El Kame Hame Ha… grito de guerra que asalta el escenario

Por: Susana Fernández — 10 de febrero, 2013

Proyecto escénico que reúne el trabajo de Jaime Chabaud, Jesús Jiménez y Esteban Castellanos.

El silencio le anuncia la hora cero, es el momento de saldar deudas, Benito lo sabe y parece no temer, está dispuesto a librar la última batalla y tal vez como un súper héroe renacer y convertirse en un chico “rubio y de ojos azules” tal y como sucede con su personaje favorito: el saiyajin, Son Goku de Dragon Ball Z.

Planteado como una historia fantástica de héroes y villanos, este inicio parece ser lo suficientemente atractivo para chicos y grandes… empero ¿qué sucede cuando lo vemos desde el interior de un centro para menores infractores?, ¿cuál es nuestra impresión al saber que ese niño es en realidad es un sicario?, ¿dónde queda nuestra compasión por un pequeño al que vemos convertido en un asesino?

Este es el conflicto que aborda con gran responsabilidad la puesta en escena El Kame Hame Ha, de Jaime Chabaud, un texto nada complaciente, tan brutal como un atraco, un asalto a la realidad que como espectador te golpea y te deja literalmente “la piel chinita”, cuando escuchas y observas lo vulnerable que están los niños-jóvenes ante el crimen organizado.

Benito (Esteban Castellanos) es uno de esos niños que ha sido victimizado continuamente (verbal y físicamente) por los adultos que le rodean, uno de esos a los que a gritos llaman “pinche chamaco”, carentes de tiempo, afecto y respeto, uno de esos pequeños que viven frente al televisor o al juego de video y cuya escuela se encuentra en la calle y todo lo que hay en ella. “Pensé que ¡Callaté! era mi nombre”, le confía al espectador, mientras que con una actitud marcada por la rebeldía y por un tono de “macizo” (a sus 14 años) cuenta su desarrollo como delincuente.

Tiene siete cicatrices que representan las vidas que ya debe y que son la mitad de los años que ha vivido. No hay ética, no hay remordimiento, así es la vida, hay que rifarse un tiro para sobrevivir y ni modo si en el camino te conviertes en “un saiyajin, un guerrero de corazón oscuro”, mejor, porque pondrás traer un buen par de tenis y comprar, consumir, ser alguien a partir de lo que tengas sin remordimientos, sin recuerdos.

Con una gran sensibilidad y compromiso, El Kame Hame Ha es un trabajo que asalta el escenario bajo el grito de guerra del manga japonés Dragon Ball Z, una expresión que muestra cómo los jóvenes sicarios de la Ciudad de México han tomado estas caricaturas como estandarte y hoy representa la máxima aspiración de aquellos a los que se les ha negado todo y cuya única aspiración es convertirse en un “duro” del barrio a partir de la violencia que ellos mismos han sufrido.

“No hay pretensiones artísticas, no tratamos de educar, ni de de lanzar falsas moralejas sin ningún compromiso. El arte no tiene que ser agradable pero si debe confrontar y llevar a la reflexión”, menciona Jesús Jiménez, director de esta puesta que busca salir del escenario tradicional y llegar ahí donde se necesite, al barrio, a la zona vulnerable, a dónde haga falta.

Nacido de una concienzuda investigación de más de siete años en Colombia y México, a través de videos y novelas como No nacimos pa’ semilla, de Alonso Salazar; El pelaito que no duró nada, de Víctor Gaviria; La Virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo y noticias como la de El Ponchis, el niño sicario detenido en Morelos en el año 2010, acusado por haber degollado a los adversarios del cártel de los Beltrán Leyva, El Kame Hame Ha es una trabajo de arriesgue, un ejemplo de cómo el teatro puede ocuparse de lo que sucede a su alrededor, no se trata de una obra para salir reconfortado ni con esperanza pero es una puesta dramática que hace eco en la conciencia.

En una coproducción de la Secretaría de Cultura, Chuma Producciones, El Fénix Producciones y Paso de Gato Producciones, El Kame Hame Ha se presenta en breve temporada, de viernes a domingo (hasta el 24 de febrero), en el Teatro Sergio Magaña, un trabajo para provocar, tal vez no los mejores momentos, pero provocador.

“Creo que la obra no juzga al personaje protagonista ni da soluciones, ni es moralina, sólo busca confrontar al público; sin embargo, tiene un capital muy explotable en el sentido de que se puede llevar a muchos tipos de públicos para ser vista por muchas personas. Nos gustaría mucho que incidiera en la sociedad, que nos saque de la apatía, de la indiferencia y nos despierte un poco”, Jaime Chabaud. Fotos: Alma Curiel, Homero Martín y Lia Rueda.