
Por: Susana Fernández — 28 de octubre, 2015
“Espero haber aprendido a ser razonableâ€, fragmento de La anarquista de David Mamet que se presenta en el Teatro El Milagro.
Si alguien cambiara ¿lo sabrÃas reconocer? Bajo esta premisa y como subtÃtulo de esta obra escrita por el dramaturgo norteamericano David Mamet es que inicia La anarquista. Un trabajo escénico de Enrique Singer que tiene como protagonistas a una funcionaria despiadada y a una terrorista condenada a 30 años por el asesinato de dos policÃas.
Dos mujeres que se descubren en la primera escena en una discusión filosófica sobre el abuso del poder, la oportunidad de redención y el engaño, un delicioso tête à tête actoral entre Lisa Owen y Marina De Tavira, quienes personifican ambos lados de la justicia.
Owen interpreta a Cathy, una mujer que después de tres décadas de encierro busca su libertad por razones humanitarias (su padre está muriendo y ella busca su perdón). Por su parte, De Tavira es Ann, una cÃnica y agresiva mujer que ante todo representa la ley, la responsable de impedirlo, la depositaria del poder, quien habrá de demostrar que no hay arrepentimiento que valga la libertad de la culpable, pues ésta aún representa un peligro para la sociedad. Ann, ante la responsabilidad como funcionaria es la pieza clave que separa a Cathy del perdón.
En este sentido, La anarquista expone un intenso trabajo histriónico que nos permite como espectadores apreciar la entrega de ambas actrices que como dos grandes intérpretes de sentimientos, pasiones e ira son guiadas por la diestra visión del maestro Enrique Singer en un escenario austero y gris, diseñado por Gabriel Pascal que nos transporta a un tiempo y espacio indeterminado donde lo que prevalece es un ambiente de opresión en un juego cruel donde las interrogantes y reflexiones surgen desde la butaca, donde el público también juzga y hace sus propias conjeturas.
Entre lÃneas, La anarquista plantea interrogantes que nosotros mismos, los ciudadanos de este México observamos cada vez más seguido, interpelaciones como el enfrentamiento entre el poder y la justicia: ¿qué reglas están permitidas en aras de garantizar la estabilidad del Estado? ¿hasta dónde y cómo debe guardarse el orden? ¿quién es inocente y a quién se le puede consignar culpable?
Escenificada en el sótano del Teatro El Milagro, espacio que aumenta la sensación de encierro y contribuye a crear una atmósfera de cautiverio, La anarquista plantea dos discursos sumamente inteligentes y válidos, la defensa de una situación que conlleva dos posiciones: mientras Ann, como funcionaria cuestiona la habilidad de Cathy para el engaño, ésta arguye ese sentimiento febril presente en todos los jóvenes, donde la lucha y aspiración de un cambio puede llevar las acciones a una radicalización total.
En resumen, ambas sostienen la validez de sus posiciones, empero la que defiende el arrepentimiento arguye el paso del tiempo que la ha llevado a un cambio espiritual que ha modificado su posición polÃtica actual.
“La conciencia lleva a la violenciaâ€, argumenta en su defensa Cathy, mientras, Ann busca doblarla con el recuerdo de una amistad, un amante o un afecto perdido que bien puede ayudarle a recobrar su libertad: ¿Dónde está Althea?, es la pregunta que choca contra la convicción sin encontrar la mÃnima respuesta aunque esto bien puede representar la anhelada libertad.
Asà mientras transcurre la trama, el espectador conoce, coincide o rechaza los ideales de ambas mujeres, distintos temas como la polÃtica, la religión, la sexualidad, la venganza y sobre todo la honestidad se van desgranando para que el público acepte o condene las razones de ambas protagonistas.
“Las ideas son peligrosasâ€, argumenta la anarquista como razón para su encierro y uno como espectador, desde la butaca, no puede olvidar que ésta ha sido la causa para que otros hayan sufrido la cárcel, sin importar el tiempo, el paÃs o la fuerza polÃtica en el poder.
Con una producción de Petit Comité e Incidente Teatro, La anaquista se presenta de jueves a domingo –hasta el 1 de noviembre– en el Teatro El Milagro, un duelo de actuaciones que permite al público ser preso de cada gesto y de cada movimento que lleva a Lisa Owen y a Marina De Tavira a descubrir un texto que en cada palabra conlleva su enorme valÃa, mientras Enrique Singer nos confirma su condición de maestro.
La anarquista, un discurso sobre el arrepentimiento, sobre el abuso de poder, sobre la naturaleza humana… Fotos: Jesús Morales.
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