
Por: Colaborador Invitado — 14 de mayo, 2008
“De pronto, nos dimos cuenta de que el mundo entero está en movimiento, y que en esta dinámica, las mujeres nos Ãbamos quedando solas, acompañadas por la ausencia de los hombres (fuesen amantes, hijos, padres o hermanos). Los fenómenos sociales nos han alejado cada dÃa más del otro y de nosotros mismos. Vemos, pues, cómo a nuestros compañeros de vida les salen alas y emprenden vuelo. Nos preguntamos, entonces, ¿quién es el espantapájaros?”
Con tÃtulo alusivo al ambiente de cosechas y aves de rapiña se estrenó en el Teatro Salvador Novo del CENART, El espantapájaros, la cual evoca la versión escrita por Esther Seligson en su libro Toda la luz, y representada bajo la dirección de Nora Maneck, con las actuaciones de Marcela Ayala, Paola Arias, Ireli Vázquez y Quy Lan Lachino, integrantes de la CompañÃa independiente Festinatio.
Destellos de sentimientos que van de lo sutil, a lo intenso, profundo y desgarrador en una atmósfera que explora el amor, desamor, incertidumbre y espera del hombre amado. Universos infantiles, adolescentes y hasta la ancianidad. Cada periodo en la mujer es fecundo y marcado por la condición de vida.
Un enorme espantapájaros es sÃmbolo y metáfora a la vez, del entramado de sentimientos que se vive en esta especie de matriarcado, integrado por una joven que espera con ansia el dÃa de su boda y ante un suceso inesperado, enloquece precipitadamente. Otra mujer ligada a la pobreza con un hijo pequeño que mantener, cuyo marido ha desaparecido y que nos recuerda a la Penélope de Ulises; la madre viuda que llegó a la ancianidad sin un compañero, y el más pequeño retoño, una pequeña niña que padece la ausencia de su padre y ante la incertidumbre pasa largas horas consolándose con su muñeca.
Mujeres con cicatrices culturales, cuya relación con el hombre, altera su entorno cuando se produce la ausencia de este por alguna causa. Todas son historias aisladas, pero que caminan paralelas en el abandono y que se leen como un solo ente social.
Todas mujeres que se rigen por la jerarquÃa de la más anciana, la gran madre para todas, quien convive suspirando en el eterno abandono como quien respira para poder vivir.
Teatro fÃsico con cuadros estéticos y armoniosos, pocos diálogos, explorando la voz y sonoridad de las intérpretes, muy de acuerdo a lo que ha realizado Nora Maneck en su carrera. La propuesta parte de la investigación y el desarrollo del tema de la ausencia y la espera, para promover un lenguaje abstracto acerca del universo femenino.
El Espantapájaros, mujeres, amigas, compañeras, amantes y seres instintivos en el camino del aprendizaje hacia una estancia plena.
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