Flechas del ángel del olvido… una obra posmoderna acerca de la identidad

Por: Arturo Carrasco — 20 de agosto, 2012

“Es un texto complejo, pero muy actual que apela a los jóvenes y a aquellas generaciones carentes de identidad; aquí el personaje equis –en referencia a la Generación X– puede ser todos o ninguno. Un texto que pone en la mesa la reflexión sobre si yo soy a partir de lo que quiero ser o a partir de lo que el otro me está diciendo y trata de imponerme”, Lizzette Cervantes.

En coproducción de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, la Coordinación de Teatro del INBA y la Embajada de España se presenta –de jueves a domingo, hasta el 2 de septiembre– en el Teatro Benito Juárez, Flechas del ángel del olvido, una obra del dramaturgo español José Sanchis Sinisterra, viejo conocido del público mexicano por obras como ¡Ay Carmela! y El cerco de Leningrado, entre otras.

Esteralizada por Miguel Flores, Patricia Collazo, Carmen Zavaleta, Priscila Imaz, Baltimore Beltrán, Lizzette Cervantes y Antonio Algarra, quien también dirige, se estrenó en España y en noviembre de 2011 se presentó en el marco de la sexta Muestra de Artes Escénicas de la Ciudad de México, en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque.

Se trata de un trabajo escénico realizado a partir de una propuesta de Ricardo Ramírez Carnero –con el diseño escenográfico de Arturo Nava–, en el que Sanchis nos muestra una interesante crítica del ser, una reflexión sobre la identidad que parte de la siguiente premisa: una joven ha perdido totalmente la memoria y no se sabe nada de ella más que el hecho de que se le encontró en un montón de basura con una flecha (¡si, una flecha!). Con muchas cortadas en sus brazos realizadas por aquel objeto punzocortante y vestía un traje de arlequín (¡es correcto, un traje de arlequín!).

Con el fin de ayudar a la mujer X, como es llamado este enigmático personaje sin memoria, se le interna en un hospital donde permanece estrictamente vigilada por una enfermera inmutable de rictus institucional, de gestos más burocráticos que humanos. Para descubrir su identidad la chica es confrontada con cuatro personas que dicen reconocerla. Lo más extraño es que son cuatro historias paralelas sobre ella. Ni una se parece.

Son cuatro narraciones sobre un mismo cuerpo extraviado. Cuatro realidades heterogéneas que por su diferencia radical son imposibles de combinarse. Para cada narrativa, al personaje le corresponde un nombre: Marga, Verónica, Margarita, Celia.

Cada nombre es afin a la historia de cada persona involucrada con su vida: una hermana mayor que le intenta remembrar sus actividades como antropóloga; un dueño de casinos que le recuerda cómo se convirtió en su amante; una antigua pareja que busca recordarle su vida de pasión y celos intensos; y un joven pueblerino ingenuo y tímido mandado por la supuesta abuela de la chica sin memoria.

Bajo esta interesante historia, Sanchis pretende abordar el tema de la identidad a partir de los relieves sinuosos de una sociedad que no se encuentra. La construcción social de la conciencia, nos dice el autor, se torna en un problema en el momento en que una sociedad está sumergida en espacios de violencia, de abandono, de incertidumbre.

Ante esta atmósfera hostil, la identidad queda semi-fragmentada, hecha casi añicos, sostenida por enlaces poco mantenibles, más bien quebradizos. Esta grave carencia identitaria se sostiene, débilmente, por mimetismos con los otros inmediatos, por la posesión de objetos extraordinarios por burdos, por recuerdos frágiles, destellos titilantes de alguna experiencia pasada.

“La obra versa sobre un universo donde se reflexiona acerca de abandonar el pasado y apostar por un nuevo presente. Un trabajo que tiene que ver con la población joven porque recibe información pasmosa de los medios de información que los obliga a detenerse para definir quienes son”, Carmen Zavaleta.

Flechas del ángel del olvido, en la visión de José Sanchis, se puede entender no sólo como una propuesta sugestiva o una invitación sesuda que busca hacer una exhortación sobre la construcción social de la identidad en un mundo en constante movimiento, también, se puede interpretar como una muestra de cómo una anomalía rara puede brotar del mismo tejido social. El misterio se hace presente de la nada, como algo extraño, incomprensible que se torna en una realidad encarnada, un cuerpo sin memoria, sin identidad.

“Hay que hacer uso del pasado y recordar como parte de un proceso, para lograr saber quiénes somos… Los personajes van en busca de su propio ser… uno no se encuentra por sí solo, se es a partir del otro, y se avanza en este trabajo profundo de ser humano”, Priscila Imaz.