Teatro

Desde las entrañas

Por: María Teresa Adalid — 19 de septiembre, 2005

Se dice que el teatro es uno de los géneros más difíciles, pues para que sea bueno necesita inspiración y oficio, y una alteración de la dosis produce el fracaso; literario, si el oficio supera a la inspiración, y económico si la inspiración supera al oficio.

Asi pues, en el teatro encontramos fantasía, imaginación, disciplina, pero sobretodo locura, intrínsicamente ligada a la genialidad, donde el artista, cargado de condiciones espirituales y de una firme voluntad de estudio, es capaz de romper modelos y formas.

El proceso de armar y concebir una idea, una obra, es una alucinación que conduce a su creador a no embonar con las líneas tradicionales de patrón de conducta. Así, el idealista, marginado, diferente y raro se aleja de la banalidad del conformismo y se convierte en un singular personaje como “Colette” (obra en un acto) de la dramaturga mexicana Ximena Escalante, presentada desde el 27 de agosto 2005 en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario, UNAM.

Al respecto, Mauricio García Lozano, su director, señala que está basada en una parte de la vida de la escritora francesa Colette (1873-1945), una mujer profundamente erótica, sensible, perceptiva y descriptiva. Esta puesta revela la época más vertiginosa, cuando Colette tenía 34 años. La escritora es explotada por un marido famoso y perverso, quien al percatarse de las virtudes literarias de su mujer, la obliga a escribir obras de teatro que más tarde él dirigirá a su antojo, como con todo lo que hace a su alrededor: actrices, su vida y la de la misma Collete, como si fueran simples títeres. Durante esta época es cuando Collette crea a “Claudine”, el personaje que la hizo famosa.

Literalmente, entre telones vemos cómo la obra transcurre en el teatro y nos habla del teatro mismo, del sublime proceso de la creación y sus consecuencias, de supersticiones y amoríos, de cómo ese entramado de emociones y sentimientos emergen desde el punto sensible del escritor, quien vierte ese vínculo y padecimiento espiritual a través de sus letras, consecuencia de sus anhelos internos, resultado que el actor hace suyo a través del subconsciente y lo expresa mediante su oído interno, del cual el público es reflejo, eco y cómplice, cuestión que se marca en la escenografía a cargo de Jorge Ballina, consistente en 16 espejos, umbrales que proyectan ilusiones dando la idea de múltiples espacios.

La estructura teatral construida con base en la imaginación sólo podría ser resultado de un artista cuya libertad va más allá de monjigaterías y puritanismos. Es así como Collete no sólo fue la primera actriz en hacer un desnudo sobre el escenario, sino también la primera escritora en obtener el premio Goncourt de literatura. Asimismo fue la primera en exhibir públicamente el romance con su hijastro, concediéndole así el sobrenombre de “La Fedra del siglo XX”. Una mujer polémica, heroína de la Belle Epoque que fue elogiada por Marcel Proust, Apollinaire, Coctau… entre otras cosas, por su valor literario.

La obra transcurre en 120 minutos con intermedio, cuenta un pianista y diez actores, entre los que destacan: Irene Azuela, Arturo Beristain, Emma Dib y Mariana Giménez.

“Collette” muestra el paso de la mujer, antes mantenida y sumisa, ganándose la vida como escritora, que se entrega a placeres y toca ese punto climático del deseo para formar los primeros párrafos en la concepción de la dramaturgia; de sus propias palabras a la acción trágica, de sus deseos al diálogo, de sus penas al clímax, de sus ocurrentes cegueras a la distención, del sexo a la exposición, de la vulnerabilidad al estímulo y finalmente al descenlace, donde todo finalmente acaba, menos la palabra, plasmada ya en escritura sin la cual ella no viviría.

Los comentarios están cerrados.

Directorio

Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.

“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.