Teatro

Ironías demenciales

Por: María Teresa Adalid — 1 de abril, 2006

El Anticristo del dramaturgo Mario Cantu Toscano ¿Un dios hostil o un dios de belleza y poder? ¿Quién es el anticristo? Profecías en epístolas desatan mares de confusiones, avecinando el fin de los tiempos; descripciones, aberrantes y bestiales de monstruos con cuernos y varias cabezas aluden al demonio.

O podría tratarse de un personaje simplemente opuesto en alguna opinión: un impostor o algún condenado, según las creencias populares, o el título de un manifiesto escrito en 1888 por un gran filósofo alemán.

Los resultados de profesías, terror y dominio sobre la humanidad acarrea la más inmediata asociación al Anticristo. Aunque también cabe considerar que hasta un rebelde cantante de rock con pupilentes de color, maquillaje y buena mercadotecnia ha cargado con ese estigma.

El Anticristo surgio a raiz del ciclo de Lecturas Dramatizadas en la Casa del Lago Con el título sugerente de El Anticristo, la obra del dramaturgo Mario Cantú Toscano, con la dirección de Gabriela Lozano, se presenta en el foro La Gruta del Centro Cultural Helénico todos los martes.

Partiendo de la premisa que cualquiera puede ser el anticristo por aquello de los demonios internos, la obra no se declara religiosa, aunque sí trata temas religiosos.

Lo que aparentemente parecía un día normal en la vida de Damián —de profesión escritor, aparentemente ateo y que tiene cierta fascinación por los cuentos de horror—, de repente su existencia se vuelve más atormentada al descubrir un estigma que ha perturbado a la humanidad entera por siglos: la marca 666, justo en su cabeza, a manera de lunar.

Esta revelación da lugar a una historia narrada en farsa y humor negro que expone la psique de cuatro amigos: Ariadna, Marcos, Paloma y Damián, quienes en su inconsciente son presa de psicotraumas que intervienen en todo su queahacer personal, como la pérdida de la identidad, la desenfrenada mansturbación, la evasión de la realidad y las consecuencias de una infancia reprimida.

El Anticristo se presenta en el Centro Cultural Helenico El problema plantea: ¿qué tan lejos llega una broma que puede orillar a alguien vulnerable al suicidio? La burla es originada en una borrachera donde se le tatúa a Damián la marca peculiar en la cabeza. Asimismo también se narra la situación de la honestidad para enfrentarse consigo mismo.

De esta manera es que los cuatro amigos comienzan a exorcizan sus propios demonios saliendo a la luz que la ansiedad de los celos conducen a Marco a la ira y rabia, para más tarde arrepentirse de sus actos, teniendo un desajuste fomentado desde la infancia por la figura materna. Paloma, por su parte, es quien propicia el suicidio de Damián; ella reacciona física y emocionalmente a la masturbación, retiene un complejo culposo, provocado por la sensación ante la situación traumática.

El Anticristo bajo la direccion de Gabriela Lozano Su memoria involucra la reconstrucción de un evento, fragmentos de un recuerdo preciso, con su interpretación y reacción ante ello, Ariadna, de origen humilde, responde a características psicosociales: su cruz es evitar que su identidad se revele, la cual se diluye al entrar en un entorno cosmopolita de ciudad. Ella reniega hasta de su nombre y vive influenciada por factores externos: la nueva y moderna vida.

Y por último Damián, con secuelas a largo plazo que a su vez se mezclan y encuentran con otro tipo de situaciones aún no resueltas, conduciéndolo a la situación de crisis. Entre la ensoñación que le causan sus cuentos y libros, la marca en su cabeza es un incremento y activación para querer morir pensando que salvará a la humanidad del Apocalipsis.

Todos estos personajes, con huellas indelebles, se protegen de manera instintiva y niegan aquellos demonios constantes que tanto los aquejan.

Finalmente el desenlace no parece ser solo un recuerdo en la memoria, siendo que los recuerdos pueden ser sólo sueños creados ya que la mente nos da infinitas opciones del lenguaje.

El Anticristo cuenta con las actuaciones de Pilar Cerecedo, Irving Corral, Iván Olivares, y Claudia Trejo.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.