Teatro

El efecto de los rayos gamma… radiación electromagnética en la escena teatral

Por: Josué Romero — 4 de noviembre, 2012

Laura Zapata presenta El efecto de los rayos gamma, obra escrita por Paul Zindel, con la dirección de Alberto Lomnitz. Centro Cultural Helénico, noviembre 2012 En el teatro muchos de los espectadores exploramos, creamos, reafirmamos y hasta nos apropiamos –mística cómplice que compartimos con los actores– de aquellos sentimientos que muchas veces los tenemos enterrados, oxidados o escondidos. Por ello, cuando uno se encuentra ante una propuesta escénica como El efecto de los rayos gamma, del escritor estadounidense Paul Zindel, es imposible no sentirse involucrado en una tremenda historia.

Un texto –en el original de Zindel lleva el título de El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas– de gran trascendencia literaria que por su profundidad y contundencia se hizo merecedor al Premio Pulitzer en 1971.

Además alcanzó gran éxito en la escena teatral desde su estreno en Houston logrando dejar satisfecha a la crítica teatral y establecer una total identificación con el público. En Nueva York, la capital del teatro, primero se presentó en Off Broadway y al siguiente año triunfó en Broadway, obteniendo el reconocimiento del Círculo de Críticos de Nueva York con un Premio Tony. También llegó a la pantalla grande dirigida por Paul Newman y la actuación de Joanne Woodward, quien ganó un Oscar como mejor actriz por el rol principal.

Se trata de un drama realista que retrata –de manera sutil y con un corrosivo sentido del humor– la disfuncionalidad de una familia clasemediera venida a menos aunada al agudo resquebrajamiento moral de la sociedad norteamericana. Como quien dice una historia más de una de las tantas familias desquebrajadas que oscilan entre la amargura, el alcoholismo, el amor y la esperanza.

Laura Zapata presenta El efecto de los rayos gamma, obra escrita por Paul Zindel, con la dirección de Alberto Lomnitz. Centro Cultural Helénico, noviembre 2012 En México, hace 30 años, Doña Carmén Montejo representaba a una imponente ‘Beatriz’, madre estricta celosa y frustrada que nunca pudo realizar sus sueños de juventud, y Laura Zapata interpretaba el papel de las dos hijas a quienes esta mujer ante la nada echaba abajo sus sueños. Tres décadas después, la Zapata ve uno de sus más grandes anhelos hecho realidad, protagonizando a la misma Beatriz que la señora Montejo dio vida, ofreciendo cátedra de aquello que representa el crear un personaje.

En esta nueva producción de El efecto de los rayos gamma que lleva la firma de Claudio Sodi y Abe Rosenberg y se presenta en el Teatro Helénico del Centro Cultural Helénico –de viernes a domingos hasta el próximo 25 de diciembre–, Laura Zapata encarna a esa misma mujer cuya crueldad raya en el humor ácido y negro –sobra decir que la actuación de la actriz provoca una serie de risas nerviosas entre los asistentes, quienes se reconocen en este personaje más de lo quisiéran admitir– que se encuentra en medio del fracaso existencial enfrentada a sus hijas, dos jóvenes opuestas a su personalidad y sensibilidad: Matilde (Cassandra Ciangherotti) y Ruth (Daniela Luján).

El efecto de los rayos gamma</em>, una producción de Claudio Sodi y Abe Rosenberg, con la dirección de Alberto Lomnitz, se presenta en el Teatro Helénico del Centro Cultural Helénico, noviembre 2012 “Beatriz es una mujer que lucha todo el tiempo con lo que está viviendo, porque esos sueños de juventud desaparecieron. Vive con frustraciones porque no ha podido realizar anhelos. Es histérica, neurótica, es cruel sin quererlo porque la vida la llevó por otros caminos”, Laura Zapata.

En esta nueva versión se descubren una tercia de grandes actrices dirigidas por Alberto Lomnitz –fundador de la compañía Seña y Verbo–, quien las lleva de la mano para tocar las fibras de la desesperanza, pero también del amor entre madre e hijas en el complejo ambiente de un hogar devastado.

Tres mujeres infelices, que además de que su vida gira alrededor de la amargura y maltratos en un ambiente de suciedad, ellas, como familia, son objeto del escrutinio de una sociedad también brutal y ajena. Una existencia de total pobreza e infelicidad donde (sobre)viven al cuidado de una anciana (Tara Parra) que, de manera sutil y cruel, ve y sufre en carne propia el abandono.

El efecto de los rayos gamma</em>, una producción de Claudio Sodi y Abe Rosenberg, con la dirección de Alberto Lomnitz, se presenta en el Teatro Helénico del Centro Cultural Helénico, noviembre 2012 “Si eres un poquito diferente te tratan de exterminar”, le dice Beatriz a su hija Matilde, quien prepara un experimento para la feria de ciencias de su escuela con una premisa: ¿Cuál será el efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas? Sin embargo, ante esta adversidad, ella no pierde la ilusión y está convencida de la belleza que existe en la vida y, sobre todo, en los átomos (un genial pretexto que sirve de hilo conductor de esta historia de Zindel).

Pero como en todo buen texto, siempre existe un rayito de esperanza y, no obstante, el ambiente hostil generado por su madre alcohólica, neurótica y llena de resentimiento, así como por su hermana –una adolescente cruel que sufre de ataques epilépticos– y por aquellos que la abandonaron, Matilde conserva su interés por el conocimiento y su férrea convicción de que las cosas pueden cambiar.

A pesar de todas estas adversidades, Lomnitz logra, sin lugar a dudas, que el espectador se sensibilize y se pertube ante El efecto de los rayos gamma, una puesta en escena que conmueve y sensibiliza, una narrativa escénica poderosa que relata el fracaso y las ilusiones perdidas, pero también la fuerza y convicción del corazón humano para sortear “el inconveniente de haber nacido”.

Una aguda metáfora llena de dolor e intensidad pero también de esperanza en la cual cada una de las “caléndulas” a pesar de ser expuestas a la radiación se abren paso para crecer y desarrollarse, tal y como sucede con la joven que busca salir adelante a pesar de las calamidades.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.