
Por: Oswaldo Valdovinos — 2 de diciembre, 2006
La fascinación por los acertijos, mas no su resolución en todos los casos, es uno de los aspectos que caracterizan al hombre contemporáneo. De ahà que el interés de los mitos como el de laberinto del minotauro, los enigmas de la esfinge del Edipo de EurÃpides, la búsqueda y exploración del doble abordado por Stevenson o Hoffman, sean recuperados desde la perspectiva del ser humano de final del siglo XX y principios del XXI.
¿Qué es lo que conduce a un hombre a representar la vida cotidiana a través de una obra de teatro? ¿Es tan banal la existencia actual que hay que darle un poco de emoción mediante el drama? ¿Las personas no son lo suficientemente interesantes en la realidad? ¿Cómo interpretar la emoción manipulada por un juego perverso de espejos? ¿Hasta dónde se es capaz de llegar para renunciar a la identidad propia y convertirse en el personaje de sà mismo?
En este sentido es que gira la obra La representación de David OlguÃn, bajo la dirección de Gerardo Samaniego. Si bien este texto fue escrito hace más de 20 años, sigue siendo vigente desde la óptica de explorar los demonios interiores que habitan al ser humano y lo llevan a realizar una serie de actos irracionales que pueden rayar en lo morboso y en la autodestrucción, llegando incluso a caer en estados intermitentes de un desquiciamiento enfermizo y obsesivo.
La puesta en escena narra la historia de Ricardo Freire, escritor frustrado que trabaja sobre el texto de su obra La representación, la cual retrata la tormentosa relación existente entre él y su esposa. De modo que busca a una actriz, Ana, para que represente el papel de su esposa. Cada escena que escribe se representa en el departamento de Freire, asà que la historia de La representación avanza a la par de la historia real. Con Freire vive su sirvienta sordomuda que lo atiende y sirve en todo. Manipulada por Freire, también adopta el papel de la esposa, pero en la actividad doméstica, fuera de La representación.
De este modo es que el espectador, por ejemplo, ve una y otra vez una misma escena en diversos tonos y con diferentes ritmos, cada una de las cuales tiene una intencionalidad distinta y un significado que va desde el simple humorismo hasta una interpretación donde la humillación y la violencia son los elementos imperantes.
La representación cuenta con las actuaciones de Anilú Pardo, Juan Carlos Vives y Natalia Traven, la escenografÃa e iluminación de Philippe Amand y el vestuario de Lissete Barrios, y se presenta en el Teatro Helénico los martes a las 20:30 horas, hasta el 12 de diciembre.
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