
Por: C. Magun y S. Fernández — 22 de diciembre, 2015
“El teatro no es sino la búsqueda honesta de la verdad…” fragmento de La gaviota de Antón Chéjov que realiza una breve temporada bajo la dirección de Diego del RÃo.
La entrada al Foro Shakespeare te hace suponer que este trabajo no será una puesta tradicional, uno a uno los actores que intervienen en ésta te saludan como si se tratara de viejos amigos que te convidasen no de una fruta prohibida pero si peligrosamente adictiva y te dan la bienvenida a ese acto mágico e irrepetible donde no se sabe a ciencia cierta dónde y cuándo termina la ficción y da comienzo la realidad.
Y es que la versión de La gaviota que hoy nos ocupa es una sÃntesis del amplio espectro de emociones que impulsan y contienen al ser humano. El amor en sus múltiples facetas –a la madre, al amante, el no correspondido–, asà como la necesidad de reconocimiento y el miedo al fracaso que el ser humano experimenta a lo largo de suvida, independientemente de la profesión que ejerza, son los condimentos que propone esta puesta por demás atractiva y equilibrada.
Si bien al principio dos de los personajes, Sorin (Odiseo Bichir) y Kostia (José Sampedro), debaten sobre la pertinencia y vigencia del teatro mismo, lo que bien plantea la puesta es que ésta interrogante es tan válida para aquel que ejerce el oficio actoral como para cualquiera que se pregunta sobre la congruencia de aquello que hace para vivir y lo que verdaderamente anhela.
De esta manera, su autor, el médico y dramaturgo, Antón Chéjov –considerado una de las figuras más importantes de la literatura universal– plasma con gran maestrÃa distintos personajes que exploran las debilidades del cualquier hombre, sin embargo el gran acierto de esta producción es la adaptación y dirección del joven Diego del RÃo, quien logra que este crisol de personajes dialoguen con el público para que poco a poco todos encuentren un punto de empatÃa con aquello que vemos desenvolverse en escena.
AsÃ, en un espacio minimalista dispuesto a manera de escenario que asimila un teatro dentro del mismo teatro, diseñado por Atenea Chávez y Auda Caraza, el público descubre el maravilloso trabajo que realiza Blanca Guerra (Arkádina) que lo mismo encarna a una seductora actriz, que a una madre egoÃsta, una controladora amante o una descarada hermana.
Por su parte, Odiseo Bichir (Sorin) es el ejemplo mismo del desencanto, un hombre que al paso de los años ha logrado acumular sabidurÃa a costa de una larga cadena de pasiones no concretadas; Mauricio GarcÃa Lozano (Trigorin) está más que pintado como un intelectual privilegiado y coqueto empero profundamente cobarde; Carlos Valencia (Medvedenko) plasma, con esa facilidad que maneja en la escena, esa eterna espera disfrazada de esperanza que engaña a cuantos se aferran a ella, mientras que la inocencia e idealismo de Paulette Hernández (Nina) contrastan con la desilusión y frustración de Adriana Llabrés (Masha).
Ellos embonan como piezas perfectas ese engranaje de Diego del RÃo donde nada sobra y todo es imprescindible, cada uno se complementa con el otro y logran construir personajes reales que desde el espejo del escenario le devuelven realidad a quienes observamos desde la butaca, aquà el teatro se convierte en el diván dónde vemos a nuestros demonios desatados.
Además, gracias al trazo escénico la trama se desarrolla sin protagonismos gratuitos ni sobresaltos injustificados, aquà la historia va lentamente clavándose en el espectador para llevarlo a la reflexión, a descubrir el texto de Antón Chéjov, quien con las palabras precisas hilvana la frase perfecta para decir aquello que se teme preguntar o contesta lo que quizás no encuentra respuesta.
Con una producción de BH5, La Rama de Teatro y Oscar Uriel, La gaviota se presenta de lunes a domingo –hasta el 8 de enero– en el Foro Shakespeare, una muestra de la vulnerabilidad del ser humano y de los lastres que va cargando a fin de no alcanzar aquello que más anhela.
En esta época de obsequios, La gaviota es un espléndido presente sin oportunidad de devolución, un regalo de aquellos que han hecho del oficio de hacer teatro la mejor manera de celebrar la vida.
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