
Por: Colaborador Invitado — 8 de diciembre, 2006
Un suceso nunca es aislado, siempre estará acompañado de un contexto que lo significa y lo determine. De ahà la importancia de lograr integrar los elementos esenciales cuando se trata de representar una realidad que, por su propia naturaleza, para muchos puede resultar ajena, o por el otro lado no termina de cuajar del todo para aquellos quienes han tenido algún tipo de contacto con ella.
Tal es el caso de la obra Virgencitas, una adaptación libre de Hugo Abraham Wirth sobre la obra Yard Gal de Rebecca Prichard, dirigida por Enrique Singer y con las actuaciones de Marianela Cataño y Griselda Contreras. Virgencitas se presenta los sábados a las 19:00 horas hasta el 15 de diciembre en el Teatro La Capilla.
La obra cuenta la historia de Mari y Dona, dos chavas banda que viven en Ciudad Neza, colonia Tamaulipas, sección Virgencitas, quienes se drogan, delinquen, se van de fiesta, son amigas, pertenecen a una banda: las vÃrgenes del Bordo; venden droga, de vez en cuando se prostituyen, pero sólo cuando tienen ganas; tienen pleito con las chavas de otra banda, se van a bailar al Eclipse, están enamoradas de un dealer, les gusta dar paseos con un poli… En pocas palabras: se enfrentan a la violencia y la acritud de un entorno donde se sobrevive a como dé lugar y por los medios que estén al alcance de la mano, sin importar si implica o no caer hasta el fondo.
A partir de una escenografÃa que representa una de las tantas capillas esquineras que abundan en las colonias populares, que a su vez se vuelve un prisión y por momentos un antro, y un escenario en perspectiva que busca dar la idea de profundidad a la vez de servir de pantalla de proyección, se plantea la obra con un ritmo ágil y dinámico, caracterÃsticas que se mantendrán a lo largo de casi toda la obra.
Sin embargo llega un momento en el que el propio lenguaje hablado se convierte en el elemento principal, más allá de la acción misma, pues resulta gracioso en exceso por estar fuera de contexto, no verbal sino visual, y suena más a divertimento que a acción real. Y aunque se busca una integración con el entorno a partir de una proyección de graffitis y videos que muestran la realidad del Bordo de Xochiaca, no termina por concretarse del todo, ya sea porque la proyección se queda mucho tiempo en escena causando una distracción en el espectador, por la escala manejada que en ocasiones resulta desproporcionada en exceso, o porque no es necesaria pues los propios personajes están narrando lo que está pasando y lo que se está viendo, causando una sensación de atiborramiento de lenguajes.
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