cualquier mascota, los hermanos DÃaz esperan la llegada del “hombre de las bestiasâ€, aquel que habrá de cometer su encargo y que presupone para ellos una aún más difÃcil elección: continuar la especie o cancelarla para siempre. Siempre bajo la mirada adusta de los padres, quienes desde un sombrÃo retrato y la lejanÃa de la muerte observan y censuran las acciones de los hijos.
Mientras ambos estiman los pros y contras de esta decisión, el espectador observa a estos protagonistas –que sin duda tienen hábitos animales pero gustan también del canal porno sueco y de la ópera–, como dos hijos de familia que sus padres heredaron ciertos gustos y costumbres, pero que al igual que mascotas bien domesticadas tienen instintos a los que no es tan fácil renunciar.
Original de Verónica Bujeiro y bajo la dirección Claudia Romero Herrera, La inocencia de las bestias es una muy buena farsa para observar a la familia “pero lejos de darle forma de melodrama, lleva al extremo sus tÃpicas relaciones de amor-odio, propias de cualquier asociación de seres humanos y nos regala una espléndida farsaâ€.
Escenificada en La Madriguera, espacio más que idóneo para adentrarse a los secretos de una familia de finales del siglo XIX, época de transición, de dobles y triples morales, tiempo-espacio de nuestros bisabuelos, llenos de hijos y de historias que ya olvidamos.
Con las estupendas actuaciones de Llever AÃza (Revelación masculina por el musical Vuelve el Cabaret) y Emilio Savinni (Diosa de Plata por el largometraje Morirse está en Hebreo) interpretando a los gemelos Gelio y Helio DÃaz y en el papel de “El Hombre de las Bestias”, Gerardo Alonso (recién egresado de la Escuela Nacional de Arte Teatral), La inocencia de las bestias se presenta todos los viernes, hasta el 3 de julio, en La Madriguera (Alvaro Obregón 291, entre Salamanca y Valladolid, Colonia Roma).
La inocencia de las bestias es un retrato de humor y secretos familiares, una historia divertida pero despiadada que muestra cuanto el ser humano se esfuerza por ser domesticado y cuanta represión puede esconderse en el manto protector y amoroso de la familia. Fotos: Pablo Federico y Carlos Altamirano.
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