
Por: Arturo Carrasco — 31 de julio, 2015
“La prostitución se define como la actividad u ocupación de la persona que tiene relaciones sexuales a cambio de dinero. La esclavitud delimita la sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o como un trabajo u obligación…â€
Las prostitutas, mujeres de la calle, sexotrabajadora, meretriz, ramera, fulana, y la más despectiva, puta, son aquellas feminas que en nuestra Ciudad deambulan a lo largo de Tlalpan o en Circunvalación.
Ellas están lo mismo en la calle que recuerda aquel empresario norteamericano –James Sullivan– que construyó el ferrocarril México-Nuevo Laredo, también, en las calles aledañas a la zona de la Merced, la famosa “Mecheâ€, e incluso a unos cuantos metros de la sede de una de las delegaciones, más importantes de la capital, la Cuauhtémoc. Un paradero muy añejo en esta Capital –donde todo se puede–, “à côté” –dirÃan los franceses– del Monumento a la Madre, el colmo de una sociedad surrealista.
En todos estos corredores del sexo las imágenes son las mismas: chicas con tacones altos, ropa entallada, maquillaje en su rostro que cubre las desveladas, la edad, los golpes o la mirada de unos ojos que en algún momento tuvieron un brillo pero ahora solo proyectan las huellas de la tristeza y la humillación.
Del otro lado de la moneda, la escena se repite: hombres de diversas edades, desde jóvenes que apenas rebasan los 18 años (si es que lo hacen) hasta viejos de más de 60, todos reunidos con un mismo fin: admirar la mercancia, cuerpos sin alma.
Después, escoger entre todas las ahà presentes, a aquella que apacigüe el deseo que condujo sus pasos hacia ese sórdido sueño y llevarla al hotel más próximo donde por unos cuantos pesos podrá poseer ese cuerpo por el que pagó… Asà termina la escena, cuando la chica regresa a la calle, al trozo de banqueta que minutos antes dejó atrás, esa plataforma de miseria donde se esperan uno, dos y hasta 20, “clientes†que la noche traiga.
De eso trata la última obra de teatro que fui a ver. Y ante la pregunta ¿A quién se le ocurre ir al teatro a ver historias sobre la prostitución? –la cual dicho sea de paso cae como un balde de agua frÃa cada vez que se pronuncia– se agradecen propuestas como Cómprame. Crónicas de esclavitud sexual, un montaje con el cual Perro Teatro celebra 30 años de trabajo ininterrumpido, una obra que pone ante los ojos del público la historia de estas vÃctimas de la esclavitud sexual, y no solo eso, les da nombre, identidad y al menos por un momento, un medio para expresarse.
Un proyecto de Gilberto Guerrero, autor y director de escena, quien basdo en una amplia investigación sintetiza el trabajo documentado –como el realizado por Lidia Cacho– para dar sustento a los personajes y sus historias, que van desde el engaño amoroso hasta el secuestro, perdiendo su libertad y algunos, la vida.
Un texto crudo que no solo muestra esta denigrante realidad, también te hace tomar conciencia sobre esta situación y da cara a las cientos de mujeres vÃctimas de éste el segundo negocio más redituable en el mundo, sólo después del tráfico de armas, una industria sostenida por seres humanos que produce tanto dinero y tanta miseria.
Una visión escénica que retrata ese México, paÃs de amplios contrastes y miradas cortas donde se tapan los graves problemas y se disfraza la discusión en torno a la prostitución, una añeja actitud politica social y moral, que a mi parecer, es en gran parte una respuesta a posiciones económicas y de moralidad religiosa que ha dejado de lado el tema, que si bien no es lo mismo, va muy de la mano con esa denigrante verdad que cobija nuestro paÃs: la trata de personas, es decir, el comercio ilegal de seres humanos que se negocÃa en todo el mundo con el propósito de esclavitud reproductiva, laboral o sexual.
Con la actuación de Abril Pinedo, Karen Daneida, Nallely Cardona, Ruth Rosales, Martin Becerra y Abel Ignacio Hernández, Cómprame: crónicas de esclavitud sexual, temina temporada este fin de semana en el Teatro Julio Prieto, una apuesta de Perro Teatro, un ensamble que como dice Gilberto Guerrero “apuesta por hacer teatro de calidad –porque de lo contrario no valdrÃa la pena hacerlo– y por hacer un teatro preocupado por el paÃs en el que uno está paradoâ€.
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