
Por: MarÃa Teresa Adalid — 1 de agosto, 2006
“Todos estamos malditos desde el principio, y tienes que ser especialmente herido, de manera terrible, antes de escribir con seriedad. Y cuando tengas la maldita herida, úsala—, con eso no bromees…†Hemingway.
Recordar los capÃtulos de la historia es revivir un Estado y las memorias que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. Las guerras han formado parte de nuestra historia universal, nos dejan tanto pérdidas como enseñanzas en una óptica muy delicada de tratar; se han vuelto experiencias que repercuten y alteran el rumbo en millones vidas, orillándolas en muchos de sus casos a un futuro incierto.
VÃctor Hugo Rascón Banda escribe un texto que corresponde a abrir las heridas y la psique de la historia, a un punto de unión entre la sociedad española y la mexicana, al relato de sólo cinco historias de los quinientos niños que fueron refugiados durante la época franquista en nuestro paÃs.
Los Niños de Morelia, bajo la dirección y la propuesta de Mauricio Jiménez, nos habla de aquella visión europea, atónita a las costumbres y tradiciones de un paÃs conservador, gobernado por Lázaro Cárdenas, para muchos caudillo de una época de Revolución del petróleo. Este fue un instante y desgarramiento en la vida de cientos de padres españoles que vivieron y padecieron el dolor de la separación a causa de una guerra, ese mal que parte vidas, destroza familias y acaba con lo más preciado del hombre: su libertad.
Cinco niños han emprendido un viaje desde Francia a bordo de un barco, cuya excitación los mantiene pensando sobre la idea de una separación momentánea, quizá sólo de dos meses, como los periodos vacacionales en aquellas ciudades de AndalucÃa, Madrid, y Barcelona, de donde provienen.
Su arribo a Veracruz a través de La Habana llamó la atención de la prensa y sociedad en general que se arremolinaba y desasÃa en júbilo y aplausos a recibir aquellos huérfanos de guerra y que México se ofrecÃa a ser casi como una segunda madre.
Estos hechos sólo fueron el inicio de echar raÃces en un nuevo Continente, donde a su criterio se habla cantado, gracioso, donde las palabras papaya, guayaba, chirimoya y piña, significan algo más que una palabra difÃcil de decir.
Un choque cultural: en el salón de clases se dice pizarrón, no pizarra; a la ternera se le dice res; al cordón de los zapatos, agujetas; a las judÃas, frijoles, y al melocotón, durazno.
Este es sólo un fragmento de una travesÃa que también incluye pesadillas al recordar los aviones de Franco, al deambular de un lado a otro a través de varias casas hogar de la República Mexicana al enfrentarse también al abandono de un gobierno que ya no recuerda a esos pequeños niños como un acto de caridad sino como un gasto en un paÃs donde abundan sus propios pobres y niños de la calle, también al saqueo y utilización de colegios religiosos para recaudar fondos o ser utilizados también como mano de obra barata.
Aquellos niños españoles no podÃan vivir eternamente en la infancia. El tiempo hace sus estragos en desarrollo y crecimiento, asà que finalmente un buen dÃa también salieron a las calles a buscar y ganarse la vida de alguna manera, a volver a ser huérfanos en un paÃs, que a pesar del tiempo los continúa llamando los españoles, y que allá lejos en ese paÃs ibérico ya no son considerados españoles.
Los Niños de Morelia cuenta con las actuaciones de Dana Aguilar, Diana Fidelia, Óscar GarcÃa, Héctor Hugo Peña y Emma Dib. Se presenta del 6 de julio al 6 de agosto en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, de jueves a domingo.
Los Niños de Morelia son los niños de todos, los que algún dÃa fuimos, la semilla que dejó perpetuada su estirpe en millones de rostros que caminan con libertad, en este su paÃs donde han visto crecer a sus hijos y sus nietos. La guerra dejó una rica mezcla de culturas y diversidad, un reflejo de lo que hoy somos y que en los actuales tiempos tan estrepitosos nos recuerda la fraternidad de los pueblos y la unión de culturas a través de la humanidad.
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