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Por: MarÃa Teresa Adalid — 5 de diciembre, 2007
El Dadá es considerado un movimiento internacional que habla todas las lenguas, se alimenta de todas las culturas, y lo más importante, no sólo se dirige al sentimiento artÃstico, entabla un diálogo con el hombre entero. Surgió en Zurich el 8 de febrero de 1916, bautizado con ayuda de un abre cartas metido al azar entre las páginas de un diccionario Larousse (…) entiéndase forjar una amistad sobre la transmutación, actos de protesta y el claro juego con la nada.
Tristan Tzara fue el primero en advertirnos acerca de la nada en el Manifiesto de 1918: “Dadá no significa nada. Dadá participa de la vida. Como ella, no tiene ni más sentido, ni menos, que todo lo que existe”. A pesar de que la palabra sea carente de significado, no quiere decir que no tenga sentido, por el contrario, tuvo un gran reconocimiento como movimiento social y una nueva noción; tampoco puede entenderse como una reacción única a las hostilidades de la guerra, sin embargo esos horrores sirvieron de catalizador en la toma de conciencia, se arremete contra la lÃnea artÃstica del cubismo y futurismo demoliendo la estructura del lenguaje porque le considera engañosa, las palabras y valores erutados son considerados corruptos, (el hombre es capaz matar a su semejante) y por ende propone la destrucción de las bases de la civilización occidental y de valores de la sociedad burguesa para la limpieza del individuo.
Este movimiento no lo hizo a través de la sangre como se acostumbra en la guerra, sino en la postura de la burla, lo insólito y absurdo tratando de preservar los derechos del artista, es decir, cambiar al mundo a través de la poesÃa, teatro, pintura y literatura. Cabe entender la crÃtica más allá de superfluas conclusiones atribuidas a una situación personal y negativa, es una esencia natural de la cultura y sociedad cuya fama de negativo fue atribuido por el movimiento surrealista.
“En vez de ojos inmóviles ombligos, el señor buen diós es una gran periodista rÃgido y acuático que flotaba en el aire un buen dÃa muerto qué triste temporadaâ€, éste texto es un extracto que se desprende del primer acto del personaje “Ojo” en Corazón a gas, tercera obra de Tristan Tzara.
La compañÃa Inmóviles Ombligos Teatro retoma éstas frases como estandarte de su compañÃa; propone una pieza que no tiene explicación, no obstante vulnera el estado del alma. Ataviado con una camisa negra con detalles blancos, tenis, una vaporosa tela roja y una voz que comenzó a recitar un poema gritado; una cara extraña pintarrajeada con tinte negro y blanco más allá de la fealdad y belleza, era simplemente el lenguaje de “Ojo”, “Boca”, “Oreja”, “Nariz”, “Ceja” y “Cuello”, personales interpretados por un solo actor que utiliza una lupa para deformar el rostro y se acompaña de ruidos diversos extraÃdos de un piano.
No se entiende ese lenguaje regido por la racionalidad, sino se comprende en la profundidad de signos y sÃmbolos de actos significativos expuestos en una confrontación directa con el intérprete. Desfragmentación de un mundo provocador a considerar en la existencia humana, con intensidad y poder vital realizado en tres extenuantes actos con cruce de géneros dramáticos e irrupciones de diálogo en el que los órganos superiores del cuerpo establecen una relación necesaria, un movimiento o alteración, lo que da lugar al cambio a una tesis y antÃtesis contrapuestas.
Inicialmente el juego es con el diálogo de “Ojo” que procesa con imágenes, después habla la “Boca” gesticulada, la “Nariz” con un ridÃculo y gangoso sonsonete, la auditiva “Oreja”, “Cuello” y “Ceja”, todos emiten diversas sonoridades experimentales dentro de la poesÃa con la exacerbación del gesto, los código lingüÃsticos sobresalen por contradicción y saturación, la gramática es variable; se dice todo y no se dice nada: “Estatuas joyas parrilladas, Estatuas joyas parrilladas, Estatuas joyas parrilladasâ€, frases constantemente repetidas con encadenamientos de ritmo, y vocales sucediendo a velocidad vertiginosa con intempestivos estÃmulos en la expresividad del cuerpo, no sólo son estÃmulos cardiacos, que aúna la sensación visual. La purga sucede en lo que cada espectador reproduce en su espÃritu individual sometido por extrañas fuerzas. Tristan Tzara hizo de El corazón a gas una confrontación directa en contra del teatro convencional y sus canales de comunicación.
Cabe destacar la entrega escénica y sostenida en alto nivel de Eduardo Candás, cuya interpretación es fiel al instante hecho con voluntad. Un buen trabajo escénico. El corazón a gas se presenta hasta el 9 de diciembre en el Teatro Salvador Novo.
El corazón a gas es una producción ejecutiva de Aldo Quintero, bajo la dirección de Andrés Motta, que destaca por su experimentación, contrastes para la mirada reflexiva, la historia no lineal, y la unicidad a pesar de la diferencia, el acierto es volver a reescribir con una mirada fresca lo que previamente ya se ha dicho para seguir evolucionando como público y hacedores del teatro.
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